Director General de Seguridad Privada de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana
Fomentar el conocimiento, la innovación y la expansión tecnológica para equilibrar a las sociedades que surgirán después de la pandemia es uno de los objetivos en los que podemos concentrarnos y aportar desde nuestro entorno.
Es claro que las maneras de aprender se han modificado, y sin restarle su importancia a la educación presencial, hoy contamos con diferentes plataformas para recibir información (de todo tipo) y podemos tener acceso a datos y tutoriales que nos permiten iniciar nuevas habilidades que en algún momento necesitáramos para desarrollarnos.
La clave es la guía de mentores y consejeros que orienten y dirijan nuestros esfuerzos para que ese conocimiento provoque equilibrios y amplíe las oportunidades de crecimiento intelectual, personal y en comunidad.
En este aspecto la innovación y la creatividad son dos elementos que deben emplearse para preservar el medio ambiente, cuidar recursos naturales y establecer nuevos comportamientos cívicos que estén enfocados en lo que llamamos bien común. Estamos ante una realidad de cambios drásticos en el clima y con poco tiempo para atemperarlos en la mayor parte del planeta. Crear soluciones e innovar con ellas, son partes esenciales para nuestra supervivencia.
Ahí es donde la tecnología se vuelve una herramienta privilegiada para dar el siguiente paso luego de la experiencia de una contingencia sanitaria mundial como la que estamos viviendo. Más allá del entretenimiento y la comunicación instantánea, el reto es usarla de forma masiva para fines comunes que mejoren las condiciones de vida.
El crecimiento económico del futuro inmediato dependerá del balance entre consumo responsable y desarrollo humano. De valores compartidos y menos de acciones en lo individual para avanzar. Sociedades fuertes demandan integrantes con acceso a cualquier herramienta que ayude a aumentar la equidad.
No podemos solos, menos aislados, si queremos lograr ese piso parejo que reduzca las disparidades que teníamos justo antes de la aparición de esta nueva cepa de coronavirus. La necesidad de colaboración es mundial y debe ser la base para una nueva construcción de procesos de articulación civil.
La economía posterior a la pandemia no podrá ser la misma y menos cuando los efectos de esta enfermedad se sufrirán por varios años más en varias regiones del planeta, además de que tendremos que aumentarle los padecimientos que ya existían y que cobran millones de vidas al año en todo el mundo.
Un uso adecuado de la tecnología, de nuevos hábitos personales y familiares, de protección a nuestro entorno inmediato, podrían orientar nuestro consumo y gasto hacia el impulso de nuevas formas de producción y de oferta de bienes y servicios, más apegadas a extender la protección ambiental y, en consecuencia, los lugares donde vivimos y desde donde producimos, por ejemplo, los alimentos que llegan a nuestras mesas todos los días.
Cualquier emergencia siempre es una mezcla de reto y desafío, una prueba general para evaluar cómo hacemos las cosas y en qué pensamos como sociedad, lo que valoramos y lo que hemos olvidado. Permea en todas nuestras actividades humanas y la economía no es ajena a ello. Desde ahora podemos iniciar con un nuevo análisis sobre ese diseño económico y qué necesita para responder a los pronósticos que hoy visualizamos sobre lo que viene para la humanidad en su conjunto.
El diálogo es oportuno e intercambiar ideas al respecto es el motor que podría servir para establecer nuevos márgenes económicos, mucho más cercanos a la preservación y a la prevención, que nos hagan resurgir mejores de este difícil periodo de nuestra historia reciente. La economía posterior a la pandemia no podrá ser la misma y menos cuando los efectos de esta enfermedad se sufrirán por varios años más.