Desde el otro lado

¿Puede ganar Xóchitl la elección?

Xóchitl Gálvez necesitará destacarse en los debates, evitar errores y, quizá lo más crucial, capitalizar cualquier fallo que su adversaria pueda tener.

Con el inicio de las campañas, surge una interrogante que resuena en cafés, análisis mediáticos y equipos de campaña: ¿Está ya decidida la elección o aún existe la posibilidad de que Xóchitl Gálvez se proclame vencedora? En este momento, las encuestas le dan una amplia ventaja a Claudia Sheinbaum, pero la historia nos enseña que en política los escenarios pueden cambiar drásticamente.

En otros países, eventos de alto impacto han volteado las preferencias electorales en cuestión de horas. Tal es el caso, por ejemplo, del ataque terrorista en España el 11 de marzo de 2004, que minó al PP en beneficio del PSOE. Pero incluso en condiciones normales, las preferencias electorales suelen cambiar a lo largo las campañas. Así ha sido la historia de las elecciones en México, según datos recopilados por Roy Campos para Mitofsky, desde el año 2000 hasta 2018.

En la elección de 2018, la ventaja de Andrés Manuel López creció significativamente a lo largo de la campaña. En los últimos tres meses, ganó 12 puntos porcentuales en las preferencias, a expensas de Ricardo Anaya y José Antonio Meade, un swing de votos nada despreciable que llevó a López Obrador a ganar con 55 por ciento de los sufragios.

En 2012, a tres meses de las elecciones, Enrique Peña Nieto mantenía una ventaja de 20 puntos porcentuales sobre Josefina Vázquez Mota. Los resultados finales, sin embargo, fueron muy distintos: Peña Nieto ganó, pero solo por 7 puntos de diferencia respecto a López Obrador, quien sobrepasó a la candidata del PAN.

En 2006 las tendencias mostraron un patrón de cambio distinto. Ahora hubo ‘saltos’ que incluso implicaron que el puntero no siempre fuera el mismo. En abril de 2006, Felipe Calderón superó a López Obrador, aunque solo por un punto porcentual. A principio de ese año, la ventaja del entonces candidato del PRD era de 9 puntos porcentuales. El resultado, un apretado y conflictivo triunfo de Calderón, es bien conocido.

Finalmente, en las elecciones de 2000, el candidato del partido gobernante empezó arriba en las encuestas. Francisco Labastida tenía una ventaja de 12 puntos porcentuales sobre Vicente Fox a seis meses de las elecciones. Tres meses después, la ventaja ya nada más era de 2 puntos porcentuales y, al final, fue Fox quien ganó. Como en 2006, las intenciones de voto se cruzaron al final de la campaña.

En cada una de esas elecciones, hay razones que explican los cambios. Hace seis años, por ejemplo, la campaña del gobierno priista contra Ricardo Anaya le abrió un camino más claro a López Obrador hacia la Presidencia. En la elección de 2012, las pifias de Enrique Peña Nieto, como su confusión con los libros en la FIL o su muy desafortunada participación en la Ibero, le restaron apoyos.

En 2006, la campaña mediática en contra de López Obrador y sus pleitos con el presidente Fox sin duda influyeron. Pero, tanto o más que ello, lo que le perjudicó fue no asistir al primer debate presidencial. En 2000, la campaña de Labastida estuvo plagada de errores, pero más allá de eso, le pesó su desempeño en los debates. Quedará para siempre su autogol: “(Fox) me ha llamado chaparro, mariquita, me ha dicho la vestida, me ha dicho mandilón”.

Este recuento muestra que las preferencias pueden moverse significativamente y que detrás de esos cambios hay razones de todo tipo, lo cual indica que es imposible dar por segura a Sheinbaum como ganadora.

Aun así, me parece que el desafío para Xóchitl es mayúsculo, desde cualquier perspectiva. Según la encuesta más reciente de El Financiero, Sheinbaum lleva una ventaja de 17 puntos, una brecha que supera cualquier cambio (swing) de votos observado en elecciones previas. Durante los ciclos electorales de 2000 y 2006, cuando los candidatos punteros finalmente perdieron, sus contrincantes habían logrado cerrar casi por completo la brecha para este punto en las campañas. Además, no se percibe en la campaña de Sheinbaum el tipo de desorganización que caracterizó a la de Labastida, ni parece probable que cometa el error de ausentarse de los debates.

Para que la candidata opositora logre darle la vuelta a las tendencias, será esencial una mejora continua en su campaña y el apoyo incondicional de los partidos que la respaldan. Gálvez necesitará destacarse en los debates, evitar errores y, quizás lo más crucial, capitalizar cualquier fallo que su adversaria pueda tener, como fue el caso de su lapsus en el primer discurso de campaña, donde erróneamente mencionó “corrupción” en vez de “transformación”. Revelaciones periodísticas que afecten al entorno cercano del presidente también podrían tener un impacto en las preferencias del electorado.

El reto es enorme, pues por sí solo, nada de lo anterior es suficiente. Debe ocurrir una convergencia de múltiples factores en un periodo muy breve. Por lo tanto, aunque no es imposible, la victoria de Xóchitl se perfila como un escenario extraordinariamente complicado.

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