Sobremesa

La verdad sobre el de-sas-tre en el AICM

Seneam aplica lo que se conoce como ‘ground delay program’ (GDP), que consiste en demorar el movimiento de aeronaves y no está dejando que aterricen más de 31 por hora.

¿Qué pasa en realidad con el caos que hay en el AICM, que dirige el incompetente y degradado exsubse de Transportes Carlos Morán?

Para abrir boca, les cuento: el AICM hoy atiende menos vuelos y pasajeros que antes del COVID-19 y, como ya les había dicho, con premeditación, alevosía y ventaja ya lo convirtieron en el peor aeropuerto del país. Según ellos, es porque está saturado. O sea, ¿cómo? ¿Con menos vuelos, pero más demoras e incidentes?

Se los explico paso a paso:

1. Limitaron los aterrizajes por hora:

En Seneam, que depende de la SICT, se pasaron por el arco del triunfo el hecho de que el AICM puede tener 61 operaciones por hora entre llegadas y salidas.

El AICM, por la mañana, necesita despachar muchos vuelos, y por la tarde las llegadas son más que las salidas (así ha sido siempre).

¡Ah!, pero, ¿qué cree? Que por sus pistolas (para seguir presionando a mandarnos al AIFA), Seneam aplica lo que se conoce como ground delay program (GDP), que consiste en demorar el movimiento de aeronaves y no está dejando que aterricen más de 31 aviones por hora (aun cuando podrían llegar a 40 o un poco más).

Es decir, así se necesite atender 40 aterrizajes y 21 despegues en cierta hora, el gobierno puso un alto cuando aterrizan 31 aviones (aunque hay espacio para más).

¿Cuántos aeropuertos del mundo hacen eso? Sí, le atinó: ninguno.

Y es que en el mundo sólo hay un AIFA que llenar para tener contento a un Presidente.

Así pues, ésta es una de las razones por las que nos dicen los pilotos: “Ya estamos listos, pero no nos dejan salir porque hay mucho tráfico en el AICM”.

2. Separan más a los aviones:

Debe usted saber que, en el mundo, la mejor práctica de seguridad es que el espacio entre dos aviones sea de mínimo 3 millas náuticas (NM). Bueno, pues antes de la 4T, para llegar o salir del AICM la separación era de 3.5 millas (y todo bien). Ah, pero para decirnos que el espacio aéreo está saturado (pa’ mandarnos al AIFA), ¿qué cree?, que están separando con 4.5 millas y hay registros de que muuuchas veces es ¡hasta 7 millas! ¿Qué pasa con eso? Pues, obvio, que caben menos aviones en las aerovías. En español: eso de que “está saturado” es una gran mentira.

3. Modificaron las trayectorias aéreas:

Ante el ‘congestionamiento’ que el propio gobierno creó al aumentar la separación de los aviones, el Seneam sustituye el uso de prácticas modernas (trayectorias definidas a partir de navegación satelital) por prácticas de la época de mi abuelita (vectorización aleatoria), realizando así la separación del tráfico a partir de rumbos, velocidades y altitudes definidos, ¿por quién? No señoras y señores, no por la tecnología, sino por el controlador (a ojo de buen cubero). Le paso unos datos curiosos: con la 4T, el tiempo de vuelo de Guadalajara a la CDMX se ha incrementado hasta en 9 por ciento y desde Monterrey hasta 14 por ciento.

4. Retrasan el suministro de turbosina:

ASA, también del gobierno, es la responsable de surtir la turbosina en México. Seguramente le ha pasado que el piloto o los sobrecargos le dicen: “Estamos esperando el combustible”. Pues es cierto, y hay muchos vuelos que no pueden salir porque no llega la gasolina.

Y aunque no están para saberlo, les cuento, quien dirige ASA es Óscar Argüello, exdirectivo de Interjet (¿William Shaw puedes dormir habiendo dejado sin trabajo a tantas personas?), que le debe varios miles de millones al SAT de Raquel Buenrostro. Don Óscar le daba turbosina a sus exjefes de la aerolínea sin que la pagaran, y cuando quebró, quedó a deber a ASA más de mil 200 mdp; obvio que nunca les van a pagar. Y como la familia es primero, Juan José Argüello, hijo de Óscar, es el responsable financiero en Aeromar, de Zvi Katz, otra aerolinea que, aunque debe cientos de millones a ASA, Seneam y AICM, le siguen dando turbosina y la dejan volar en el AICM, a pesar de que Adán Augusto, de Segob, aseguró que quienes no paguen no pueden volar en el desastroso AICM. Con el monto del quebranto financiero de las dos aerolíneas, se daría de comer a decenas de municipios con altísimos niveles de pobreza. ¿No que primero los pobres? En todo esto tampoco se ha aparecido la SFP de Roberto Salcedo.

¡Quihúboles!

Ahora sí ya sabe por qué tenemos mayores tiempos de vuelo, patrones de espera en el aire, demoras, pérdida de conexiones, más contaminación y gasto por el combustible, más ruido, más desvíos de vuelos a aeropuertos alternos, más abortos de aterrizajes y despegues, más fatiga para los pilotos y controladores, impuntualidad en operaciones, vencimiento de jornadas de tripulaciones que tendrían que atender otros vuelos –recuerde que, por seguridad, los tripulantes en todo el mundo deben trabajar sólo ciertas horas–… en fin, un de-sas-tre.

Administrar el espacio aéreo como lo están haciendo es un atentado contra la seguridad de todos.

Ahora, la pregunta del millón: ¿cómo resolverlo?

Primera. Que dejen de jugar a los avioncitos y pongan seriedad a la seguridad y la enorme importancia de ser un país con una buena conectividad aérea. El recado es para las ‘autoridades’ (sí, entre comillas) Jorge Arganis, disque secretario; Jimmy Pons, subse de Transportes; Carlos Rodríguez, de la AFAC; hoy Ricardo Torres, del Seneam, y el peor de todos, Carlitos Morán, al frente del desastroso AICM y de la degradación de categoría por parte de la FAA.

Confunden lo político con lo técnico, cosa que es un peligro.

En AICM, AFAC y Seneam hace falta una cirugía de nivel terapia intensiva.

Segunda. Ver a la aviación en su correcta dimensión: como un asunto de seguridad nacional; una industria generadora de empleos, bienestar y riqueza. Verla como una industria fifí la ha empobrecido, nos ha salido muy caro y somos el hazmerreír del mundo.

Tercera. Contratar, recontratar y escuchar a los que sí saben, a los expertos, no a sus cuates y familiares. Usar la tecnología existente para los procedimientos de llegada y aproximación con las mejores prácticas de control de tránsito aéreo; respetar los procedimientos del diseño y capacidad del espacio aéreo y del AICM.

Cuarta: pedirle a san Adán Augusto que, desde Bucarelli, no abandone el tema aéreo, pues si bien su responsabilidad (según los libros) es, entre otras, fomentar la gobernabilidad democrática, se necesita poner orden dentro del mismo gabinete donde operan colegas que no dan una.

Ahora sabe la verdad que nos han venido ocultando.

Y después de haber leído esto seguramente pensó: estábamos mejor cuando estábamos peor.

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