Más allá de las fantásticas fotos de parejas o de grupo entre los presidentes López Obrador y Biden, en la visita oficial iniciada el pasado domingo por la noche, y de la calidez y hasta “cercanía” que las señoras Jill Biden y Beatriz Gutiérrez pudieran transmitir, hay discrepancias discursivas esenciales.
Mientras que el presidente mexicano habla de humanismo, de integración y financiamiento a toda América Latina, el presidente estadounidense habla de fentanilo, de migración y de seguridad.
Hasta el cierre de esta edición, aún no se ha abordado el delicado y puntilloso tema de las divergencias comerciales, tema reservado para las reuniones trilaterales a las que se suma Justin Trudeau el día de hoy.
La percepción americana y canadiense es que México y el gobierno de López Obrador están haciendo múltiples maniobras para incumplir acuerdos estipulados en el T-MEC, bajo el resbaladizo tema de la “independencia y la soberanía”. Y la pregunta de los socios es clara y simple: ¿por qué si tenían reservas en materia energética o de inversión extranjera firmaron el acuerdo?
México ha faltado a compromisos adquiridos en materia comercial, de inversión extranjera en nuestro país, especialmente en el tema energético. Ha echado para atrás plantas, contratos e inversiones, lo que a nuestros socios comerciales ha causado enormes problemas con empresarios de sus países, quienes exigen a sus gobiernos acciones más enérgicas en contra de México. Esta será la discusión central del día de hoy.
Otro más será el complejo tema de las cadenas de suministro, gravemente afectadas desde Asia durante la pandemia, y que ahora produce el extenso fenómeno del nearshoring, el acercamiento de plantas y empresas chinas a la frontera americana para evitar la suspensión de las cadenas, o el retraso en entrega de productos esenciales, como los chips para millones de computadoras y robots.
Para esta abundante corriente de inversión hacia México es vital cumplir con condiciones de suministro eléctrico y de energías limpias, que nuestro país no está en condiciones de ofrecer en estos momentos del regreso a la estatización eléctrica.
En lo político hay mucho que señalar: la cálida y generosa relación que los Biden le dispensan a AMLO y su señora es signo inequívoco de un cálculo geopolítico cuidadoso y bien planeado. Todo terso, suave, lleno de sonrisas y de abrazos, el lenguaje universal del afecto y la comprensión, más allá de que no puedan intercambiar palabra directa alguna. López Obrador no habla inglés. La causa de fondo es evitar cualquier conflicto, neutralizar pretexto alguno para la radicalización de AMLO. Washington no quiere un régimen de izquierda extrema en su frontera sur, nada que se asemeje a Venezuela, Cuba o Nicaragua.
De ahí que las sonrisas, las simpatías y las enormes concesiones de la Casa Blanca a México en los últimos dos años, incluso con los crecientes flujos migratorios que Texas, Florida y otros estados gobernados por republicanos explotan políticamente con éxito.
Una de las grandes incógnitas es qué pasó en la limusina durante el trayecto desde el AIFA hasta la Ciudad de México. ¿Estaba ya ahí la traductora de Biden para enlazar la comunicación entre ambos mandatarios?
Mientras que el destino económico y de inversión de México sigue apuntando hacia el norte inexorablemente, el presidente López Obrador se empeña en hablar del sur, de la integración latinoamericana y de la inversión de Estados Unidos en la región.
Otro gesto amable de los Biden fue el discurso de la señora Biden, usando el lenguaje afín a esta administración mexicana, expresando conceptos coincidentes al discurso de este gobierno.
Pareciera imposible que el presidente mexicano aproveche con potencia y éxito esta oportunidad histórica. Responder con claridad a los temas de seguridad, incrementar la cooperación, volver a los estrechos intercambios de información y de operativos conjuntos, aunque la detención de Ovidio Guzmán envía señales de mayor cooperación.
Con todo, aquí prevalece la nostálgica idea de la soberanía protegida contra cualquier intento foráneo por mancillarla.
López Obrador tiene la mesa puesta para potenciar un encuentro exitoso el día de hoy con la cumbre tripartita. Ojalá y los líderes de Canadá y Estados Unidos lo sensibilicen acerca de la necesidad de impulsar un mercado eléctrico competitivo, abierto a la inversión extranjera. De lo contrario, será un fracaso sobrado de sonrisas y abrazos, que no conducirá más que a paneles de controversia.