En los últimos veinte años se ha dado un proceso de degradación de la clase política local. Los tres principales partidos de la llamada transición a la democracia –PRI, PAN y PRD– son responsables de haber permitido que personas frívolas, incompetentes y corruptas fueran candidatos y luego gobernadores.
La lista es amplia, pero basta citar a Javier Duarte (PRI, 2010-2016), Roberto Borge (PRI, 2011-2016) y Roberto Sandoval (PRI-Panal-PVEM, 2011-2017). Otros fueron eficaces pero corruptos como Rafael Moreno Valle en Puebla (PAN, 2011-2017) y otros incompetentes y con una sombra de corrupción como Gabino Cué en Oaxaca (PAN-PRD-Convergencia, 2010-2016), este último con el apoyo de López Obrador.
De los quince gobernadores que se elegirán este domingo, veo dos enormes riesgos: Evelyn Salgado, candidata de Morena en Guerrero y Ricardo Gallardo, candidato del Partido Verde en San Luis Potosí. Si resultan ganadores, los habitantes de ambas entidades lo sufrirán a lo largo de los siguientes años con mayor corrupción, nepotismo, violencia e ingobernabilidad.
La Torita, como ella misma se denomina, fue nominada por capricho de su padre, Félix Salgado Macedonio, y con la complacencia del presidente López Obrador. Nominada ella, dijo el padre en tono burlón: “no hay toro, pero sí hay torita”.
Evelyn no tiene propuestas: ha repetido frases genéricas –”no robar, no mentir y no traicionar”–, pero no ha explicado cómo resolver el problema de la pobreza o cómo reactivar el turismo o cómo lidiar con la violencia en contra de las mujeres. No se presentó al debate con los demás candidatos porque dijo, “el debate es con el pueblo”.
En cambio, con micrófono en mano, la candidata de Morena se ha dedicado a cantar, bailar y utilizar la figura de su padre para construir su campaña. Ante la crítica ha dicho: “Cantar no es un delito, robar sí”.
Si gana la hija del senador –y hago hincapié en su parentesco porque es la razón de su candidatura– crecerá la frivolidad, el abuso del poder, la influencia indebida del padre y, muchos aseguran, una estrecha vinculación del gobierno con el crimen organizado. Sería una tragedia para una entidad tan pobre y tan violenta como Guerrero.
El otro caso alarmante es San Luis Potosí donde podría ganar Ricardo Gallardo Cardona de la alianza del Partido Verde y Partido del Trabajo. Creo en la presunción de inocencia, pero desde hace años circula información de una red de lavado de dinero, tráfico de influencias y violencia contra opositores en el municipio de Soledad de Graciano, su bastión político. En 2015, el candidato del Verde estuvo varios meses en prisión acusado de peculado cuando fue presidente municipal, pero salió de la cárcel por un tecnicismo legal y un error en el debido proceso, no por demostrar su inocencia.
Según diversos reportes de prensa, Gallardo se encuentra bajo investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) por presuntos vínculos con grupos delincuenciales.
De ser ciertas esas historias, el triunfo de Gallardo significaría la inauguración del narco populismo en México: el acceso directo al poder de un presunto integrante de grupos delincuenciales que, con el mantra de la popularidad, el carisma, el dinero en efectivo y una red territorial de apoyo, logra ganar con un discurso de apoyo a los pobres y de beneficios materiales a las comunidades.
Si este modelo es exitoso, otros grupos del crimen organizado podrían emularlo. ¡Para qué sobornar políticos si yo puedo competir de forma directa por el poder político! Con dinero, popularidad y base social, el crimen organizado podría controlar de forma directa a muchos gobiernos locales en México.
Finalmente, una nota de optimismo. También hay muy buenos candidatos y varios de ellos seguramente ganarán. Por ejemplo, Miguel Ángel Navarro, candidato de Morena en Nayarit; Eliseo Fernández, de Movimiento Ciudadano en Campeche; Marú Campos, candidata del PAN en Chihuahua o Mely Romero, candidata de la coalición en Colima.
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