La invasión rusa a Ucrania (2022) y la guerra en Gaza, iniciada el 7 de octubre pasado, tienen mayor visibilidad que 54 conflictos armados activos en el mundo. Por su calado, destacan los de Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria (se vale usar Google Earth).
Suceden lejos de nuestro continente. No siempre alcanzan espacio en los medios de comunicación o, al menos, no el que corresponde a la importancia humanitaria, geoestratégica o económica que implican. Si México es el ombligo de la luna, nuestros medios informativos son ombliguistas, con exigua sección internacional.
Tras la crisis económica pos-COVID19, vivimos inflación y escasez de alimentos, principalmente granos, provocadas por la guerra en Ucrania. En Europa, hubo incrementos exponenciales en precios de combustibles fósiles, gas y electricidad. Algunos países comenzaron a repensar la intervención estatal en la generación de energía y la reactivación de la nuclear (¿alguien sabe algo de Laguna Verde?).
La mejor política exterior es la política interior, pero la peor política interior deriva de ignorar la política internacional, sus escenarios geostratégicos y sus efectos. Desde los conflictos armados hasta las decisiones de fusiones corporativas; desde el descongelamiento glaciar en la producción petrolera noruega, hasta las implicaciones en el mercado árabe si escala la guerra hacia esos países. La relocalización de industrias depende de factores políticos y económicos como variables dependientes, tanto como de la geografía como factor independiente.
La historia pone a prueba a estadistas. Las coyunturas son momentos límite en los que el futuro puede cambiar por las decisiones y acciones que tomen los actores políticos, sociales o económicos involucrados.
A ocho décadas de negociaciones en torno al conflicto Israel-Palestina parece que no hay salida. Cuando Claudia Sheinbaum cumpla una semana de gobierno, Kamala Harris estará a un mes de ganar las elecciones en su país y se cumplirá un año, tanto de las acciones terroristas de Hamas contra Israel y el secuestro masivo de inocentes de varios países (incluido México), como de la más despiadada e inhumana acción bélica de Israel en un terreno ocupado, con decenas de miles de víctimas civiles.
Kamala no es desconocedora. Impulsa la solución de los dos estados (israelí y palestino). Ha sido cercana al lobby israelí del Comité Americano de Acción Política Pro Israel (AIPAC) con su esposo, Douglas C. Emhoff, activo promotor del Estado israelí.
Al aceptar la candidatura presidencial demócrata sostuvo: “siempre defenderé el derecho de Israel a defenderse a sí mismo, porque el pueblo de Israel nunca más debe enfrentar el horror que una organización terrorista llamada Hamas causó en octubre 7, al mismo tiempo, lo que ha ocurrido en Gaza durante los últimos 10 meses es devastador. El presidente Biden y yo estamos trabajando para ponerle fin a esta guerra de manera que Israel esté seguro, los rehenes sean liberados, el sufrimiento de Gaza termine y el pueblo palestino pueda hacer realidad su derecho a la dignidad, la seguridad, la libertad y la autodeterminación. Si Israel no cambia su enfoque, nosotros cambiaremos nuestro enfoque.”
Sheinbaum, en 2009, publicó: “…por mi origen judío, por mi amor a México y por sentirme ciudadana del mundo, comparto con millones el deseo de justicia, igualdad, fraternidad y paz, y por tanto, solo puedo ver con horror las imágenes de los bombardeos del estado israelí en Gaza… Ninguna razón justifica el asesinato de civiles palestinos… Nada, nada, nada, puede justificar el asesinato de un niño. Por ello me uno al grito de millones en el mundo que piden el alto al fuego y el retiro inmediato de las tropas israelíes del territorio palestino”. Este año, a Arturo Cano y Salvador Camarena, les dijo: “Sigo pensando lo mismo”.
Lecturas sugeridas:
“The Global South and Mediation between Israel and Palestine: The Conflict Needs a New Paradigm and Renewed Third Parties”. Mariano Aguirre y Mabel González. CEBRI (abril 2024)
“Gaza ante la historia”. Enzo Traverso. Akal