La Aldea

Infonavit: desgracia y tragedia

Con Octavio Romero y la nueva reforma, al Infonavit solo le esperan debacles administrativas, financieras y de negocios rebosantes en corrupción y nepotismo.

A la presidenta de México le vendieron la idea de que con la reforma al Instituto para la Vivienda cumplía dos metas en una sola: hacer efectiva la anunciada hazaña de construir un millón de viviendas para los trabajadores en este sexenio (2024-2030) y, al mismo tiempo, casi sin que sea relevante, tomar control de unos fondos gigantescos para cubrir el déficit del presupuesto.

Más de 2 billones (2.4 para ser exactos) están en las cuentas privadas propiedad de los trabajadores, que opera y maneja el Infonavit. Un botín muy apetitoso para los señores de Hacienda, a quienes no les alcanza el presupuesto para el 2025.

Para ello inventaron una cantidad de vueltas y enrolladas iniciativas que regresarán, a partir de ya —la ley fue aprobada y se espera su promulgación— al Instituto al modelo con el que fue fundado en 1974: la construcción de viviendas.

Ese modelo se abandonó después de 10 años por múltiples razones, como la sobreoferta en el mercado; había —hay todavía— miles de viviendas desocupadas por miles de familias a quienes les asignaron más de un crédito, una cuenta y un inmueble.

Una persona que trabajaba en mi oficina me relató su caso: yo tengo mi vivienda por mis años de trabajo, mi esposa tiene la suya por ser enfermera en un hospital público, mi suegra tiene otra por la herencia de su esposo obrero de fábrica y a mi hijo, ya en sus 23-24, están a punto de asignarle otra. ¿Qué vamos a hacer con tantas casas?

Le dije: véndalas o réntelas; le aportará un ingreso adicional.

Me respondió: las tenemos vacías, nadie las quiere. Hay muchas.

Ese fenómeno, presente hoy en día, condujo al Infonavit hace más de 25 años a suspender el modelo de construcción, para mudar al modelo financiero.

Ofrecer créditos, préstamos y otros recursos e instrumentos para que cada trabajador pudiera elegir qué hacer con sus ahorros.

Además, claro, de la corrupción. Docenas de funcionarios de alto nivel, sindicalistas, hijos de sindicalistas, aparecieron con sus constructoras para edificar vivienda bajo contratos con el Instituto. Inmejorable negocio.

La presidenta Sheinbaum ha designado a Octavio Romero Oropeza, el peor director en la historia de Pemex —los números lo sustentan— para dirigir al Infonavit y encabezar la implementación de la nueva reforma. Una absoluta tragedia.

No solo por la reconocida incapacidad del individuo, sino porque es un agrónomo primero al frente del crudo y del gas —de ahí el desastre— y ahora al frente de la vivienda.

Pésimas expectativas, grandes negocios, amplio nepotismo —sucedió en Pemex con múltiples parientes— y ahora la destrucción de uno de los últimos institutos de conformación tripartita en México.

La reforma no solo cambia el modelo, establece la creación de una empresa constructora filial del Infonavit, sino que además modifica la Asamblea y el Consejo y otorga al susodicho director facultades especiales y extraordinarias. Veto y voto, reducción del número de representantes de los trabajadores y de los patrones, aumento de representantes del gobierno. Se acabaron las decisiones tripartitas.

Como sucedió con otras dependencias, antes autónomas e independientes, la Comisión de Derechos Humanos, la Reguladora de Energía y la de Hidrocarburos han sido colonizadas por Morena y sometidas al gobierno. Adiós autonomía e independencia.

Los presidentes siempre designaron al director del Infonavit, desde su creación. Pero el funcionamiento y la estructura interna contemplaban equilibrios entre representantes patronales y sindicales. El director no era amo absoluto de los dineros o las decisiones.

Eso cambiará a partir de esta reforma, y además, con el más inepto integrante de la administración pública durante los últimos 6 años.

Y está peleado, porque por ahí aparecen Alcocer —Salud— y varios otros en Comunicaciones, Gobernación o Educación.

Pemex está hoy endeudado —ya estaba, solo aumentaron el monto—, destruido en su producción, desmantelado en su extracción y muy pobre en refinación. El modelo anterior fue un fracaso.

El gobierno le tuvo que inyectar 1.5 billones de pesos a una empresa a la que le cuesta más extraer y generar un barril de petróleo que refinarlo. Una desgracia.

El responsable, el mismo agrónomo que hoy despacha con cinismo en la vivienda.

Al Infonavit solo le esperan debacles administrativas, financieras y de negocios rebosantes en corrupción y nepotismo.

Así como desaparecieron los fideicomisos y los ahorros de México con López Obrador, así desaparecerán los 2.4 billones de pesos, en unidades y casitas, para cubrir un descomunal desfalco a la nación y a los trabajadores.

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