Lorena Carreno

La ética y la responsabilidad social

De acuerdo con Richard T. De George, la ética empresarial ha llegado a incluir seis niveles de interés ético: desde el plano de lo individual, el de la empresa, el de una industria concreta, el nacional, el internacional y el mundial. Es decir, va de lo particular a lo general, tratando no sólo los problemas éticos o morales de las organizaciones, sino iniciando desde lo más elemental como los aspectos de la personalidad y el crecimiento del individuo en el trabajo, hasta alcanzar los peldaños más altos de índole mundial para atacar problemas que sólo pueden resolverse mundialmente como el calentamiento global y temas similares.

¿Dónde situamos entonces a la responsabilidad social corporativa? En el segundo peldaño por supuesto, el que afecta a las estructuras empresariales. ¿Vale la pena? La respuesta es sí, es rentable para las organizaciones. Pero no en el sentido de la mercadotecnia verde, sino en el verdadero comportamiento de ciudadanos corporativos socialmente responsables que moralmente están obligados a serlos. Si no existe la obligación moral, por consecuencia la responsabilidad social tampoco.

Resultados del primer estudio 2013 del Panorama de la Responsabilidad Social en México realizado por Responsable, indican que el 50 por ciento de las personas a cargo de la responsabilidad social nunca ha estudiado el tema, el 58 por ciento de las grandes empresas no identifica el retorno sobre la inversión en la materia, el 86 por ciento de los consumidores está dispuesto a cambiar de marca si ésta es social y ambientalmente responsable, pero sólo el 18 por ciento realmente lo ha hecho.

La retórica de las organizaciones nos lleva al discurso trillado de que la responsabilidad social es estratégica, pero muy pocas revelan cuánto invierten en su desarrollo e implementación. Por lo tanto, aunque la ética y responsabilidad son conceptos próximos, convendría deslindarlos para delimitar la auténtica responsabilidad corporativa, eliminando la visión reduccionista y atendiendo una versión más holística en donde todo comportamiento cuenta.

La ética por lo tanto, se convierte en algo conveniente que sostiene el valor de las empresas traducido a sus marcas. La reputación corporativa no es otra cosas que el resultado de la alineación de formas de hacer, de comportarse, de pensar, de decir, con los valores éticos de la compañía y con la promesa que la marca encierra.

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