Hay diversos cálculos de los años de existencia del ser humano. Algunos hablan de alrededor de 200 mil años. Pero es un hecho histórico que durante más del 95 por ciento de su existencia predominó la ley del más fuerte y el despojo, para obtener las propiedades de otros.
El intercambio voluntario es relativamente nuevo en las sociedades humanas, y es la base del progreso.
Ese intercambio libre presupone el respeto de los tres derechos básicos para considerar a un gobierno democrático: derecho a la vida, a la propiedad y a la libertad. Derechos que no se respetaron en la mayoría de las épocas en la historia del ser humano.
Los países que progresan son aquellos donde sus gobiernos, a través de leyes garantizan los derechos básicos y existe una estabilidad jurídica, es decir, no se modifican las leyes y la Constitución constantemente.
Más allá de la posición esencial de respetar los derechos básicos, nos encontramos con diversas variables y nombres de los sistemas socioeconómicos y políticos a través de la historia: imperios, reinados, absolutismos, feudalismos, capitalismo, socialismo, nacional socialismo, comunismo, mercado o planificación central, y si no le acomoda o gusta a un gobernante ninguno de esos términos dice, para evitarse calificativos, que su gobierno funciona con una economía mixta.
Un término nuevo para identificar un sistema es populismo, que se puede dar en gobiernos civiles, militares, de derecha o de izquierda, capitalistas o socialistas.
Una de las características de los gobiernos populistas es intercambiar la ayuda gubernamental a los pobres por su voto. Por ello, los gobernantes populistas “apoyan” a los pobres, los que generalmente aumentan en esos regímenes, pues más pobres, más votos.
Las políticas económicas estatistas, que concentran poder político y económico en manos de los gobernantes, generalmente terminan en dictaduras de “facto”, aunque se digan democracias o los elijan mediante el voto de los ciudadanos.