Sobremesa

Las consecuencias del pleito entre AMLO y Piña

Emilio Lozoya Austin una vez más estuvo solo en su audiencia, sin un familiar, amigo, compadre o los asistentes a su cena del Hunan.

La audiencia número 21 de la causa 211/2019 por la carpeta contra Emilio Lozoya por el caso de Agronitrogenados comenzó con 20 minutos de retraso, a las 12:21 pm, debido a que la audiencia anterior se había alargado.

Como es costumbre, primero se presentó la gente de la fiscalía, los representantes de Pemex y de la UIF. Acto seguido, se presentaron tres nuevos abogados por parte de Lozoya, Eduardo Fuentes Celestin, Ana Lilia Sánchez y Alberto Reyes, así como los anteriores, Rojas Pruneda, Ontiveros y Jeni Amelio, y obvio, el acusado Lozoya Austin, quien una vez más estuvo solo, sin un familiar, amigo, compadre o los asistentes a su cena del Hunan.

Vestía como toca a los delincuentes, de beige, pantalones caqui, una camiseta y una chamarra tipo members only algo ajustada, la cual se ponía y se quitaba dejando ver cómo ha echado panza. Ah, también le puedo decir que se ve mucho más viejo y muy canoso.

Regresando a la audiencia, el juez Gerardo Alarcón le preguntó a la fiscalía si habían llegado a un acuerdo, y ésta le dijo que de la audiencia pasada había estado en contacto con Pemex y la UIF para dar efecto a sus exhortaciones para llegar a un acuerdo reparatorio. Que finalmente el 29 de agosto se reunieron con los abogados de Lozoya y que hasta minuta de trabajo hubo. Que Pemex presentó una nueva propuesta de reparación del daño por 20 mdd, misma que Ana Lilia Sánchez, abogada de Lozoya, dijo que lo tenía que consultar y que les daría respuesta; sin embargo, que hasta ese momento no había respuesta alguna.

Eduardo Fuentes, el nuevo abogado de Lozoya, dijo que sí hubo esa reunión, pero que no justifican de dónde habían sacado que había que pagar 20 millones de dólares y que se tenía que escuchar fuerte y claro, y en eso el juez lo interrumpió y le dijo: “Diga sí o no. Si habrá acuerdo o no”, a lo que contestó el abogado: “Sabemos que es la última oportunidad para llegar a un acuerdo, pero ya hay un acuerdo y nos lo cambiaron”.

Eran las 12:33 pm cuando Emilio Lozoya hizo uso de la voz y dijo: “Su señoría, usted ha velado por que se respeten mis derechos y, como dice mi abogado, sí ha habido una conversación –inhalen y exhalen–, que yo llamaría extorsiones… me suben y me cambian las cifras del acuerdo reparatorio como si estuviéramos en un mercado tropical (genio y figura hasta la sepultura). Así pues, vayamos adelante”, pidió Lozoya.

Son las 12:34 pm, entonces el juez dice: “Usted quiere juicio y su defensa no está de acuerdo. ¿Por qué no dialogan? Hagamos un receso”.

Para las 12:44 escuchamos a Milo decir: “Lo que más me conviene es demostrar mi inocencia ante un órgano jurisdiccional”. Entonces, su abogado, Eduardo Fuentes, dijo: “No comparto la decisión de mi cliente. No hay equidad por el monto. No hay voluntad para llegar a un acuerdo reparatorio. De hecho, en la reunión de ayer –vayan por un fuerte– le dijeron a mi colega que había otras causas y órdenes de aprehensión contra la hermana y la esposa de mi cliente y le digo, su señoría, el proceso de la mamá es una intimidación”.

Acto seguido, a las 12:56 pm, la fiscalía leyó la acusación contra Lozoya, su hermana Gilda y Ancira, por haber realizado operaciones con dinero de procedencia ilícita a cambio de un favor y con el cual compró su casa. Pidió se le condene a pagar 3.4 mdd (es decir, a regresar el cochupo que le dio Ancira), 15 años de cárcel y que se le decomisara la casa de Bezares.

A las 13:15 pm, Rojas Pruneda aseguró que las acusaciones de la fiscalía eran altamente temerarias, falaces y con datos alterados –váyase por un fuerte, y doble, eh, porque de ahí se fue como hilo de media–. Dijo que, desde las más altas esferas del país, del Estado, habían estigmatizado a su cliente y lo habían presentado como culpable. No se confundan, gritó él, pues con su dinero se podía comprar esa casa y no necesitaba de Ancira.

Pero pues las pruebas de las transferencias ahí están y con ese dinero la compró.

Que Milo no sabía si Peña sería presidente, que tampoco sabía si él iba a estar en su gabinete. ¡Háganme el favor!

¡Pero esto no fue todo! Siguió muy molesto, argumentando que había un efecto corruptor crónico en este proceso. Otra vez repitió que desde las altas esferas han expuesto a su cliente, a quien no le han respetado su dignidad y mucho menos sus derechos humanos. Y una vez más, que todo esto ha estado organizado desde las más altas esferas del país, ¡menos, claro, de la esfera judicial!

Ah, pero qué tal se prestó en Odebrecht a acusar a 17 personas, como a Carlos Treviño, Jorge Luis Lavalle o Ricardo Anaya, sin prueba alguna para ¡salvar su pellejo! Eso sí estaba bien, ¿verdad?

Por eso ya les gané dos instancias por la demanda de daño moral, y si estoy en el amparo es porque se niegan a acatar las sentencias. Y si no avanza la denuncia por falsedad en declaraciones y la que les presenté por amenazas, es porque la fiscal carnal, Ernestina Godoy, no mueve un dedo.

Rojas Pruneda proseguía: “Mi cliente debe de ser tratado como inocente –agárrense–, este es un mal mito de política electoral”.

Por lo que le pido la suspensión del procedimiento argumentando un sinfín de artículos, fracciones de los códigos penales, civiles y de la Constitución, y hasta una sentencia que había sido publicada el viernes pasado.

Sin ser una experta en temas jurídicos, Rojas Pruneda estaba argumentando que se tenía que suspender la causa contra Lozoya porque Ancira ya había pagado y que el juez Artemio Zúñiga, el 19 de abril de 2021, no sólo había celebrado el acuerdo reparatorio, sino que había suspendido la causa.

Y entonces el juez Gerardo Alarcón López, en una sentencia inédita, a las 14:22 pm decidió la suspensión del procedimiento contra Lozoya.

Los abogados de Lozoya estaban felices. Lozoya no cambió mayormente ni su cara ni sus gestos ni su actitud, mientras que la fiscalía, Pemex y la UIF estaban furiosos.

Le pidieron que revocara esa sentencia, que si el juez Artemio Zúñiga jamás mandó llamar a Lozoya era porque ese acuerdo no era también para él. La representante de Pemex le solicitó a las 14:33 pm que le garantizara el pago o la reparación del daño. También escuchamos que “se nos está dejando en estado de indefensión a las partes ofendidas”. “Usted dictó sentencia en base a una interpretación errónea con una tesis aislada por fraude y no son las mismas circunstancias de este caso”.

Nuevamente volvieron a pedirle que revocara su resolución, pues estaba pasando por encima de las resoluciones dictadas por su homólogo, el juez Artemio Zúñiga.

Al final, el juez Gerardo Alarcón, que más bien ha actuado como abogado de Milo, palabras más, palabras menos, los mandó al diablo: dijo que la reparación del daño con el dinero de Ancira era suficiente y que a todos les había concedido el uso de la voz. ¡Háganme el favor! Así pues, Lozoya se queda con los 3.4 mdd que recibió de Ancira y éste, siendo el vendedor y sin ser funcionario público, ahora resulta es el único responsable del delito, quien reparará el daño al erario y encima le quitaron su fábrica que tiene en Coatzacoalcos, y aparte, para dejar el Reclusorio Norte, le condicionaron que tenía que vender AHMSA a Julio Villarreal, que es el banquero de la 4T.

Ah, y cómo dejar de mencionar que este juez, Gerardo Alarcón, es el mismo que en la carpeta de Odebrecht no le aceptó a la FGR incluir las cuentas de Lozoya en Estados Unidos, Brasil y Suiza, invocando el artículo 142 de la Ley de Instituciones de Crédito de México, por lo que la fiscalía apeló la decisión.

Pregunta: ¿será que Milo Lozoya se está viendo beneficiado por el pleito que se trae el Presidente con el Poder Judicial federal?

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