El excanciller y precandidato presidencial, Marcelo Ebrard, lleva días con señalamientos agudos en contra de sus contendientes y en contra del proceso interno de Morena.
En concreto, en contra de varios gobiernos estatales y de forma muy señalada, en contra de Claudia Sheinbaum por diversas razones.
El día de ayer lanzó una serie de acusaciones por supuestos desvíos de recursos públicos en beneficio de la precandidata y exjefa de Gobierno. Afirmó que acarreos, recursos “masivos” desde la Secretaría del Bienestar, pintas en todo el país, espectaculares a favor de la campaña de Sheinbaum, exhiben una operación generalizada para favorecer a la aspirante capitalina.
Ebrard pidió a Morena y a los gobiernos estatales respetar las reglas internas acordadas para la contienda.
Dijo, incluso, que se pagan encuestas para proyectar una falsa ventaja de Claudia Sheinbaum, cuando en realidad es él —presentó gráficas y encuestas— quien va a la cabeza.
Un auténtico tronadero de reclamos, demandas e inconformidades del señor Ebrard, quien afirma que Claudia va por el país afirmando ser la favorita del presidente.
“Llamo a Morena, una vez más”, afirmó, a poner orden a esta avalancha —la palabra es mía— para evitar un desastre al interior del partido en el poder.
¿De qué está hablando Marcelo Ebrard? ¿Hay en verdad una operación de Estado para impulsar la candidatura de Sheinbaum? Aparentemente, la hay, desde los gobiernos estatales —aquellos que no han aceptado la presión y el chantaje del otro contendiente Adán Augusto López— que derraman recursos y propaganda a favor de la exjefa de Gobierno.
¿Hay sorpresas? Desde mi punto de vista no. Perdón por la ingenuidad al equipo de Ebrard, donde probablemente pensaron que habría piso parejo y contienda equilibrada, pero bajo la mirada de muchos, había, desde el principio, una favorita.
Ebrard aparece desesperado, desencajado con acusaciones y quejas que más bien bosquejan el discurso del perdedor. Descalifica al proceso y al método, a la falta de intervención de Morena, a la desbocada caballada a favor de “la favorita”. Se enoja, se inconforma, se molesta y emite acusaciones a diestra y siniestra.
¿Está sentando las bases y los antecedentes para una ruptura? No lo sabemos, por el contrario, los cercanos afirman que nunca romperá ni buscará un camino alternativo, si Morena no lo favorece con la candidatura. Más aún, afirman que a lo largo de su carrera, nunca ha dado un solo paso disruptivo, siempre al interior de los cauces institucionales. Esto es considerando que cuando rompió con el PRI, lo hizo bajo la aún tutela de su mentor Manuel Camacho Solís. El que rompió y se fue de aquel gobierno y de aquel PRI fue Camacho, y Marcelo lo siguió.
De cualquier forma hay un cuestionamiento de fondo al proceso interno, al que por cierto ya le respondieron todos: Adán Augusto, “la desesperación no conduce a nada”; Fernández Noroña: “Ebrard es un pedante y soberbio que no reconoce”; Monreal: “se deben atender las quejas de Ebrard”; Claudia: “no ha habido acarreos, no ha habido recursos públicos, lo niego absoltamente”.
Marcelo está lanzando un torpedo poderoso a la “credibilidad” y “transparencia” del proceso interno, justo en los días en que Morena está por definir —vía sorteo— las casas encuestadoras que habrán de realizar el sondeo.
Un candidato de su peso y envergadura, cuestiona la pulcritud de la elección interna, y arroja una extensa sombra de dudas sobre la limpieza con que Morena y Claudia han operado.
Pero de fondo, también es la voz desesperada de quien se anticipa derrotado. Llama la atención su exigencia, su demanda por el respeto a las reglas, cuando claramente es y ha sido quien más las ha burlado en términos de contenido. El INE y Morena establecieron que no hubiera propuestas a lo largo de los mítines y recorridos, y que tampoco hubiera confrontaciones entre aspirantes.
Marcelo ha presentado un plan de seguridad ciudadana, un plan económico, una propuesta de pasaporte violeta, plan de salud, etcétera. Claramente, pasó por alto el acuerdo y la disposición sobre propuestas.
Pero también sobre ataques o señalamientos a sus contendientes: es el único que ha interpelado directamente a Claudia Sheinbaum en más de tres ocasiones por lo menos.
El ordenado, armonioso y controlado proceso sucesorio de Andrés Manuel está muy cerca de convertirse —si nos atenemos a las palabras del excanciller— en un auténtico caos. Uno de los aspirantes, el número dos, según las encuestas —pagadas, dice él— está torpedeando el proceso, la falta de acción de la dirigencia y la derrama abundante de recursos públicos a favor de una aspirante. Es decir, lo más parecido al PRI del pasado, y lo que tanto criticaron el propio presidente y sus acólitos.
Ebrard exhibe una elección amañada, preseleccionada con el montaje de un proceso que solo sirve para exaltar los ánimos y hacer propaganda. El ‘gran elector’ decidió con mucho tiempo de anticipación.