La Aldea

Guerra frontal

Mientras las ‘corcholatas’ buscan espacios, la imagen del senador Ricardo Monreal junto a López Obrador en el balcón de Palacio Nacional el 15 de septiembre hubiera sido épica, pero...

La fineza retórica y la aguda experiencia política no bastaron para que el senador Ricardo Monreal terminara enfrentado al presidente.

A pesar de sus muchas declaraciones: “yo nunca me confrontaré con el presidente”; “respeto el liderazgo y la autoridad del presidente”, y muchas más, terminó en estos días defendiendo la independencia, la autonomía de los legisladores que no se “doblegan ante nadie, más que frente al pueblo”.

Vaya contraste de tono, de lenguaje y de operación.

La batalla no sólo cruza por la anticipada sucesión presidencial y la pasarela de las corcholatas, que Monreal rechaza con razón, por deningrante y humillante. La batalla estalló ayer en la conformación de la nueva Mesa Directiva en el Senado de la Repúbica.

Don Ricardo, habilidoso y agudo como es, había construido un acuerdo a puerta cerrada entre sus seguidores en el Senado y el bloque opositor en conjunto (PRI, PAN y PRD).

La intención y estrategia eran postular y apoyar al propio Monreal como presidente de la Mesa Directiva. Una movida genial y perversa.

Imagine usted la escena en el balcón central de Palacio Nacional en las próximas fiestas patrias, en el desfile militar, en el mismo discurso prometido por el presidente. El mismísimo Ricardo Monreal al lado de López Obrador.

Una foto significativa, elocuente, en los tiempos en que las corcholatas buscan espacios, foros, pasarelas, Monreal junto al caudillo, en el balcón de Palacio. Hubiera sido una jugada ganadora.

El rechazo de Morena al interior del Senado para que Monreal ocupara esa silla, devino en la designación de un incondicional de Ricardo: Alejandro Armenta, quien se tropezó vergonsozamente en los primeros minutos: “Honraré al presidente”, dijo después de la votación que lo designaba como líder del Senado.

El bloque opositor rechazó la designación, argumentando institucionalidad –en otras palabras, no nos va a representar a los senadores, sino a AMLO– y falta de consensos.

El apoyo del frente de oposición era para Monreal, flotaba la apuesta de si tendría el valor de romper finalmente con Morena y aceptar el respaldo de la oposición.

Monreal no lo hizo, calculó su futuro, conocedor profundo de la mano pesada que caracteriza a López Obrador. Dio un paso atrás.

Lo cierto es que Morena tiene los votos propios y con sus aliados para colocar al nuevo presidente de la Mesa Directiva sin necesidad del acuerdo con el PRI, el PAN y el PRD.

Ha sido Monreal, el jugador de cartas quien construyó la premisa del consenso y el acuerdo entre bancadas. Sabe bien el senador que sin esa fina operación política y los votos que ciertamente aún tiene amarrados, Morena ya lo hubiera desplazado como coordinador y como operador en la Cámara alta.

Vaya metralla que ha aguantado Monreal. Antier mismo, medio gabinete le hizo el desaire por instrucciones superiores. Cuatro secretarios (Gobernación, Defensa, Marina y Hacienda) y hasta Mario Delgado, líder de Morena, se ausentaron de la plenaria legislativa.

Había una señal clara de “la superioridad”, no hay apoyo a los eventos que coordina, dirige o convoca Monreal.

Especialmente después de la polémica presentación del libro de Luis Estrada El imperio de los otros datos –en la propia sede del Senado– que arremete con precisión y objetividad en contra del presidente. Monreal lo recibió, difundió fotos en redes, aplaudió el libro.

La guerra con AMLO es abierta, frontal. Sin llegar –aún– a las rupturas, parecía que ayer era el día en que el senador Monreal se separaba formalmente del bloque presidencial para acercarse a la oposición. No sucedió, algo lo detuvo hacia el final de la tarde.

Otro lesionado en esta guerra de reconocimientos y respetos atropellados fue el senador mexiquense Higinio Matínez, a quien le habían ofrecido –a manera de compensación después de la desginación de Delfina Gómez como candidata al gobierno del Estado de México– la presidencia del Senado. Se quedó corto Don Higinio, 28 votos contra 36 de Armenta.

Múltiples esfuerzos se cocinan para evitar la ruptura, pero la posición inamovible e inalterable desde Palacio, es su voluntad: Monreal no será presidente de la mesa y tal vez, hasta la coordinación de la bancada pueda estar en juego.

Don Ricardo, conocedor profundo de los entresijos del poder, vende caro su amor, y guarda celosamente su baraja. ¿Quiénes lo apoyan? Es un secreto. Las votaciones han sido –para respiro y sobrevivencia de todos– secretas.

Vaya momento que se vivió el lunes cuando un senador morenista preguntó quién apoyaba a Monreal, y quién al presidente, colocándolos ya, exprofeso, en ecuación contraria.

Silencio sepulcral de todos, quienes sufrieron al considerar la exigencia de una votación abierta. ¡Fuera caretas!

¿Hasta dónde llevará la guerra el senador Monreal? ¿Se inmolará por su dignidad y por una democracia de la que todos hablan, pero nadie respeta a cabalidad? O ¿terminará negociando, obteniendo algo a cambio de su apoyo, de su moderada rebeldía a Palacio?

Hasta el cierre de esta columna, el debate continuaba en el Senado y no había presidente ungido.

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