La histórica frase fue pronunciada por el entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, estaba dirigida a Vicente Fox, quien ocupaba entonces la Presidencia de la República.
El mensaje era claro y sin ambigüedades: cierra la boca, ante las menciones constantes que Fox hacia un día sí y otro también, acerca de su gobierno, de su partido, de los logros alcanzados hasta el momento, etc. Todo esto en el marco de un proceso electoral para renovar al Congreso, justamente las elecciones intermedias.
Es importante señalar que como resultado de ese uso incesante del micrófono y de la cobertura presidencial, López Obrador y el PRD entonces, presentaron una iniciativa de ley –pasados los comicios– para que se estableciera lo que hoy conocemos como “veda electoral”. Es decir, en tiempos de campaña –los calendarios han variado en 20 años– los titulares de poderes Ejecutivo –federal, estatal y municipal–, así como los funcionarios de todo nivel de gobierno, quedaron impedidos para realizar actos de promoción, distribución de programas sociales –tan parecidos a las despensas que por décadas compraron votos– o cualquier actividad tendiente a cooptar o coaccionar el voto sobre la base del presupuesto público, los tiempos oficiales y los recursos del Estado.
Insisto: la iniciativa que fue ampliamente apoyada por la oposición –PRI y PRD– en tiempos de Fox, fue impulsada por la coalición integrada en torno a la candidatura de López Obrador.
Seis años después (2012) cuando los partidos que impulsaron a López Obrador en su segunda campaña presidencial perdieron frente al PRI de Peña Nieto, argumentaron que la elección debía cancelarse porque el candidato había gastado en exceso para efectos de publicidad y propaganda. Las auditorías que realiza la autoridad electoral se aplicaban a “toro pasado”, cuando los comicios ya habían sucedido y los gastos se habían ejercido.
Ganaron la moción de introducir auditorías “en tiempo real” o mejor dicho, inmediatamente después de la precampaña y antes de las elecciones, para que la autoridad tenga margen de maniobra en impedir, cancelar, sancionar los excesos de cualquier partido o candidato. Una vez más, el mérito y la aportación a la solidez democrática de México, provino de algunas de esas propuestas e iniciativas.
Por eso resulta de enfermedad mental lo que presenciamos en estos días. A un presidente encolerizado, haciendo declaraciones diarias desde su evento matutino donde el eje central es la promoción de su persona y de su gobierno. El INE determinó –como medida precautoria– suspender la “mañanera”, el presidente se inconformó y ganó frente a un Tribunal Electoral de penosa actuación.
Más aún, cuando Mario Abyecto Delgado y el propio presidente exigen se reponga la candidatura de Salgado Macedonio, a pesar de sus cien amenazas, excesos, insultos y peligrosas afirmaciones frente a huestes encendidas, olvidan que fueron ellos, justamente ellos quienes impusieron la escala de sanciones por no reportar gastos de campaña.
Es francamente esquizofrénico el desdoblamiento de realidades. Que se aplique la ley, en los bueyes de mi compadre, pero no en mi milpa. Que se sanciones a los demás, a nosotros no porque “somos diferentes”.
Peor aún, el presidente firmó un pacto con la oposición para respetar las reglas, mantenerse en los límites de lo legal durante la veda electoral. Ahora acusa al INE de un “golpe de Estado técnico” por tratar de “acallarlo, silenciarlo, censurarlo”.
El “cállate chachalaca” –que, por cierto, debiera tener derecho de autor a favor de AMLO– debiera aplicárselo hoy a sí mismo, puesto que se comporta de la misma y peor manera, excedida, que el expresidente Fox.
¿Quién es hoy la chachalaca? ¿Quién es hoy el pregonero diario, que abusa de medios y redes, que se vale del púlpito presidencial, para lanzar cotidianas arengas a sus huestes, descalificaciones diarias a la oposición y a “los adversarios, conservadores fifís”, y repetir una mil mentiras cada mañana? Si no me cree, lea usted: que la pandemia la tenemos bajo control; que la economía está en recuperación; que habrá gasolina y luz más baratas para el público; que él no interviene en asuntos electorales; que no hay carestía de medicinas; que a la mujer se le respeta por encima de todo; que es falso que el 30 por ciento del territorio nacional esté bajo el control del narco –es cierto eso, porque parece que es el 40 por ciento–; que se respeta la libertad de expresión sin cortapisas.
En fin, la lista de falsedades flagrantes que repite la chachalaca todos los días es interminable.
El presidente controla y gobierna por encima de diputados y senadores, a quienes instruye qué hacer y cómo. Resulta amenazante para la joven y frágil democracia mexicana, que el titular del Ejecutivo federal pretenda ahora también, someter, domeñar, restringir al Poder Judicial. Su reforma al Poder Judicial, cosmética y frívola, pretende únicamente contar con instrumentos para controlar a los jueces y magistrados, impedir que, con base en la ley, puedan dictar amparos en contra de los muchos actos y abusos de este gobierno.
Señor ministro Zaldívar, la nación aguarda su rechazo inequívoco a la extensión del plazo para su ejercicio como ministro presidente, y sea usted el auténtico defensor de la ley, la justicia, la independencia de poderes y la democracia en México.
Consulta más columnas en nuestra versión impresa, la cual puedes desplegar dando clic aquí