Estados Unidos ha vivido intensas luchas por los derechos civiles y la igualdad social, impulsadas por movimientos sociales a favor de los afroamericanos, el movimiento feminista y la comunidad LGBT.
En la lucha por erradicar la discriminación y promover la igualdad, fueron conquistas hito leyes como la de Derechos Civiles de 1964, que prohibió la discriminación por raza, color, religión, sexo u origen nacional en varios ámbitos, incluyendo el empleo y el acceso a lugares públicos; y la de Derecho al Voto de 1965, que se centró en eliminar las prácticas discriminatorias que impedían a los afroamericanos registrarse para votar, como las pruebas de alfabetización y los impuestos de voto. ¡En la segunda mitad del siglo XX!
El movimiento feminista avanzó en materia de equidad, igualdad de género y no discriminación, desde la liberación sexual hasta el #MeToo. Las luchas colectivas, a través de protestas, marchas y campañas de concientización, lograron visibilizar las injusticias y presionar a las instituciones para que adoptaran reformas que cambiaron las condiciones y la percepción social sobre la igualdad y los derechos humanos que influyeron internacionalmente. En 2013, el movimiento Black Lives Matter, fundado a partir de una etiqueta en redes sociales por Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi, transformó el activismo político ampliando su lucha contra la violencia “hacia todas las vidas negras a lo largo del espectro de género” (mujeres, homosexuales, personas transexuales, con discapacidad, indocumentadas, negros con antecedentes).
Los avances sociales y culturales consiguieron desplazamientos del poder con movimientos tectónicos horizontales, pero no fue similar en cuanto a desigualdad. El sistema económico dominante solo ha sido eficiente para producir pobres y concentrar riqueza. La democracia ha funcionado para despresurizar las tensiones sociales y alternar el ejercicio del poder, pero el neoliberalismo ha fallado al incumplir la promesa de crecimiento y desarrollo para todos.
Si bien la economía con Biden tuvo el mejor desempeño en términos de crecimiento entre todos los países ricos y logró (al igual que otros) controlar la inflación sin que aumentara el desempleo (Krugman), hay debate sobre la percepción de inflación y su impacto en la elección.
Desde otra mirada, Alejandra Haas nos llama la atención sobre el discurso y comportamiento de Trump influenciados por la crisis de masculinidad de él y un grupo amplio de seguidores.
A lo largo de su carrera política, Trump adoptó un estilo de comunicación que enfatiza ideales de masculinidad tradicional como la agresividad, la competitividad y la dominación con desdén hacia la vulnerabilidad y la emotividad, asociadas a la masculinidad inclusiva. La forma en que descalifica a sus oponentes y minimiza las preocupaciones sobre temas sensibles parece un esfuerzo por mantener una imagen de ‘fuerza’ y ‘control’, valorada en la masculinidad tóxica.
La ira y la agresión son emociones que se asocian a la crisis de masculinidad (Martha Nussbaum) que Trump utiliza en un lenguaje incendiario, fomentando un ambiente de confrontación para reafirmar poder y estatus en un contexto donde algunos hombres pueden sentirse amenazados. En su retórica destaca la necesidad de ‘proteger’ a los hombres y a la ‘América’ tradicional ante el ataque a sus valores e identidad masculinos por quienes promueven la igualdad de género y los movimientos por los derechos civiles.
Al abordar temas como la inmigración, la seguridad y el nacionalismo y despreciar las preocupaciones sobre la igualdad de género y la salud emocional, Trump es portador de una masculinidad adolescente, según el especialista R. Reeves, y recurre a un lenguaje que presenta a sus seguidores como víctimas de una élite liberal (politically correct) que, según él, socava sus valores y su forma de vida para reforzar un sentido de unidad entre aquellos que sienten pasos en la azotea, creando un espacio donde la ira y la frustración se canalizan hacia la acción política y el apoyo a su figura.
Trump crea un espacio en el que muchos hombres (consciente o inconscientemente) inseguros encuentran apoyo mutuo y fomenta un sentido de camaradería entre sus seguidores para defender su masculinidad como acto de resistencia frente a los cambios sociales.
Los límites del trumpismo dependen de la capacidad de reorganizarse y reencauzar la lucha de quienes (dentro y fuera de EU) vemos en peligro los derechos civiles, humanos, la igualdad y las libertades.
Lecturas sugeridas: “Desigualdad, masculinidad y la crisis de liderazgo. ¿Qué nos enseña la elección en Estados Unidos?”, Alexandra Haas (Este País 13/01/25). Hombres, Richard V. Reeves (Deusto).