Durante 20 años impartí clases en la Facultad de Derecho de la UNAM, donde también cursé una especialidad en Finanzas Públicas, maestría y doctorado. La licenciatura la estudié en la Escuela Libre de Derecho, donde imparto clase desde hace 50 años. En ambas escuelas la mayoría de los estudiantes son de clase media. Provienen de escuelas gubernamentales y privadas. Hay 43 mil 801 escuelas privadas y alrededor de 200 mil estatales.
Los mejores alumnos que he tenido, en ambas instituciones educativas, provienen de escuelas de gobierno y particulares. Hay alumnos y alumnas brillantes de niveles modestos, por no decirles pobres. Todos sus estudios los realizaron en escuelas del gobierno. La gran mayoría de mis alumnos no son “fifís”, como llama AMLO a los “riquillos”. Vienen de familias de clase media, como él y yo.
Respeto y dialogo con quienes piensan diferente a mis tesis económicas, pero me preocupa que los libros de texto del gobierno en lugar de enseñar se conviertan en un medio para adoctrinar, y que quienes tienen a su cargo el contenido de esos libros sean radicales de izquierda, que públicamente condenan la educación privada. Uno de ellos, venezolano, exfuncionario de los gobiernos de Chávez y de Maduro, y su jefe expresan públicamente su admiración por la dictadura Chávez-Maduro. Esos radicales de izquierda son quienes contaminan los libros de texto con sus doctrinas, que le causarán otro problema a López Obrador, quien seguramente no conoce el contenido de esos libros. Sus colaboradores ya declararon la guerra a las escuelas privadas y a los empresarios, uno de ellos dijo que “los empresarios deben sacar las manos de la impresión de libros”, es decir, el sector privado. Ignora que con los impuestos que pagan los empresarios cubren parte de su sueldo. Esos funcionarios piensan que están en Venezuela o en Cuba. Manifestaron su intención de prohibir que las escuelas privadas usen otros libros que no sean los que ellos envenenaron con las teorías marxistas de la lucha de clases y de odio a los ricos, latentes atrás de varias de las tesis plasmadas en esos libros, cuya función para ellos es la de adoctrinar, no enseñar a los niños.
Si López Obrador apoya la edición de esos libros, tendrá un nuevo problema en los meses que le quedan como Presidente y reducirá los votos para Morena de millones de padres de familia cristianos, que ven con recelo y preocupación, libros que rompen la neutralidad que deberían tener en cuanto a las alternativas de los sistemas sociales.