Este lunes rindió su primer día de declaraciones, deposiciones y respuestas el abogado Michael Cohen, quien representó a Donald Trump durante varios años.
El abogado, que ya enfrentó su propio proceso judicial y fue incluso a dar a la cárcel por rendir falso testimonio ante una corte estadounidense, hoy forma parte de los testigos de la Fiscalía de Nueva York.
Este es el polémico caso mediante el cual el señor Trump –entonces candidato presidencial en 2016– ordenó a Cohen pagar a la señorita Stormy Daniels la cantidad de 150 mil dólares por callar una relación extramarital que data de 2005 con el controversial empresario convertido en político.
Es el juicio del dinero sucio, extraído de donaciones de contribuyentes para la primera campaña presidencial de Trump y desviado ilegalmente para pagar a la sexoservidora.
Pero el testimonio de Cohen no tiene desperdicio, porque relata las prácticas ilegales, abusivas, extorsionadoras y, en más de un caso, criminales, mediante las cuales Trump sacaba provecho de sus contrapartes en litigios y juicios distintos.
A lo largo de los años, Cohen representó a Trump en múltiples negociaciones y ‘arreglos’ con clientes difíciles, complicados, que se negaban a aceptar las abusivas condiciones de Trump.
Michael Cohen pintó a Donald Trump –por tercera vez candidato a la Presidencia de Estados Unidos y con amplias posibilidades de ganar, aunque no garantizadas– como es en la vida real: un bully, dirían en inglés algunos demócratas en el Congreso o partidarios hostigados como DeSantis o Ted Cruz o el fallecido senador McCain. Es decir, un hostigador por naturaleza, que ofende, agrede, ataca, persigue e insulta como técnica para debilitar a sus oponentes y provocar su retiro de cualquier contienda: ya sea por un terreno, un contrato, un edificio, una elección o el mismo concurso de Miss Universo del que fue dueño varios años.
Trump es megalómano de ego desproporcionado que se cree superior al resto del mundo.
Los psicólogos definen esta sociopatía como gravemente peligrosa para el ejercicio del poder o de la función pública.
Sin embargo, los americanos lo eligieron en 2016, y con extrema preocupación podrían volverlo a hacer este noviembre de 2024.
Pero Cohen no sólo revela en su testimonio las técnicas e instrucciones que le ordenaba su cliente, sino también algunos de sus intereses.
Convertirse en el más rico y poderoso de Estados Unidos; ejercer tal influencia y poder político que pueda actuar por encima de la ley cuantas veces quiera.
Este último punto es particularmente relevante, porque de hecho lo hizo, en múltiples ocasiones antes de ser presidente, y de forma extendida y agudizada, desde la Oficina Oval.
No sólo su ilegal intervención en el proceso electoral del estado de Georgia para manipular las elecciones –caso que lamentablemente ya fue cerrado–, sino el otro grave escándalo de sustraer documentos de la Casa Blanca, cual vulgar ladrón, y finalmente el más grave de todos, incitar y promover a un golpe de Estado “suave”, dicen algunos, con el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021, cuando el Senado, convertido en Colegio Electoral, debía sancionar y aprobar el resultado de las elecciones que dieron la victoria a Joe Biden.
Hoy, cuatro años después, quedan sobre la mesa varias lecciones:
-Es posible que Trump se salga con la suya, gane las elecciones, se otorgue un autoperdón –autoindulto– y se archiven todas las investigaciones.
-El Departamento de Justicia fue gravemente lento en procesar estos casos, llevarlos ante tribunales y reunir evidencias, testimonios y elementos de prueba. En dos años podrían haber enjuiciado al expresidente y eliminado toda posibilidad de que se postulase nuevamente.
-Los demócratas cometieron múltiples errores de cálculo y estrategia política al desestimar la posibilidad de tenerlo nuevamente en la boleta. Las consecuencias están a la vista: no prepararon a un nuevo y competitivo candidato (Kamala Harris no levantó el vuelo como figura política nacional) y consideraron que con la amenaza de los juicios y las condenas, Trump se retiraría. Error grave, lo tienen encima y con ligera ventaja.
-Biden se equivocó al desechar la posibilidad de que se enfrentase nuevamente contra él, de que los negocios sucios de Trump y su fortuna lo mantendrían distraído. Otro grave error.
Ya no hay fortuna. Hay más deudas que capital. Tiene un enorme valor su emporio (más de mil millones de dólares, que valuaron en 2016 en 4 mil mdd producto de precios inflados a bienes raíces y evasión fiscal).
La Presidencia es un instrumento de mercadotecnia para reposicionar su nombre, sus marcas y sus edificios.
Cohen trabajó para un hampón que cometió delitos, extorsionó y mintió sistemáticamente a la justicia americana y al sistema de recaudación de impuestos.
Trabajar para un truhan le significó varios meses en la cárcel y la destrucción de su prestigio profesional.
Tal vez la próxima vez que un cliente le pida ‘arreglarle un asunto’ por la vía ilegal, lo piense dos veces.