El affaire diplomático difundido en redes y medios de comunicación nacionales e internacionales sucedido en el Consulado General de México en Shanghái puso en evidencia un problema estructural en el Servicio Exterior Mexicano: su endogamia.
Un problema laboral arrastrado por meses, la irascibilidad incontrolada del cónsul adscrito, Leopoldo Michel Díaz, quien reprende con gritos e insultos a un subordinado (insubordinado) y arremete, en el mismo tenor, contra el cónsul general, Miguel Ángel Isidro Rodríguez, en su fallido intento de controlar el conflicto, nos mostraron un gag de un programa malo, donde el personaje fársico, para caricaturizar su imagen de diplomático, calza chanclas con calcetines… Lo sintomático fue que los tres involucrados en el affaire son diplomáticos de carrera.
El Servicio Exterior reclama a gritos ser reformado desde comienzos de siglo. Un déficit de los mandatarios mexicanos, desde Vicente Fox, ha sido su escasa disposición para valorar, en su justa dimensión, la importancia de la política exterior. Las consecuencias geopolíticas de su desatención han tenido distintos niveles de gravedad. Si en política no hay espacios vacíos, en el escenario internacional cada hueco que se deja es ocupado por los intereses de otro país que puede competir o rivalizar con el nuestro.
Zedillo firmó el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea (ALCUE). Recuerdo cómo la embajadora Sandra Fuentes Beráin, al negociar en Bruselas la llamada cláusula democrática, fue hábil para detener el injerencismo al poner en la mesa el tema del turismo sexual europeo en América Latina y los casos de pederastia.
Con Fox, además del conocido incidente diplomático del “comes y te vas” con Fidel Castro y de las rivalidades de los dos grandes amigos que eran su canciller, Jorge G. Castañeda, y su representante en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Adolfo Aguilar Zínser, vivimos el cierre de la frontera tras los atentados de 2001 en Estados Unidos.
Si Fox distanció a México de Cuba, Felipe Calderón lo hizo con Francia. Rivalizó con Nicolás Sarkozy por el caso Florence Cassez. Ambos llevaron su agenda de política interna al nivel de conflicto entre países. El francés, por defender a su connacional que (culpable o no) fue víctima de los montajes mediáticos de Genaro García Luna, y Calderón porque el delito de secuestro era sensible en la piel de los mexicanos. El conflicto puso en peligro el traslado de la presidencia del G-20, de Francia a México, en 2011. Fui testigo de la habilidad del embajador Carlos de Icaza para, sin desobedecer a Calderón, hacer gala de sus capacidades para garantizar la cooperación francesa.
Hoy, problemas del Servicio Exterior se hacen públicos en la cuenta anónima de X @diplomaticmam1.
Los diplomáticos de carrera suelen ser preparados académicamente, disciplinados en jerarquía y protocolos (aunque lo desmienta Michel Díaz), celosos de su deber (celosos entre ellos y con los diplomáticos temporales) y leales al Estado mexicano y a su gobierno, del color que sea.
Abundan egresados de relaciones internacionales, pero escasea personal formado en derecho internacional, y penal internacional, derecho comunitario, arbitraje internacional, economía, comercio internacional, turismo, gestión cultural (no escritores becados); comunicación (diplomacia pública); además de expertos en disciplinas relacionadas con la agenda de organismos multilaterales (ciencia, salud, educación, propiedad intelectual, innovación científica, agricultura, energía, inteligencia y contraterrorismo).
El próximo titular de Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, tiene la oportunidad para proponer una iniciativa de reforma al Servicio Exterior Mexicano para afrontar tres grandes desafíos: la endogamia, la fortaleza en la representación y negociación de los intereses del país y la proyección de la imagen-país de México.
Lecturas recomendadas: El arte de mantener la calma. Séneca. Koan. Diplomacia pública para el siglo XXI. Javier Noya. Real Instituto Elcano.