El gobierno del presidente López Obrador se ha definido por rasgos que han marcado no sólo un estilo, sino un mecanismo de gobierno con graves consecuencias para México.
Una de las principales premisas es la lealtad por encima de la competencia. Importa mucho más la obediencia ciega, que la capacidad profesional.
No es una descripción exclusiva de este gobierno, muchos en el pasado han elegido funcionarios y altos servidores públicos, con base en la cercanía o la confianza del presidente.
Sin embargo, la falta de conocimiento o experiencia de este gabinete no tiene precedentes. No habíamos tenido un gobierno con efectos tan devastadores.
Es sabido que este gobierno desprecia el conocimiento, descalifica la experiencia, es displicente y hasta cínico con quienes poseen formación, capacidad profesional, trayectoria, hasta estudios avanzados.
Pareciera que la máxima consiste en la mayor ignorancia en la materia, condición esencial para ocupar el cargo.
Ejemplos sobran y son elocuentes: la mayor crisis educativa en la historia del país ha sido atendida por personajes de muy mediana capacidad profesional, amplia inexperiencia e incluso, torpeza mayúscula. Ahí tiene usted a Esteban Moctezuma al frente de la SEP los dos primeros años, el gran orquestador de la contrarreforma más retardataria para el país; para luego entregar a un relevo descendente en la maestra Delfina Gómez, quien ahora –para asombro del país– es apuntada por segunda ocasión al gobierno del Estado de México.
El relevo de Delfina es aún más penoso, la señora, que no maestra porque dejó las aulas hace más de 27 años y por supuesto no ostenta ningún posgrado, Leticia Ramírez. Exhibe con toda transparencia que la clave es la lealtad al caudillo, la fervorosa obediencia al presidente, como Claudia Sheinbaum, aunque no forma parte del gabinete.
Los secretarios de Comunicaciones y Transportes o de Economía, carecen de conocimiento en áreas extremadamente técnicas, con segmentos muy especializados y elevada complejidad en sus funciones.
Si revisamos Turismo, pudiera ser la excepción con un personaje –Miguel Torruco– dedicado y relacionado con la industria por décadas; sin embargo, poseedor de una incapacidad famosa en el sector. No coordina ni una ida a Xochimilco, ya no digamos las acciones nacionales de la segunda industria del país.
En materia de seguridad, el estrepitoso fracaso de la administración, la criminalidad creciente, desbordada y, además, diversificada que incursiona en negocios como la construcción, los combustibles, el control carretero, la extorsión, el derecho de piso y tantos otros. Los titulares de esa área –Alfonso Durazo, hoy gobernador en Sonora– y la hoy secretaria, se definen como aspirantes a gubernaturas, que utilizan el cargo de trampolín, y reconocen en público y en privado que es el presidente quien ejerce las políticas, la estrategia, por supuesto los recursos y el presupuesto en el sector. Los titulares del área fungen como meros operadores.
Tal vez eso explique el fracaso de la estrategia de seguridad pública en México.
Y así podemos recorrer cada dependencia, secretaría, ministerio u organismo descentralizado. Las aduanas tuvieron que pasar a manos de los militares ante la incapacidad del titular; el campo, abandonado y desatendido; el comercio internacional, desaprovechado e innecesariamente conflictivo.
Andrés Manuel López Obrador rechaza el conocimiento, desprecia la experiencia, devalúa la capacidad técnica de expertos, a quienes considera tecnócratas hijos del neoliberalismo.
No hay equipos especializados prácticamente en ninguna dependencia. Perdimos 20 años de formación de negociadores internacionales en materia de comercio exterior: simplemente los despidió y desestimó sus servicios.
La planeación de obras de infraestructura ha resultado un desastre ante la carencia de especialistas. No sólo se duplicaron costos y presupuestos (AIFA, Dos Bocas, Tren Maya) sino que además se hicieron por decreto, sin estudios, análisis, consideraciones de cada industria, del costo-beneficio, de cualquier parámetro técnico que arroje información de viabilidad y rentabilidad. Nada. Porque lo dice el caudillo que todo lo sabe.
Lamentable.
El resultado a todas vistas consiste en un grave deterioro de la administración pública federal. La pérdida de conocedores en cada materia, el abandono de la planeación, la estrategia, el beneficio para el país a mediano y largo plazos, no para el partido gobernante y sus candidatos.
Aquí se trata de votos, rápidos y al más corto plazo para garantizar la continuidad de la desastrosa 4T.
México ha perdido posiciones de respeto y credibilidad en el mundo, ha desaprovechado oportunidades fantásticas en la geopolítica económica y comercial (EU vs. China; nearshroing, etcétera.); ha deteriorado sensiblemente la relación de socios y aliados con Canadá y Estados Unidos.
Las razones radican en el barato discurso nacionalista de hace 50 años, antiyanqui y soberano, que cierra los ojos ante la globalidad, la competitividad internacional y la defensa ecológica y energética del planeta.
La mediocridad gubernamental marca el tono repetido y constante de la improvisación, de la ocurrencia, de la canción de Chico Che y las representaciones histriónicas de soldados y marinos.
Mientras, el mundo avanza, cambia, se reinventa todos los días. Nosotros nos vemos el ombligo, escuchamos la prédica diaria contra los conservadores y presenciamos el cotidiano empobrecimiento del país y del gobierno.
Esa será la herencia de la 4T, la mediocridad como gobierno.