La Aldea

La guerra de los huipiles

‘Alito’ no podía dejar pasar el momento para declarar que su candidata no concentraba las preferencias. ¿Para qué? ¿Con qué fin? ¿Por qué adelantar los conteos y los resultados?

La intervención de los liderazgos partidistas en la definición de la candidata presidencial en el Frente Amplio, ha producido no solo incomodidades, molestias, atropellos, sino una innecesaria fricción entre los equipos y las aspirantes.

Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes hicieron, hasta ayer, su mejor esfuerzo. Foros, ideas, señalamientos, críticas profundas a la 4T, encuentros múltiples con grupos y sectores sociales.

El cobijo de las organizaciones civiles parece haberse cargado más del lado de Xóchitl, puesto que le organizaron varios eventos y foros. Pero la fuerza de movilización del PRI brindó también espacios y respaldos a Beatriz.

Todo parecía ir bien en términos de expresión de preferencias, hasta que los eternos y mezquinos presidentes del PRI y del PAN, tomaron la palabra.

Ojo, que el PRD ya había tenido su minidrama con la pataleta innecesaria e insulsa de Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera. Pero superado ese momento y con el regreso tímido y avergonzado del sol azteca, vino el turno del tricolor.

Alito no podía dejar pasar los reflectores y el momento coyuntural para declarar que su candidata no concentraba las preferencias. ¿Para qué? ¿Con qué fin?

El acuerdo cupular partidista señalaba que irían juntos, cualquiera que fuera la ganadora en la recta final.

Sin embargo, hay que agregar el contexto de los acuerdos previos, desde las elecciones en el Estado de México y Coahuila. Cuando el PRI respaldó a Alejandra del Moral con toda la fuerza, acordaron que el PAN llevaría la preeminencia en la Ciudad de México y en la presidencial.

Y si es el PAN quien tiene aparentemente la aspirante más reconocida en encuestas serias (El Financiero, Mitofsky y Reforma), lo lógico es que el PRI reconociera. Pero ¿por qué adelantar los conteos y los resultados?

Alito está haciendo las cuentas para la integración de las listas y de los 300 distritos de mayoría en la Cámara de Diputados. Con el triunfo de Xóchitl en las encuestas anunciado ayer, Alito adelanta los acontecimientos, suprime la votación del domingo y entrega en charola de plata la cabeza muy noble y digna de Beatriz. Con ello, podrá negociar una mayor cuota de curules y distritos para la futura Cámara.

Una bajeza con Beatriz Paredes, quien es una política de entereza profesional, calidad internacional y mujer de Estado.

Alito y sus mezquindades, como lo tundieron en redes y en medios en la voz de muchos politólogos, ya hasta salió a decir que “sacrificó sus aspiraciones personales”, un gesto de nobleza inusitado.

La historia demuestra que cuando los liderazgos partidistas se apropian de las estructuras, de los cargos y designaciones, provocan choques internos y una escisión inevitable.

Sucedió con Madrazo, sucedió con Anaya para citar dos ejemplos. Los partidos no pertenecen a los líderes, y el PRI, al paso de los años, sigue sin aprender la lección.

A Marko Cortés y el PAN se les acomodaron los astros para traer al mejor as de la baraja. Ahora resulta, después de múltiples elecciones estatales perdidas, que el PAN no solo encabezará el frente, sino que trae, a diferencia del 2012, una candidata ganadora.

Veremos.

La firmeza política de Xóchitl permitiría adelantar que no cederá a la imposición de compromisos partidistas. Que le elijan al gabinete, que le seleccionen a todos los integrantes de su campaña. Será difícil aguantar la presión. Ahí tiene usted el —ese sí— sacrificado caso de Santiago Creel, a quien invitaron a renunciar para evitar la división del voto. Y como cortesía lo hicieron coordinador. Innecesario por parte del partido, aunque generosa la conducta de Xóchitl.

Los partidos no son estructuras democráticas, no impulsan las asambleas y los consensos, no promueven decisiones colectivas, procesos transparentes. Son aparatos de poder, regidos por líderes controladores y centralistas, que reproducen añejos modelos personalistas.

Pero ahora viene la batalla de verdad: ¡vencer al oficialismo! Terminar con esta noche de terror que adquiere tonos cada vez más oscuros y preocupantes, como la embestida indecente contra el Poder Judicial de la Federación.

A cambio del gesto del PRI ayer por la tarde al anunciar su apoyo incondicional a Xóchitl, Alito calcula también arrebatarle la candidatura unificada para la Ciudad de México. Circula con fuerza el nombre de Enrique de la Madrid, como un candidato interesante y bien posicionado para la capital. A ver si el PAN accede.

Por lo pronto, como dicen los muros de pintas en todo el país, “Es Xóchitl” con X, que se convirtió en candidata presidencial única en la historia política de México, de una coalición entre el PRI, el PAN y el PRD.

Enfrentará al monstruo oficialista de Morena con todos sus recursos.

¿Puede ganar? Por supuesto que sí. Ya sucedió en la historia reciente cuando Fox venció al priismo enquistado de 70 años.

Será una campaña atroz de bajezas e intervenciones estatales, de presidencialismo sobrevalorado, de una transformación convertida en destrucción.

Las cartas estarán echadas cuando el día 7 se anuncie a Claudia Sheinbaum como candidata de Morena.

Ahí arranca la historia.

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