La Aldea

Monreal, ¿el héroe de la democracia?

La historia coloca a Monreal como el dique en contra del atropello presidencial y le asigna un rol heroico por salvar un proceso que ha permitido transiciones pacíficas por más de 25 años.

Sin pensarlo, sin proponérselo, sin siquiera planearlo, la coyuntura y los arrebatos presidenciales lo vinieron a colocar en una posición que pudiera trascender la historia.

La anticipada derrota de la reforma constitucional en materia electoral, enviada por el presidente, condujo al gobierno por conducto de su atropellado secretario de Gobernación, a realizar una de las labores más vergonzosas en materia legislativa.

Adán Augusto se presentó el martes en la Cámara de Diputados, conocedor del fracaso que obtendría la iniciativa presidencial, para presentar lo que hemos conocido como el plan B.

Una iniciativa apresurada, improvisada, con artículos repetidos, capítulos duplicados y hasta faltas de ortografía, para modificar las leyes secundarias que regulan la conformación y estructura del Instituto Nacional Electoral (INE).

La prisa es mucha. AMLO quiere enviar un mensaje de que a él, al único, no lo derrota nadie. Nada de que “el INE no se toca”. Con excepcional cinismo, el propio presidente acompañó la ignominiosa visita de su secretario a San Lázaro, con el desafiante “el INE sí se toca, claro que sí”, porque lo digo yo.

No importan los cientos de miles de ciudadanos que marcharon en 60 ciudades del país para exigir, para demandar que el INE se mantuviera sin modificaciones ante los ofensivos intentos presidenciales, por descarrilar la autoridad electoral más confiable, creíble y transparente en la historia de México.

El presidente no escucha, no repara en considerar que sus arrebatos electorales, para controlar el sistema por las próximas décadas, registran un elevado nivel de desaprobación y rechazo.

AMLO escuda su decisión en dos encuestas que sostienen que el INE y nuestra democracia son muy caros y deben abaratarse. Ese argumento, maniqueo y tramposo, presentado así a la ciudadanía, provoca una extensa respuesta afirmativa. Pero nadie le preguntó a los encuestados si estarían de acuerdo en desmantelar al INE para ahorrar dinero. Esa seguramente, obtendría una respuesta negativa.

Pero el tema es que los ilustres diputados y diputadas de Morena, Verde y PT — las rémoras oficialistas— aprobaron en fast track el plan B. Sin ni siquiera leerlo. Abyecta e indignante conducta legislativa que renuncia a su función esencial: representar al pueblo de México, no al presidente ni a los partidos que los postularon.

Las diputadas y los diputados del bloque gobiernista aprobaron sin debate, revisión y análisis, una iniciativa que debilita significativamente la operación del Instituto.

Ya no le quita consejeros —como pretendía la iniciativa constitucional— sino que reduce los funcionarios de casilla, el secretariado general del Instituto, el órgano responsable de organizar, supervisar y capacitar a los funcionarios.

Las elecciones en México han sido eficientes y transparentes por 25 años, debido a la participación ciudadana colectiva, capacitada y entrenada por el INE, para desempeñarse como auscultadores, revisores, contrapesos de potenciales abusos y excesos.

El plan B del presidente destruye por completo esa estructura, y regresa a mecanismos de fácil control político por el gobierno o por los partidos. Un retroceso histórico para la democracia mexicana.

Pero resulta que aún hay esperanzas. No en los diputados —hay que decir que todos los de oposición votaron en contra, pero para esta iniciativa, hacía falta sólo mayoría simple— sino en los senadores.

Ricardo Monreal, líder de Morena en el Senado, afirmó que no van a atropellar el proceso legislativo de revisión y análisis profundo: se escucharán a todos los partidos.

La historia coloca a Monreal como el dique en contra del atropello presidencial, le asigna un rol heroico por salvar a un proceso electoral que ha permitido miles (más de dos mil) de transiciones pacíficas entre partidos a todos los niveles de gobierno por más de 25 años.

El plan B no puede pasar. No puede ser aprobado, porque desmantela la estructura que garantiza la transparencia y la rectitud de nuestras elecciones.

Sin funcionarios de casilla, sin servicio civil de carrera en materia electoral, volveremos a los centros de votación arrancados por partidos, al “ratón loco”, a “la urna embarazada” y tantas operaciones vergonzosas de nuestro pasado electoral.

El senador Monreal está en su propia ruta política de evaluar su permanencia en Morena, o buscar caminos alternativos fuera del oficialismo aplastante. Así fue la votación del martes por la noche en la Cámara de Diputados: sin debate, sin análisis, sin lectura de la iniciativa: la manda el presidente, y se votó en automático. Los peores recuerdos de la aplanadora priista, reproducidos hoy por Morena y sus abyectos aliados.

Ricardo Monreal tiene frente a sí, la responsabilidad histórica de detener un adefesio legislativo, aprobado en fast track por diputados, y servir como escudo ante la destrucción de la autoridad electoral.

Sin árbitro neutral, sin autoridad electoral autónoma y no sometida al Ejecutivo, la democracia mexicana se reduce a la voluntad del caudillo.

Muchas veces ha dicho que no “se enfrentará con el presidente”, tal vez don Ricardo llegó el momento de hacerlo para detener el secuestro del eficiente, profesional y respetado aparato electoral mexicano. ¿Será el senador Monreal el héroe de la democracia mexicana?

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