La Aldea

Adiós, Andrés

Andrés Manuel llegó por perseverante, por necio e insistente; por congruente también en no dejarse seducir por los dineros del poder, los cargos o las componendas.

Empiezan los adioses, las despedidas, los homenajes. Uno más patético que otro. Lo militares, convertidos en albañiles y en agentes aduanales, le extienden un abyecto “gracias, comandante supremo, por guiarnos”.

La impresentable responsable del deporte nacional (Conade), Ana Gabriela Guevara, asiste a la despedida y recibe un “hizo un magnífico trabajo”. ¿Sabrá el presidente que sus familiares cobran en la Conade? ¿O de la pésima opinión que entre los deportistas olímpicos existe de la señora Guevara?

No importa. Nada importa. Se va el caudillo, el padre de la mal llamada transformación; el servilismo estará a tope. ¿O será que de verdad no se va sino que se queda, como Juan Pablo II? ¿O será que se va, pero seguirá a distancia mediante el ya tan mencionado obradorato?

Andrés Manuel llegó por perseverante, por necio e insistente, por congruente también en no dejarse seducir por los dineros del poder, los cargos o las componendas. Llegó casi por sí mismo, al romper con el PRD, que rechazaba sus caprichos y después de fundar su propio movimiento.

Hoy en retrospectiva, es innegable su genio político. A muchos nos podrá parecer chocante su estilo chabacano, rupestre, de político de kiosko, de zorro viejo y manipulador. Pero la historia le reconocerá su habilidad para construir un aparato que hoy gobierna a poco más del 70 por ciento de los mexicanos, y pretende instaurar para muchos años más.

Escucho analistas políticos que lo siguen denostando, que afirman su cerrazón y su juicio obtuso, que para otros es sinónimo de tesón y firmeza de convicciones.

Como usted lo quiera ver, pero en los hechos, este señor que inició su carrera bloqueando pozos petroleros en Tabasco hace casi 30 años, cosechando desacatos judiciales y juicios desechados por sus múltiples violaciones a la ley, es hoy el amo del país.

Manda en el Congreso, mandará en el Poder Judicial, controla a su sucesora, y es el todopoderoso en Morena.

Por si faltaran elementos, ha destruido a la oposición, reduciéndola a su mínima expresión. El PRD literalmente fue borrado del escenario. El PRI hoy es un partido complementario, colateral, incapaz de grandes iniciativas y proyectos con una representación mínima en las cámaras y en los gobiernos estatales. El PAN, fragmentado, dividido, torpemente dirigido, otorgó al traidor que les entregó el voto necesario para la aprobación de la reforma judicial. No hay más, MC es comparsa.

Andrés construyó un discurso y estilo político sustentado en sus mensajes matutinos, bajo el eje cardinal del ‘Por el bien de todos, primero los pobres’. Con esa sobada premisa, algunas veces cierta y otras muchas vacía como cántaro sin agua, sirvió para introducir en la Constitución programas sociales que ahora estrangularán a la próxima administración.

Pero eso tampoco importa, porque le quitarán en la misma Carta Magna la categoría de empresas productivas a Pemex y CFE, para convertirlas en empresas de interés público. ¿Qué quiere decir? Que ya no va a importar que pierdan miles de millones de los mexicanos; no importará su eficiencia administrativa ni mucho menos su rentabilidad.

Serán pozos sin fondo como el Tren Maya, el AIFA o la refinería Dos Bocas, obras emblemáticas de un sexenio que aparentó gastar en infraestructura para dilapidar miles de millones por torpezas, improvisación, caprichos y repulsión al conocimiento y la experiencia.

Es tan corrupto robarse el dinero público o entregarlo a empresas de amigos, compadres y familiares, como dilapidar los recursos de la nación por indolencia o imposición.

Andrés pasará a la historia como el presidente que hizo su voluntad sin cortapisa ni contrapesos en prácticamente todas las áreas, y cuando la ley —la famosa ley que no es la ley— se lo impidió, diseñó formas y mecanismos para burlarla.

Ese es su origen, esa es su naturaleza política primigenia, desde Tabasco y los pozos, desde los requisitos violados para ser candidato al entonces Distrito Federal, desde el famoso desafuero por desacato que le perdonaron como tantos otros. Un político que llegó a la cúspide mediante la violación de la ley sin consecuencia alguna.

Algún talento debemos reconocerle.

De los responsables de todas estas concesiones jurídicas la lista es larga. Zedillo, Fox, Creel, Calderón, Peña, los Chuchos, Pablo Gómez y tantos otros, que nunca dimensionaron su verdadera talla, que lo minimizaron y disminuyeron, hoy se alza como el más grande de todos esos por su astucia política, por su maña manipuladora, por su convicción autocrática.

Se llama a sí mismo un demócrata, y lo hace Claudia su sucesora, cuando hemos visto cientos de conductas antidemocráticas durante su gobierno.

Como dijo Roger Bartra en El Financiero Televisión, Andrés no es de izquierda, no es liberal y mucho menos es un demócrata.

Hoy el país entero vivirá las consecuencias de tantos perdones, de tantas concesiones, de tantas indolencias: la reforma judicial es un hecho consumado y al término de su gobierno, su sombra y huella quedarán establecidas por mucho tiempo.

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