El Globo

Biden en Ucrania

Una lectura de la visita de Joe Biden a Ucrania es la clara defensa: no vamos a abandonar al país, a su gente, a su gobierno y a su presidente.

Por si faltaran gestos de respaldo y apoyo del mundo occidental al presidente Zelenski, de Ucrania, vaya sorpresa la aparición de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, en Ucrania.

Fueron unas horas, 10 en promedio solamente, pero bastó para enviar un mensaje rotundo al invasor: aquí estamos y aquí vamos a seguir en apoyo absoluto a este país.

Hay muchas lecturas subyacentes a la visita.

En primer lugar, una joya logística de elevados niveles de secreto máximo en la Casa Blanca.

El nivel de riesgo y peligro que representaba para el presidente estadounidense volar a un país en guerra, víctima continua de bombardeos incesantes por parte del Kremlin, representaba ya un desafío enorme. Cómo proteger al líder americano en un país en pleno conflicto armado fue, sin duda, una obra de relojería fina.

Biden cenó en Washington el sábado por la noche, y el lunes por la mañana apareció sin aviso ni convocatoria especial en Kiev, capital de Ucrania.

Mensaje frente al Parlamento, y una clara afirmación frente a Moscú: un año después aquí seguimos, la democracia se ha defendido, mientras que Rusia, sus fuerzas, sus tropas, su economía, están en decadencia.

Imagine usted el golpe al hígado al tirano del Kremlin cuando vio imágenes de su antítesis en el territorio que pretende, infructuosamente, conquistar y someter.

Una lectura es la clara defensa: no vamos a abandonar a Ucrania, a su gente, a su gobierno y a su presidente.

Otra evidente es que la ayuda militar no va a cesar, lo que le complica el escenario de operaciones a Rusia.

Las fuerzas invasoras han aumentado su número ante las evidentes derrotas y retrocesos de finales de 2022. En enero enviaron a decenas de miles de soldados frescos, recién reclutados –no profesionales–, entre los que se cuentan miles de jóvenes forzados ante la amenaza de arrestar a sus familias; presos políticos y reos regulares de las cárceles fueron uniformados y enviados el frente. Refuerzos provenientes del interior de Rusia, que han sido reclutados también por la fuerza y bajo amenaza.

Existen en Ucrania, según reportes de agencias europeas, unidades rusas que han cambiado de bando y atacan hoy a sus connacionales.

A un año de la invasión, la moral ucraniana ha menguado ante le insistente ofensiva rusa.

La defensa ha sido heroica, han recuperado territorios, provocado la retirada rusa en múltiples puntos, pero Putin no se da por vencido, ni lo hará.

La invasión a Ucrania se ha convertido en un tema de orgullo nacional para Putin, hoy gravemente lesionado frente a sus ciudadanos y, especialmente, frente a sus tropas.

Putin ha cambiado de jefes militares más de tres veces desde el inicio del conflicto.

Él mismo interviene en las operaciones, llama directamente a las columnas de tanques o los puestos de comando. Gira instrucciones, remueve generales y comandantes.

Biden expresó con toda claridad el compromiso de Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea y todos sus aliados a favor de Ucrania.

Lo podría haber dicho desde Washington, como lo ha hecho en múltiples ocasiones.

Pero hacerlo ahí, en el suelo bombardeado y mancillado por los invasores, parece un gesto desafiante ante Putin.

Representa el reconocimiento implícito de la incapacidad militar rusa, logística y operativa, a un año de ofensiva, para derrotar a Ucrania y controlar el territorio.

Rusia no ha podido por una cadena gigantesca de eventos desafortunados para su estrategia, pero venturosos para el pueblo ucraniano. Mala coordinación, pobre estrategia, información en tierra incompleta y desordenada, tropas sin moral por engaños de ejercicios falsos, deserción en el terreno de conflicto.

La pregunta básica tan repetida por rusos detenidos o escapados: ¿por qué demonios peleamos esta guerra? En contra de nuestros vecinos y hermanos, resulta incomprensible.

Biden fue y regresó ileso, fortalecido, con una OTAN reunificada y una Unión Europea cerrando filas a favor de Ucrania.

Ojalá que todos estos delicados cálculos no provoquen la locura extrema del tirano al pretender usar armamento nuclear. Sería el fin.

COLUMNAS ANTERIORES

El fin de la globalización
De la estridencia a la extorsión

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.