La Aldea

Generosidad política

Está claro que la estrategia del caudillo y del partido en el poder no será otra que golpear, dividir, provocar rencillas y fracturas con el objetivo de desmoronar al bloque opositor.

En estos días que se discute con pasión y esperanza el fortalecimiento de una oposición unificada, especialmente después del voto en contra a la reforma eléctrica de AMLO y Morena rechazada en la Cámara de Diputados, vale la pena reflexionar sobre los ingredientes para mantener esa unidad hacia 2024.

Dos premisas sólidas y categóricas: Morena no tiene la victoria garantizada en 2024, basado en los números de preferencia electoral y percepción ciudadana rumbo a las elecciones estatales de este año. Es decir, juntos PRI, PAN, PRD y MC derrotan en casi todos los terrenos y eventualmente, candidatos. Es decir, y aquí la segunda premisa, la unidad opositora tiene posibilidades de victoria contundente, no así la contienda de candidatos individuales por fuerzas separadas. De esa forma, muy probablemente, cualquier candidato o candidata de oposición sería derrotado por quien sea el o la abanderada de Morena.

Ya Enrique Quintana en estas páginas, entre otros, ha señalado los requerimientos para una candidatura de unidad: voluntad política, convicción plena de presentar una candidatura de unidad; método de elección discutido, aprobado, avalado por las fuerzas que integren dicho bloque; construir acuerdos; renunciar a ambiciones personales.

Y es en esta última que recae buena parte del auténtico esfuerzo para construir esa fuerza opositora.

Si las cúpulas partidistas insisten en imponer a sus propios personajes o candidatos, incluso a contraflujo de la preferencia ciudadana, la unidad quedará fracturada irremediablemente.

Existen ejemplos abundantes: en las últimas elecciones para gobernador en Campeche, el candidato mejor posicionado era el de Movimiento Ciudadano, según todas las encuestas y sondeos. El egoísmo y la imposición de Alito Moreno del PRI por forzar a su candidato, provocaron la derrota a manos de Morena.

Los dos estados que en las próximas elecciones de junio otorgan amplia ventaja y preferencia a Morena son aquellos justamente donde la oposición fue incapaz de presentar un candidato de unidad: Oaxaca y Quintana Roo.

Todo indica que para RESCATAR a México de la oscura y depredadora noche de la 4T, será necesario que los señores Moreno (PRI), Cortés (PAN), Zambrano (PRD) y Delgado (MC) ostenten su colmillo y experiencia política para hacer a un lado cualquier individualidad ambiciosa y cedan el paso a ese personaje aún desconocido que pueda unir y empujar una victoria contra Morena.

También hay casos en la historia política de México. El más notable me parece el del ingeniero Heberto Castillo, candidato presidencial del PMS (Partido Mexicano Socialista) en 1988, quien tuvo la elevada altura de miras y generosidad política para ceder su candidatura a favor de un mejor posicionado Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional (1988).

Don Heberto, mexicano ejemplar, no dudó en retirarse de la contienda a favor de un candidato con mayor arrastre, reconocimiento y posibilidades de triunfo.

Como registra la historia, el ingeniero Cárdenas fue el candidato en un proceso aún no aclarado suficientemente y del que el hoy flamante director de la CFE tendría aún que dar amplias explicaciones a los mexicanos.

Otro caso simbólico y representativo fue el de Marcelo Ebrard en 2010-2011, cuando su gestión al frente de la Ciudad de México y su impulso como gobernante, lo posicionaban como puntero en la candidatura de la izquierda mexicana (PRD en ese entonces), frente al segundo intento presidencial de López Obrador. Se midieron las fuerzas y los impulsos en encuestas poco diáfanas –al más puro estilo de AMLO– y Ebrard tuvo la altura, el reconocimiento y la madurez política para retirarse y ceder una potencial candidatura a quien, años después, volvería a ser su jefe.

La generosidad política será un ingrediente esencial en la construcción y consolidación del bloque opositor hacia 2024. Sin ella, todo estará perdido.

El problema es que es un ingrediente poco común en la política mexicana. Todo aspirante o suspirante piensa que tiene la fuerza y el empuje para conquistar el apoyo ciudadano, en cualquier entidad o contienda. Son contados los casos en que aspirantes han cedido ante la preeminencia en simpatizantes y respaldo que otro pueda tener.

Si Alito, Marko, Chucho o el propio Dante –más cerebral y estratégico que los anteriores, lejano ya a las mieles del estrado y el micrófono para sí mismo– no comprenden que tendrán que hacer muchos sacrificios, hacer a un lado a los de su propio logotipo, para empujar a candidatos mejor posicionados, la utopía de una candidatura de unidad será una mera entelequia sin propósito.

Está claro que la estrategia del caudillo y del partido en el poder no será otra que golpear, dividir, provocar rencillas y fracturas con el objetivo transparente de desmoronar a dicho bloque opositor.

Son ellos, los partidos de oposición, quienes cargarán con la responsabilidad histórica de actuar con madurez y altura de Estado, para RESCATAR a México de las destrucción institucional, la pauperización nacional y la implantación de un régimen clientelar, corrupto y antidemocrático.

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