Tiro al blanco

Superliga: una visión sin condena

La Superliga apunta a lograr ingresos anuales por 5 mil millones de euros, que se repartirían entre los clubes y ya no se quedaría el 50 por ciento en la UEFA.

La Superliga parece ser la última gran esperanza del Real Madrid y Barcelona para competir económicamente con los otros grandes clubes europeos, luego de que ayer el máximo tribunal del Viejo Continente declarara ilegal la prohibición a participar en este torneo, promovida por la UEFA y la FIFA, al considerar que abusaron de su posición de poder. Sin embargo, esta lectura queda un poco corta ante la gran fotografía y ahora voy a explicar por qué.

Como pasa en la política -por ejemplo, la mexicana, en la que no me meteré-, escasean los puntos medios en las opiniones de analistas y medios de comunicación, y tienden a radicalizar sus posturas, basta ver las portadas de los periódicos deportivos de Madrid y Barcelona: unos resaltan una “victoria histórica” contra la UEFA y otros destacan el rechazo de la mayoría de los clubes europeos al nuevo torneo, sobre todo los ingleses.

Tras el anuncio del tribunal, inició la revolución a dos bandas: clubes, UEFA y FIFA, y asociaciones nacionales como LaLiga y la Premier se lanzaron con todo contra el proyecto. Declaraciones muy prendidas e, incluso, fuera de lugar, como la de Aleksander Ceferin, presidente del organismo rector del futbol europeo, quien ironizó: “Espero que tengan una competición fabulosa con dos clubes lo antes posible”.

“Están promocionando la Superliga con el trofeo de la Champions League de la UEFA atrás, lo que es un poco extraño”, dijo Nasser Al Khelaifi, presidente de la ECA (Asociación de Clubes Europeos) y del París Saint-Germain. “Para que quede claro, no haya dudas y alguno equivocadamente se vaya a reabrir el bar a beber cubatas hasta las 5 de la mañana como parece que ha estado Bernd Reichart CEO esta noche. El TJUE dice que las normas de admisión de competiciones de FIFA y UEFA sean transparentes, pero no que las mismas deban admitir a la Superliga. Al contrario, apunta a que los criterios de admisión de competiciones tienen que ser transparentes, objetivos y NO DISCRIMINATORIOS. Principios precisamente incompatibles con la Superliga”, explicó Javier Tebas, presidente de LaLiga, en su cuenta de X.

La Premier League emitió un comunicado en el que rechaza el proyecto: “Los aficionados son de vital importancia para el futbol y una y otra vez han dejado clara su oposición a una competición ‘separada’ que corta el vínculo entre el futbol nacional y el europeo”. A esa declaración se sumaron Manchester United, Manchester City y grandes clubes de otros países como, por supuesto, el PSG, además de Bayern Múnich y Borussia Dortmund.

A la narrativa de “Futbol para los aficionados” y “El futbol no se vende”, se sumó una más: “Gánatelo en el campo”. Todos los detractores aseguran que la Superliga es cerrada y que solo promueve que los clubes se enquisten en el torneo para garantizar su participación sin el riesgo de no clasificarse en su campeonato nacional, como pasa con la Champions, pero en las explicaciones del proyecto se derrumban todos estos argumentos.

El caso del Girona es el primero que echan por delante: el actual sublíder (por diferencia de goleo) de LaLiga española, no se clasificaría para la Superliga del próximo año al no haber sumado los méritos suficientes. Sin embargo, desde la lógica del nuevo torneo, sería injusto que el Atlético de Madrid, por ejemplo, quede fuera cuando ha estado dentro de los tres primeros lugares del campeonato español de manera consistente durante más de 10 años al hilo.

Además, la Superliga complicaría que capitales externos al futbol lleguen y, a base de billetazos, se ‘ganen un lugar en el campo’, como pasó con el mismo PSG en Francia, que no figuraba antes de la inversión de Qatar, o como pasó con los brutales dispendios que se realizaron en clubes como Manchester City y Chelsea, este último el que inauguró la ‘moda’, con Roman Abramovich a principios del milenio. Sin el millonario ruso, que utilizó el dinero de sus empresas para comprar jugadores a diestra y siniestra, el Chelsea jamás se habría ganado su lugar ‘en el campo’.

La Superliga apunta a lograr ingresos anuales por 5 mil millones de euros, que se repartirían entre los clubes y ya no se quedaría el 50 por ciento en la UEFA. Iniciarían 16 clubes en la Golden League, máxima categoría, mientras habría otros 16 en al Silver League y 32 más en la Blue League. Todos estos equipos se seleccionarán con base en su rendimiento de los últimos años en su liga y el coeficiente obtenido les ubicarán en cada una de las categorías. Habrá ascensos y descensos, y un formato de playoff para determinar quiénes se van y a los respectivos campeones. Se garantizan al menos 14 partidos al año por equipo y al calendario no se le incrementarán juegos, a diferencia del nuevo formato liguero de la Champions que aumenta al menos dos encuentros a partir del próximo año, en el que se elimina la Fase de Grupos. Los ingresos mínimos para cada participante de la Superliga serán del doble que en la Champions. También habrá un torneo femenino.

Para los aficionados, la oferta se hace muy atractiva al sumarle esta palabra: “gratis”. Según Bernd Reichart, CEO de la Superliga, los partidos serían transmitidos sin costo vía streaming a todo el mundo.

La libertad de no pertenecer a alguna confederación me permite imaginar que esta Superliga podría abrirse para más clubes en el mundo en un futuro, como Boca, River, Fluminense, Sao Paulo, o los superarmados clubes árabes o de la MLS, pese a las complicaciones geográficas que esto supone. Por supuesto, esto es una especulación mía, pero factible.

Romper con UEFA y FIFA puede sonar una locura, pero quizá eso es lo que se necesita para dar un verdadero coscorrón a los directivos que han tratado al futbolista como activo y no como persona. El negocio es de los aficionados, sí, pero ¿quién le dijo a la UEFA y a la FIFA que ellos los representan?

Ojo, la conclusión a esta columna no es una opinión enteramente favorable para la Superliga, solo me parece terrible subirse a la narrativa de la condena sin analizar todas las partes. Una declaración como: “nos jugamos una cena, no, 25 cenas a que en dos años no hay Superliga, como mínimo. Y en seis tampoco, ni en ocho”, como la que dijo Tebas, no abonan al debate.

Los presidentes del Real Madrid, Florentino Pérez, y Barcelona, Joan Laporta, no son conocidos precisamente por no lograr sus objetivos y si estos son justos y convenientes, se debaten, no se descalifican. Sin embargo, que se haga, bueno, la verdad es que no creo que lo vean mis ojos.

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