El eje discursivo sobre el que se construyó esta administración fue el combate a la corrupción. Andrés Manuel prometió repetidamente que su gobierno ejercería un ejemplar combate a este cáncer delictivo que ha carcomido a gobiernos y funcionarios de todos los colores y todas las épocas.
La coloquial anécdota de que “las escaleras se barren de arriba hacia abajo” pretendía ser un símil del ejercicio de combate a la corrupción, que bajo la óptica presidencial, se pone en práctica desde la misma oficina del presidente, y desde ahí a todas las oficinas y funcionarios de la administración pública.
La estrecha lógica de Andrés Manuel se sustenta en la sólida moral, la ética del funcionario ejemplar que, como él, resiste todos los embates que el sistema ha construido al paso de décadas.
Sonaba impactante para los electores. Resultó una quimera.
El instrumento esencial para el combate a la corrupción en el mundo consiste en el establecimiento de políticas, medidas, instituciones y normatividad obligatoria para todo servidor público. Es decir, la corrupción no se combate con discursos ni con vidas ejemplares –si acaso existieran–. Se combate con instituciones (fiscalías, ministerios, magistrados, jueces e investigaciones) puntuales, precisas y eficientes. No con rollo, con acciones.
Los gobiernos se comprometen a luchar contra la corrupción mediante una acción concreta: la rendición de cuentas.
No puede haber compromiso contra la corrupción, si no se rinden cuentas, si no se informa y entrega reporte preciso a la ciudadanía acerca de las formas, los destinos y mecanismos mediante los cuales se gastan los dineros públicos.
Este gobierno y Morena en general, son los más oscuros, opacos, perversos de la historia reciente.
AMLO puede contarse fábulas, hábito que pone en práctica todos los días. Pero los hechos lo desmienten.
No tenemos reporte de gastos del AIFA tan presumido y aplaudido. Es un pozo oscuro de negocios turbios. Empresas fantasma, asignaciones sospechosas, negocios en manos de los militares y demás perversiones.
Lo invito a que revise usted el Tren Maya y sus excesivos costos aumentados con la misma práctica: contratos en el margen del desconocimiento, asignaciones sin licitación, etcétera.
La propia Cámara de Diputados, dominada por Morena, se negó a que la Auditoría Superior de la Federación ejerciera sus funciones y revisara los gastos y partidas del órgano legislativo. Lamentable y vergonzoso.
Estos, los diputados de “la transparencia y la honestidad”, son aún más oscuros que sus antecesores.
Este gobierno ha concedido más de 78 por ciento de sus compras y contratos mediante la vía de la asignación directa a empresas y negocios favorecidos por esta administración, en abierta violación a la obligatoria licitación que establece la ley.
El peor gobierno de la historia en materia de transparencia, rechaza cuestionamientos solicitados mediante el Instituto Nacional de Acceso a la Información, niega la existencia de archivos, oculta datos sobre programas sociales fallidos, pensiones no entregadas a hipotéticos beneficiados, fracaso en el ejercicio presupuestal.
La promesa de la honestidad absoluta se estrelló en la realidad opaca de un gobierno que se niega a informar, transparentar gastos, instalar acciones y políticas en contra de la corrupción institucional.
AMLO podrá burlarse con el ‘ternuritas’ de la ‘casa gris’ de su hijo mayor en Woodlands, pero nadie ha abierto una investigación formal para establecer si existe conflicto de interés entre la relación de la empresa para la que su esposa presta servicios y Pemex.
Es un escándalo, pero el supremo se sigue contando historias mañaneras –y piteras– acerca de su gobierno impoluto y ejemplar.
¿Dónde están los contratos de la Sedena para el AIFA? ¿Dónde están los gastos para ‘abrir’ y cortar la selva para el paso de un tren que amenaza los ecosistemas de la península?
Todos los días aparecen evidencias de una corrupción rampante ante la inexistencia de rendición de cuentas. Para este gobierno, entregar resultados, presentar reportes y gastos pormenorizados, es lo más cercano a llamarlos conservadores. Son incapaces de ofrecer información puntual, precisa, objetiva y transparente.
Todo es propaganda, discursos y promesas, logros que ni siquiera se han conseguido.
Funcionarios haciendo campaña para una consulta, sin el aval de la ley, porque lo importante es la demagogia, no la construcción de un gobierno honesto y rendidor de cuentas.
El gobierno anterior fue extremadamente corrupto, no sólo por los montos y desvíos como mecanismo instalado desde el poder, sino por su uso para fines electorales. Este es igual, o tal vez peor. Morena y el gobierno llevan gastados más de 5 mil millones de pesos en propaganda –sancionada por la ley– para la consulta ciudadana: a nadie rinden cuentas.
El gobierno federal paga a los ‘siervos de la nación’, que son un ejército de operadores políticos a favor de Morena, la misma práctica partidista de siempre. Se opera desde el gobierno federal y los estatales para favorecer al partido en el poder. Todos, históricamente, han repetido esa práctica funesta.
Este gobierno no rinde cuentas, se distingue por opaco y oscuro, además de repetir las prácticas perversas y corruptas del pasado.
Nada ha cambiado.
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