El espectáculo brindado estos días por la señora Yasmín Esquivel lastima profundamente al Poder Judicial de la Federación. Y lo hace no sólo porque mancha, enloda, desprestigia a la Corte y al Poder Judicial en su conjunto, sino que insiste a toda costa, en mantenerse en su sitio mediante recursos opacos, legaloides y vergonzosos.
Una jueza del Juzgado Quinto en Materia Administrativa, la señora Sandra de Jesús Zúñiga, dictó una suspensión definitiva para que el Comité de Ética de la UNAM revele, difunda o informe sus conclusiones en torno al plagio de la tesis de licenciatura.
La intención es amordazar a la máxima casa de estudios, que no diga, que no hable, que no se manifieste ante tan vergonzoso asunto.
Resulta patética la postura de la ministra al acallar a un conjunto de académicos que pretenden llegar al fondo del asunto. Exhibe con claridad una conducta indebida, ilegal que la señora Esquivel pareciera pretender ocultar.
Pero más aún, ¿y la jueza? ¿No se supone que es autónoma e independiente? ¿Por qué tirar un velo oscuro que contradice la transparencia del Poder Judicial, de la Corte y de la supuesta justicia en México?
Que la UNAM hable —ya anunciaron que impugnarán la suspensión dictada por la jueza— y que exprese con claridad y transparencia el fallo al que el Comité ha llegado, en absoluta autonomía e independencia, sin presiones de ninguna oficina gubernamental.
Pero el vergonzoso tema no concluye aquí.
Por la brillante investigación de El País, ahora sabemos que la conducta de la señora ministra, cuestionada y señalada como ilícita y carente de ética en la UNAM, se replicó en la Universidad Anáhuac donde aparece un trabajo para titulación doctoral que contiene un significativo porcentaje de material copiado, duplicado, plagiado de otros trabajos en la materia. No sólo a juristas eméritos como Ignacio Burgoa, sino a otros juristas españoles también.
Es decir, Yasmín Esquivel tenía un modus operandi en cuanto a tesis profesionales se trataba: copiaba disertaciones completas, páginas enteras, capítulos muy extensos y se los adjudicaba como propios.
No sabemos aún de su tesis de maestría, pero dados los antecedentes de la tesis de licenciatura y de doctorado, no sería descabellado considerar que utilizó la misma metodología.
La señora ministra no da la cara. No enfrenta los cuestionamientos. Es más, se ausentó de sus responsabilidades en el pleno de la Corte lunes y martes de esta semana.
Hay casos históricos de secretarios de Estado plagiarios en el pasado —que perdieron sus cargos, por cierto—. Hay casos de gobernadores que falsearon tesis y trabajos publicados.
Fueron exhibidos en su momento y condenados públicamente por su desfachatez y su cinismo.
México no puede tolerar a una ministra de la Suprema Corte de Justicia de dudosa reputación, con evidentes carencias éticas en su formación profesional y de cuestionable comportamiento jurídico.
¿Alguien le preparará las ponencias y posicionamientos en los delicados votos de la Corte?
¿Los manda a hacer? ¿Se los copia a sus colegas ministros? ¿se los hacen llegar desde fuera de la Corte?
Un juez debe ser intachable, irreprochable, con absoluta transparencia, objetividad, equilibrio y argumentación para explicar su proceder ante la sociedad que le ha otorgado ese importante rol.
El sistema de justicia mexicano tiene enormes carencias, procesos burocráticos, corrupción infestada en juzgados y ministerios públicos. Por lo menos la Corte debiera hacer todo a su alcance para preservar cierto prestigio, independencia, imparcialidad.
El reciente periodo de Arturo Zaldívar como presidente dejó enormes vacíos, expedientes sin atender, fallos pendientes, pérdida de autonomía frente a las constantes presiones del Ejecutivo. El prestigio personal del ministro Zaldívar, sufrió gravemente durante su paso por la presidencia de la Corte.
Yasmín Esquivel debe, como un tardío ejercicio de profesionalismo y exigua ética, renunciar a su cargo, liberar a la Corte de cuestionamientos y señalamientos múltiples, para evitar daños colaterales a sus colegas.
Durante muchos años pasaron inadvertidos sus trabajos de titulación. Hoy existe evidencia clara de que los trabajos que presentó no son originales, no son de su autoría y la misma obtención de sus grados queda en entredicho. 170 académicos de México, piden su renuncia. ¿Qué más?
¿Usted imagina a un juez en otra parte del mundo en medio de este escándalo?
Sólo en México. La ministra se coló, sin méritos académicos ni tesis auténticas, para ocupar cargos que fue escalando.
Después, la torcida política y las influencias de la 4T la hicieron ministra sin credenciales, sin el aval académico requerido. ¡Que renuncie! O que sea retirada e invitada a salir!