Algunas de las decisiones más trascendentes de esta administración se han dirigido a las áreas de salud y educación. Medidas dictadas por el presidente, cuyo impacto y consecuencias afectarán a generaciones enteras de niñas y niños mexicanos en décadas por venir.
México fue poseedor de un modelo de vacunación infantil ejemplar en el mundo. Según infectólogos de esta y otras administraciones, técnicos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y ministerios sanitarios de muchos países visitaron México por años para estudiar y replicar el modelo de vacunación nacional. Un auténtico éxito internacional.
Los motivos estaban no sólo en su efectividad, oportunidad y previsión, sino ejemplarmente en la cobertura: 98.7 por ciento de la infancia mexicana era vacunada puntualmente para prevenir las muchas enfermedades que la ciencia ha ido acotando y neutralizando.
Según la Asociación Mexicana de Vacunología, el gobierno de México sufrió un derrumbe en la cobertura de vacunación infantil de 86 por ciento en los últimos dos años. En 2019, a 19.7 millones de infantes no se les aplicaron las vacunas correspondientes al primero y segundo años de vida.
Para 2020 esa cifra, ya escandalosa, creció de forma criminal: 23 millones de niños no recibieron su esquema de vacunación básica.
Expertos médicos afirman que el daño y la consecuencia en materia de salud pública puede ser devastador para las próximas dos décadas, con la eventual reaparición y difusión endémica de padecimientos ya controlados, e incluso desaparecidos en México, como la poliomielitis.
¿Qué causas condujeron al Sistema Nacional de Salud a perder lo avanzado y garantizado en etapas anteriores? Dicen los expertos que son varias: en lo político, este prejuicio fruto de la ignorancia, al considerar que todo lo que se hizo en el pasado estuvo mal hecho y, peor aún, cubierto y envuelto en corrupción. Por ende, había que desmantelarlo, desbaratarlo literalmente, para arrancar de cero.
Una segunda causa radica en lo económico: bajo la mirada austera del presidente, el gasto en salud y los muchos millones invertidos en vacunación infantil, era dinero mal gastado, mal administrado que seguramente –volvemos a la anterior– se iba más de la mitad en pagar sobornos y cochupos. Por ende, desfondaron el presupuesto para vacunas. No se compraron, no se ordenaron y no se aplicaron en etapas fundamentales del crecimiento infantil y del fortalecimiento inmunológico.
Las vacunas se compraron por décadas en este país por adquisición directa: era el gobierno, el secretario y los subsecretarios quienes supervisaban la adquisición a fabricantes y laboratorios. Los pedidos son millonarios en dosis y volúmenes, se debía hacer con mucha antelación y planeación. No intervenían particulares y, por ende, el control presupuestal era mucho más directo por un titular de Salud, responsable y con conciencia médica a favor de la infancia. Algo que también perdimos en esta administración.
Resultado: millones de infantes no vacunados, expuestos a tosferina, sarampión, viruela, polio, turberculosis y muchas más, a causa de la negligencia y la torpeza gubernamental.
Hablemos de educación. El rezago educativo, señalan los expertos, puede sumar dos ciclos escolares completos, en que los aprendizajes perdidos, el abandono escolar y la falta de conectividad durante la pandemia produjeron un auténtico escenario de desastre.
Datos sólidos para sustentar esta afirmación: preescolar perdió 13 por ciento de su matrícula; primaria 4.0 por ciento menos; secundaria, 3.0 por ciento; media superior, 7.0 por ciento.
Si sumamos todas estas cifras en personas reales de carne y hueso, alrededor de un millón 600 mil alumnos de diferentes etapas formativas se sumaron al abandono escolar.
México perdió año y medio de aprendizajes tras el cierre de las escuelas, mientras que el 8.0 por ciento de quienes concluyen secundaria no ingresan a preparatoria.
El daño es devastador. Nuestro sistema educativo, con deficiencias, programas cancelados, presupuestos sustraídos, enfrentó a la pandemia con muy pobres recursos.
En 10 años, incluso menos, tendremos perfiles de egreso de escuelas particulares con competencias, habilidades, aprendizajes construidos y posicionados, provenientes de escuelas privadas, mientras que habrá otro segmento de mexicanos cuya educación fue abandonada, relegada, negligentemente descuidada durante la pandemia y sus perfiles de egreso no alcanzarán mínimos internacionales (Prueba PISA) de comprensión lectora, capacidades matemáticas o comprensión de las ciencias.
La herencia de este gobierno a los niños de hoy será la de una salud deficiente, con enfermedades que dejarán secuelas o daños permanentes, y con un pobre marco formativo que dificílmente les permitirá enfrentar el mundo competitivo del siglo XXI.
Es por todos sabido que el presidente de la República destinó miles de millones de pesos a sus emblemáticas e incompletas obras de infraestructura y al rescate de Pemex, además de los programas sociales. El precio lo pagará la infancia de hoy con un pobre desempeño profesional, producto de una salud y una educación ninguneadas y despreciadas.