En los negocios no hay milagros. Cualquier éxito financiero necesita mucha planeación, esfuerzo, capacidad de adaptación y tolerancia al fracaso. La personalidad de quienes deciden tomar el camino de emprender por las exigencias del entorno económico suele ser diferente a los perfiles que luego cautivan al mundo financiero.
Para este momento, el universo de las criptomonedas se acercó peligrosamente a la realidad de los negocios “tradicionales” al sufrir su descalabro más grande hasta la fecha cuando FTX, su mayor operador de divisas, y su fondo asociado Alameda, protagonizaron un escándalo de falta de fondos, impagos y errores de inversión de cartera, parecido al de los fraudes simples de pirámide.
Han sido días completos de análisis sobre los fundadores de este espacio de criptodivisas que prometían llevarnos a un futuro en el que el papel moneda y los valores clásicos (metales, futuros, materias primas) se extinguirían junto con el sistema bancario que conocemos.
Igual que en el mercado de la tecnología, las criptomonedas crearon un clima de optimismo que se juntó rápidamente con el llamado “apetito al riesgo” y en cada supuesto innovador se veía un “unicornio” de miles de millones de moneda corriente, cambiados por su equivalente en valor digital.
El problema fue que la cobertura y el manejo de los fondos era una mentira, contra la expectativa de hacerse millonario por –y en– computadora.
Sus representantes eran una mezcla de Steve Jobs y Bill Gates en potencia, con un toque de fundadores de redes sociales, que proyectaron (otra vez) un futuro irreal.
Pero los sueños son la semilla de los cambios, salvo por el detalle de que, sin un plan y una estrategia responsable, un fondeo prudente, cualquier empresa termina en pesadilla. Y cuando se apuestan los recursos de miles de personas, entonces hablamos de un engaño, tan antiguo como en el momento en que se hizo el primer trueque de la historia.
FTX es un ejemplo más de que la economía es una ciencia y sus protagonistas deben pasar por años de experiencia y estudios, cuando no por la tradición y el legado familiar.
También de que el éxito es un proceso, no un resultado. Podrá haber atajos tecnológicos, disruptores inusuales, garbanzos de a libra, pero nadie puede saltarse la curva de desarrollo que demanda una aventura económica.
Vivimos, felizmente creo, en un cambio de época en la que lo nuevo y lo funcional pueden convivir para hacer una transición hacia nuevas industrias y nichos de mercado; sin embargo, las soluciones instantáneas no existen, ni existieron antes.
Para México y sus emprendedores, en particular las y los jóvenes que se han identificado con el modelo de las criptomonedas como una bandera de sus generaciones, la señal de alarma está encendida: jamás lloverá pan del cielo y si queremos un sistema financiero nuevo, entonces tenemos que arreglar primero el que está en funciones y luego pensar en otro cercano a la ciencia ficción.
Las transacciones pueden vivir bien en el ciberespacio, los negocios y el dinero todavía necesitan constante y sonante (del que sea).