La Aldea

Ya chole

¡Ya chole!, con un partido, un presidente y un gobierno que violan la ley sistemáticamente, que patean el Estado de derecho y atropellan todo, porque así les conviene.

El presidente de la República, en su habitual manipulación de la realidad, afirma que la nueva marcha en defensa del INE es una excusa para defender a García Luna.

¿Dónde está la conexión entre un hecho y otro? Sólo él lo entiende, o lo fabrica, o se lo inventa.

El problema es que ya nos acostumbramos. Pronuncia un rosario de insensateces diarias de tal magnitud, que ya ni para qué prestarle atención.

Ya chole con la marcha para defender al INE, cuando lamenta que el propio Instituto no acepte su “plan B” electoral. Se atreve aún a señalar que los “consejeros no tienen vocación democrática”.

Y como ya nos acostumbramos, pues ni volteamos a ver. Vivimos en la actitud resignada de ser gobernados por un mentiroso compulsivo que afirma ser todo lo que no es:

“No soy rencoroso”, ha señalado en múltiples ocasiones. Todos los que lo conocen de cerca afirman exactamente lo contrario: no te perdona jamás.

“Yo no miento”, cuando es su actividad más extensa, continua y permanente.

Pero es más grave aún que tener a un propagandista de planta en la presidencia de la República. Tomará 10, 15 o más años reconstruir el daño destructivo a las instituciones de México.

Por ello es vital defender al INE de su ofensiva administrativa disfrazada de ajuste presupuestal contra supuestos excesos. Su plan B ataca la médula del Instituto Electoral, porque en los hechos debilita su capacidad esencial de organizar procesos electorales, capacitar ciudadanos, supervisar escrutadores y cumplir cabalmente con todas las funciones que la ley le asigna.

¿Por qué pretendería AMLO —el pseudo demócrata— entorpecer, dinamitar, burocratizar la transparente e impecable operación del INE?

Para mantener el control de los procesos, para ser él, caudillo máximo, quien designe a triunfadores y perdedores, para reducir la representación de la oposición, para arrollar con un movimiento a su imagen y semejanza.

AMLO no es un demócrata, no es un liberal en defensa de los derechos de la ciudadanía, del fortalecimiento de un Estado institucional que impulse el desarrollo de México. Es un conservador atrapado en complejos e ideologías añejas, que pretende imponer —así lo ha demostrado en cuatro años de gobierno— su visión de país.

El INE es el último bastión de la joven, imperfecta, incompleta y vulnerable democracia mexicana.

Si AMLO modifica la estructura del Instituto, provoca el despido de miles de trabajadores, atentará de forma mortal contra la organización equitativa, transparente, ciudadana de comicios. Tomará control del órgano, como ha sucedido con otros organismos autónomos.

La CNDH dejó de existir desde que instaló a Rosario Piedra de mayúscula incapacidad.

La CRE fue reducida a un órgano que acata las instrucciones de la Secretaría de Energía, cuando era un órgano regulador independiente.

La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) fue integrada por la misma Secretaría de Energía para nulificar su independencia y decisiones.

La Cofece languidece en la inoperatividad de comisionados no designados y presupuesto estrangulado.

El INAI sigue a la espera de poder completar su Consejo para poder ejercer votos, decisiones y funciones esenciales.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación sufrió gravemente por una presidencia (Arturo Zaldívar) sometida al Ejecutivo federal y ahora enfrenta el escándalo de la ministra espuria, propuesta y designada por AMLO para debilitar la autonomía de la Corte.

El Banco de México y su Junta de Gobierno enfrentará la ofensiva del Ejecutivo federal, con la llegada del nuevo subgobernador al servicio del caudillo.

Sólo nos queda el INE, por eso “ya chole” con salir a defenderlo, por eso le molesta tanto y reacciona furibundo al ligarlo al juicio de García Luna, donde su gobierno no tiene mérito alguno.

La investigación, acusaciones, integración de testigos y todo el proceso, son obra y trabajo de las agencias estadounidenses. AMLO informa todos los días para jugar al justiciero que encarcela a los supuestos corruptos. Su gobierno no hizo nada en cuatro años para detener, investigar, acusar a García Luna. Ahora, cuando los fiscales de Estados Unidos lo tienen en el banquillo, no faltó que el canciller —en la búsqueda de una estrellita en la frente— presentara una demanda para una supuesta “restitución” de 700 millones de dólares.

¿No le tocaría a la Fiscalía presentar evidencias de desvíos, cuentas, empresas?

Es que el fiscal general está ausente por enfermedad, pero el presidente, en su incontenible retahíla de mentiras, dice que está muy bien de la espalda y trabaja desde casa.

Ya chole con un partido, un presidente y un gobierno que violan la ley sistemáticamente, que patean el Estado de derecho, que atropellan continuamente a empresas, ciudadanos, organismos, porque así conviene al futuro nebuloso de Morena.

Ya chole con la mentira sistémica, con la movilización callejera para distraer la atención de un fracaso estrepitoso, de docenas de promesas incumplidas, de trenes que chocan, sistemas que se caen, obras que no funcionan.

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