El Globo

La peligrosa victoria

Muchos abogados, ‘ombudsman’, analistas políticos locales, señalan que se está instalando una incipiente dictadura carismática’ y de derecha en El Salvador.

La distancia entre un régimen autoritario, encabezado por un líder carismático pero sin respeto alguno por los derechos humanos y por la ley en su conjunto, con un régimen democrático parecería abismal, pero en los hechos, hay diferencias simbólicas.

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, se reeligió el pasado domingo con un amplio apoyo en las urnas. Los conteos finales señalan que más de 76 por ciento de los votos lo favorecieron.

Pero otro indicador aplastante para su movimiento es el resultado en el Congreso: 58 de 60 diputados serán afines al movimiento Bukele, Nuevas Ideas.

Los partidos tradicionales de El Salvador, ARENA, de centro derecha, y el FMLN, herencia política de aquella guerrilla de los 80, el Frente Farabundo Martí, de izquierda, fueron arrollados por el joven presidente (42) que devolvió la seguridad a barrios, colonias y ciudades.

Es enormemente popular, tanto, que se autoproclamó ganador el domingo por la noche, antes de que las autoridades electorales dieran a conocer los resultados.

Ha detenido a más de 64 mil personas en cinco años, y tiene en su contra 6 mil denuncias por abuso y atropello de derechos humanos: el encarcelamiento de inocentes.

Y es que cuentan los salvadoreños, editores y colegas periodistas, que el método de detención, ante la incapacidad de construir decenas de miles de expedientes con pruebas e investigación que evidencien la potencial culpabilidad de los detenidos, optaron por identificar a sospechosos mediante tatuajes en sus cuerpos.

Existe una extendida tradición entre las bandas criminales de El Salvador de escribir, mediante el tatuaje en sus cuerpos, su historia criminal. Número de muertos, guerras, enfrentamientos, asaltos, etcétera.

La policía detuvo, los últimos tres años, a todos los tatuados, y luego, en prisiones de elevados niveles de represión, se obtenían confesiones y declaratorias mediante métodos ilegales.

El problema de las bandas criminales, La Mara Salvatrucha, La 18, La 22, es un fenómeno urbano importado de Estados Unidos. Decenas de miles de salvadoreños recibieron asilo político en los años 80 en la Unión Americana; fueron los años de la guerra intestina en El Salvador. 20 años después, una vez conseguida la democracia, el gobierno estadounidense inició la expulsión masiva de salvadoreños al limitar o suspender su asilo político.

Esto produjo que esas bandas, nacidas en barrios de Los Ángeles, Nueva York y otras ciudades, para el control territorial y la guerra entre minorías étnicas, llegaran a El Salvador, donde crecieron y se multiplicaron con sangrientas consecuencias.

Bukele arrestó, encarceló y sometió a proceso a decenas de miles de presuntos responsables, muchos de los cuales (6 mil calculan) se encuentran ilegalmente en prisión.

Organizaciones locales e internacionales de derechos humanos han señalado los abusos a los que el gobierno de Bukele presta oídos sordos.

Pero más allá de sus espectaculares, no convencionales y con frecuencia ilícitos métodos para desaparecer la violencia y el crimen, sus resultados en otras materias no son tan halagadores.

La pobreza se ha duplicado en su quinquenio: de 4.5% a 8.5%.

La inflación ha alcanzado niveles de 16%, cuando la media de la región se ha mantenido por debajo de 10%.

Bukele se defiende al afirmar que es toda la economía del crimen la que se ha desmontado y por ello tiene ese efecto en la economía real.

Pero lo cierto es que hay más pobres en El Salvador, menos ingreso, mayor inflación y abuso de derechos humanos.

Con todos esos sanbenitos en la espalda, triunfó aplastantemente el domingo pasado, con una reelección también criticada, puesto que modificó la ley, cambió a los ministros, se deshizo del Tribunal Constitucional para torcer la Constitución y permitir la reelección.

Muchos abogados, ombudsman, analistas políticos locales, señalan que se está instalando una incipiente dictadura “carismática” y de derecha.

Habrá que esperar a ver el resultado de su segundo gobierno, una vez desaparecido el crimen, las pandillas y la delincuencia, podría ser capaz de capturar inversión extranjera, crecer el empleo y los salarios para mejorar las condiciones de vida.

Está por verse, pero lo cierto es que su modelo está resultando atractivo para otros países de Latinoamérica, estrangulados por la violencia y la criminalidad.

El nuevo presidente Noboa, de Ecuador, ya ordenó construir la nueva prisión “estilo Bukele” y replicar algunas de sus estrategias para detención, arresto y encarcelamiento.

La peligrosa y muy popular victoria en El Salvador.

Ojalá y no estén construyendo un monstruo autoritario, como el vecino de Nicaragua.

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