En febrero de 1995 publiqué mi primer artículo de opinión en EL FINANCIERO. ‘Un presidente sin partido’, era el título. Argumentaba que en medio de una crisis financiera detonada por el llamado error de diciembre de 1994 que produjo una fuerte devaluación del peso mexicano, era muy riesgoso para la estabilidad política del país que el nuevo mandatario se alejara del PRI que lo había llevado a la presidencia de la República.
“Ernesto Zedillo ha limitado su intervención en los asuntos internos del PRI -decía-, pero eso no garantiza su modernización. Paradójicamente, propiciar la reforma del PRI requiere, al menos en el corto plazo, de estrategias para inducir su reforma interna.”
Treinta años después, el PRI atraviesa una severa crisis de representación y la nueva mandataria electa disfruta de una enorme cercanía con su partido, Morena, que a su vez goza de una hegemonía floreciente.
En 1995 México estaba en una severa crisis económica y se avizoraba el fin de una época de hegemonía política encabezada por el PRI. En 2024 el país vive el inicio de una nueva hegemonía en medio de estabilidad política y económica.
Esto significa que la llamada transición mexicana a la democracia ha sido en realidad el puente entre dos hegemonías: una del PRI que duró seis décadas y concluyó en los años noventa, y otra de Morena, que ha iniciado formalmente en 2024 y cuya duración es incierta.
La expectativa de los años noventa era que la transición nos llevaría a un sistema de partidos competitivo con una Presidencia acotada por una separación de poderes públicos funcional. En los hechos, hubo un proceso de alternancias políticas en la Presidencia y en el resto de los cargos electivos del país, pero nunca se materializó un sistema estable de partidos competitivos.
La presidencia de la República sí fue acotada por el Congreso y por el Poder Judicial, pero el experimento duró poco más de dos décadas, entre 1997 y 2024.
Fueron los votos los que derribaron la hegemonía del PRI y son también los votos los que erigen la hegemonía de Morena.
Por cierto, en 1995 se acababa de publicar la reforma judicial de Ernesto Zedillo que convirtió a la Suprema Corte en un árbitro fuerte e independiente; en 2024 veremos otra reforma judicial que puede derribar a la Corte como un gestor de gobernabilidad democrática.
(Para quienes critican las prisas de López Obrador, vale la pena recordar que la propuesta de reforma constitucional de Zedillo se presentó el 5 de diciembre de 1994. Y fue publicada el 31 de diciembre del mismo año, menos de un mes después).
Muchas gracias
Con esta reflexión concluye una larga colaboración con EL FINANCIERO que inició en 1995, luego tuvo una interrupción prolongada y la retomé en 2013 por una amable invitación de Enrique Quintana. Antes y ahora EL FINANCIERO ha sido un medio líder no solo en temas económicos sino en el debate de los asuntos centrales de la política del país.
A mis amigas y amigos del diario les agradezco su larga hospitalidad y deseo que la plataforma siga siendo el referente que ha sido, así como una fuente de pensamiento crítico. Hoy se requiere más que nunca.