La semana pasada, con horror nos enteramos del secuestro y asesinato de la niña Camila G. en Taxco, Guerrero. El espeluznante feminicidio de la menor fue presuntamente perpetrado por su vecina, Ana Rosa Díaz, madre de una amiga de Camila, quien la habría invitado a pasar la tarde en una alberca inflable en su casa. En el crimen también habrían participado Alfredo y Axel, hijos de Ana Rosa, así como José ‘N’, chofer de un taxi y pareja sentimental de ella.
El motivo original del secuestro habría sido solicitar una recompensa de 250 mil pesos, que a lo largo de las horas fue disminuyendo hasta llegar a 8 mil pesos. Esto nos recuerda trágicamente que, en Guerrero, la vida y las relaciones interpersonales no valen nada. Al parecer, el temor a la autoridad y el sentimiento de que quien la hace la paga, tampoco pesa en ese estado sumido en el desgobierno.
Es escalofriante que una vecina, con la complicidad de sus hijos, uno de ellos menor de edad, haya utilizado a su hija menor para invitar a una amiguita, con el presunto propósito de secuestrarla y obtener dinero de su familia. No hay palabras para describir la barbarie de un crimen así, que evidencia la pérdida de valores, la descomposición social y el sentido de impunidad que impera en nuestro país.
Lo que siguió al secuestro es igualmente aterrador y refleja la situación en que está Guerrero, al igual que otros estados del país. Las autoridades, enfrentadas entre sí, fueron rebasadas por una turba enardecida que, tras descubrir por videos de vecinos que la pequeña Camila había entrado, pero no salido de la casa de Ana Rosa, asaltó la vivienda y la linchó hasta matarla, dejando heridos a sus dos hijos. Este segundo acto de barbarie revela la desconfianza hacia los cuerpos de seguridad y procuración de justicia, la ira en la sociedad y la ausencia de temor a las consecuencias de impartir justicia por propio mano.
Un gobierno emproblemado como el de Taxco, con un presidente municipal que ha estado saltando de un escándalo a otro, un gobierno estatal ausente, con una gobernadora que no aparece por ningún lado y los pleitos entre ambos niveles de gobierno, todo por pura politiquería, no contribuyen en nada a mejorar la confianza de la sociedad en las autoridades. Menos aún ayuda la estúpida declaración del secretario de Seguridad de Taxco, en el sentido de que la madre de Camila había tenido también responsabilidad al no cuidarla adecuadamente. Imagínese nada más, ¡la culpa no es de las autoridades, sino de las víctimas!
Aunque los linchamientos tienen una larga historia en México, actualmente la situación es particularmente delicada y propicia para este tipo de actos. La Comisión Nacional de Derechos Humanos publicó en 2019 un estudio sobre linchamientos en el territorio nacional que muestra una preocupante tendencia al alza de 2015 a 2019. No hay datos para los siguientes años, pero si esta tendencia ha continuado, y no veo porque no haya sido así, claramente estamos yendo en la dirección equivocada.
La inseguridad es la principal preocupación de los mexicanos, según todas las encuestas. Independientemente de lo que indiquen las cifras oficiales, la percepción es que la autoridad está rebasada, la delincuencia está desatada y la impunidad es evidente para todos. En este contexto, no sorprende que una parte significativa de la población encuentra justificada la justicia por propia mano.
Una encuesta digital de TResearch, realizada el fin de semana, ofrece resultados reveladores al respecto. El primero es que 56 por ciento de los encuestados piensa que el linchamiento fue responsabilidad de las autoridades, en tanto solo 36 por ciento atribuye la responsabilidad en quienes lo perpetraron. Aunque la mayoría de la gente se opone a los linchamientos, un porcentaje muy significativo los aprueba: 38 por ciento afirma que se haría justicia por su propia mano si no recibiera respuesta de las autoridades y 36 por ciento justifica la respuesta de los ciudadanos en Taxco.
Un dato interesante es que el apoyo a la justicia por propia mano es mayor entre quienes no están de acuerdo con el presidente López Obrador. Supongo que esto tiene que ver no tanto con una posición ideológica, sino con el hecho de que ese grupo evalúa mal todo lo que tiene que ver con los gobiernos de Morena y por eso afirma que está bien que la gente actué al margen de la autoridad.
En cualquier caso, el hecho es que más de una tercera parte de la población ve justificada la barbarie. Las fallas de las autoridades y el desamparo en el que viven muchas personas explican esto. La preocupación de muchos analistas ha sido que, ante la polarización que vivimos en el país, pueda surgir un líder populista de derecha que gane simpatías ofreciendo ‘soluciones’ de mano dura, al margen de la ley. Casos como el de Taxco y el estado de ánimo que prevalece en la opinión pública, sugieren que ese escenario no puede descartarse.