Luis Wertman Zaslav

Por el equilibrio económico y social

El reto es equilibrar y distribuir con justicia los beneficios de la economía nacional, porque en el horizonte está que en muchos países se volverán a socializar las pérdidas.

Comisionado del Servicio de Protección Federal

La historia de este capítulo de la economía mundial empieza con un virus que nos obligó a detenerlo todo de golpe, frente a una epidemia global para la que no estábamos preparados, comercio internacional incluido.

En la incertidumbre, lo que siguió fueron acciones que trataron de frenar el contagio de la enfermedad desconocida, para la que no había tratamiento, que giraban en torno a quedarse en casa y hacer vida remota, exactamente en la dirección opuesta que había seguido la sociedad de este tiempo.

Descubrimos entonces que podíamos consumir en línea y adaptarnos a tener la oficina dentro del hogar, y viceversa; pero ante el cierre de sectores que vivían de la congregación de personas (restaurantes, cines, teatros, cafeterías) miles de negocios y de empleos estaban en riesgo.

Muchos países recurrieron a deuda e imprimieron dinero para repartirlo lo mejor que pudieron, con resultados poco afortunados si se analizan bien. La acumulación de esos apoyos, el gasto en mercancías y no en esos servicios durante dos largos años, provocó dos efectos inéditos: no había forma de atender la demanda de productos (no había trabajadores suficientes, ni barcos, ni fábricas abiertas a toda capacidad, todas las cadenas de suministro de pronto estaban lejos) y la escasez trajo una inflación no vista en décadas.

Justo cuando esto podría haberse controlado, un conflicto bélico que llevaba meses planeándose provocó que un sector más –el energético– revelara sus vulnerabilidades creadas por el mismo libre mercado que no había previsto una pandemia. Países dependían del gas y del petróleo que proporciona una sola nación, ahora en conflicto, además de la subrogación de servicios públicos a empresas privadas que han hecho su agosto con esta guerra y no parece que piensen en acortar su margen de utilidades solo porque se acerca el invierno.

El siguiente episodio se puede resumir en lo que ha ocurrido en el Reino Unido esta semana: la caída de la libra esterlina a nivel histórico por la acumulación de los factores antes mencionados y el Brexit, una idea política que se impuso a la lógica económica con consecuencias desastrosas, que descontroló a unos mercados que tristemente se están adaptando mal a este cambio de época.

La solución fue que el banco central británico asumiera la compra de valores del gobierno hasta donde sea necesario e inflará con ello la deuda pública que ahora será de todos los ingleses y territorios incorporados a la Gran Bretaña, mientras los causantes del colapso, por emergencia u omisión, diluirán su responsabilidad.

Todavía no es el final de la historia. Faltan momentos que, espero, no sean dolorosos o provoquen una crisis financiera mundial, si el incremento de tasas de interés no es suficiente para nivelar el estado económico internacional. Lo que puede esperarse, sin duda, es un aumento en la desigualdad, el lastre que más frena el crecimiento de las naciones y para el que nuestro país debe prepararse, aun cuando haya seguido un rumbo distinto durante la emergencia sanitaria y sus condiciones de deuda y de inflación sean diferentes, además de favorables, a la mayoría de los países desarrollados, entre otros que no lo están.

Uno de los enfoques que ha seguido el país es la inyección de recursos directos, vía programas sociales, que resultaron una medida de contención que ayuda a millones de familias, sin incurrir en deuda excesiva. El subsidio a los combustibles y una mayor presencia del Estado en el sector energético, apoyarán a que los costos por estos servicios no se disparen, es decir, probará su oportunidad frente a lo que viene.

Sin embargo, el reto es equilibrar y distribuir con justicia los beneficios de la economía nacional, porque en el horizonte está que en muchos países se volverán a socializar las pérdidas, después de años de concentrar las ganancias. Eso no le ayudará a nadie.

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