La Aldea

Como anillo al dedo

La elevada curva de crímenes y la violencia imparable obedecen, según el presidente, a los errores cometidos hace 17 años en materia de seguridad.

El veredicto en contra de Genaro García Luna en una Corte de Nueva York, ha venido como cereza de pastel para Andrés Manuel López Obrador.

Y no sólo porque como hemos aprendido estos casi cinco años, el juicio y el dictamen del jurado alimentan como pocos elementos, el espectáculo diario de cada mañana.

La culpabilidad de García Luna según esta Corte estadounidense, brinda sustento a la retórica violenta del pasado sobre la que AMLO ha construido su fracaso en materia de seguridad.

Todo es resultado de la fallida guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón en 2006. Lo que vivimos hoy en México, la elevada curva de crímenes, la violencia imparable en 2023, obedece según los ojos del presidente, a los errores cometidos hace 17 años.

El veredicto determina que el exsecretario de Seguridad Pública (2006-2012), es culpable de los cinco cargos por los que fue procesado, por lo que Andrés Manuel no sólo recrudece su distractor y absurdo discurso contra Calderón y su gobierno, sino que además afirma con el pecho abierto, “ahí está la prueba, se los dije, ellos eran y son los malos, los criminales, los cómplices de la mafia, nosotros somos diferentes”.

A nivel de discurso puede sólo agregarse a las letanías cotidianas, el problema es que esto incide en otros niveles de política pública y, sobre todo, de campaña electoral.

AMLO ahora se lanza cual cruzado de la justicia y la paz —ambas falsas y sin sustento durante su administración— a la caza de Felipe Calderón. Pidió en su mañanera de ayer, que responda el expresidente si sabía o no de los acuerdos secretos de su subordinado, del poder inmenso —dijo— del que gozó García Luna, del porqué lo mantuvo el sexenio completo, y así por el estilo.

No defiendo a García Luna. Ignoro si es culpable o inocente, porque el juicio pareció más un show mediático tendiente a convencer a la opinión pública y a los jurados, que demostrar sin duda razonable la culpabilidad del acusado. Cero evidencia, carente por completo de pruebas irrefutables, cuentas, transferencias, pagos, propiedades, documentos. Nada.

El juicio se construyó con base en la serie de testimonios de delincuentes confesos y sentenciados, de dudosa credibilidad, que además obtendrán beneficios por declarar en contra del acusado: les reducen sentencias y les otorgan otros beneficios.

Ese es el sistema de justicia americano. Así funciona el cuestionable aparato de impartición de justicia.

Pero para la política mexicana tiene enormes repercusiones.

AMLO lanza una cortina de humo para distraer su evidente fracaso en materia de seguridad, la fallida estrategia de “abrazos, no balazos”, que ha colocado a México entre las 10 ciudades más peligrosas del mundo por su índice de criminalidad.

Es preferible hablar de los errores de hace 18 años, o de la fallida guerra contra el narco que explicar por qué hoy esto no sólo es un desastre aumentado, sino según los números de víctimas, homicidios, extorsiones y feminicidios de este país no hay perspectivas de mejora. El sangriento país de AMLO.

Tampoco explica el justiciero presidente López Obrador por qué su Fiscalía, la que dirige Gertz Manero al servicio del presidente, no tiene una sola investigación, expediente, carpeta abierta en contra de García Luna por narcotráfico o delincuencia organizada, cuando esos supuestos delitos, se cometieron en México.

Todo el caso se construyó en Estados Unidos. Aquí no se hizo nada.

Hoy de forma ridícula, el gobierno mexicano pretende confiscar propiedades en Florida, que además, solicita a la Fiscalía de ese estado les proporcione información de cuáles y cuántas son. Patético.

La justicia —si acaso— es la de allá. Aquí nada.

Más aún, los señalamientos existentes de connivencia, complicidad, protección de un gobierno al Cártel de Sinaloa, son contra López Obrador, que ha visitado Badiraguato —la capital de la organización— en varias ocasiones e incluso, saludado de mano y reunido en privado con la familia del Chapo.

Ovidio Guzmán —hijo del Chapo— fue liberado a lo largo de tres años por este gobierno, provocando enormes sospechas y molestia desde la DEA en Washington. A estas alturas y después del juicio a García Luna, se ve improbable que México vaya a extraditar a Ovidio hacia Estados Unidos, en prevención de la información que pudiera ofrecer bajo el programa de testigo protegido.

Imagine usted a Ovidio en Nueva York declarando contra AMLO y su gobierno en unos años. Sería demoledor.

Como anillo al dedo vino el juicio y el veredicto de García Luna.

Andrés Manuel puede desviar la atención con la narrativa de los criminales del pasado, la violencia desatada por Calderón y la sombra de sospecha que arroja recrudecida sobre el expresidente.

¿Y su gobierno presidente López Obrador? ¿Y la impunidad? ¿Y los miles de capos medianos y altos que operan con absoluta libertad en los últimos cinco años sin que nadie los persiga?

García Luna pasará muchos años tras las rejas. Tal vez lo merezca.

Pero los mexicanos queremos que la violencia y el crimen se resuelvan ahora, eso nos prometieron. No seguir buscando explicaciones de hace 18 años para disimular la ineficacia, la ineficiencia y la complicidad.

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