El comportamiento del tipo de cambio está asociado a otros indicadores de desempeño económico que no se explican lo suficiente, dada nuestra costumbre de mezclar lo financiero con lo político que, si bien están relacionados, solo genera confusión.
Para mayor confianza acerca del diagnóstico de la economía nacional, menciono algunas de las noticias que se publicaron esta semana en la prensa financiera, y de manera destacada en este mismo diario, con el fin de que tengamos el hábito de leer a profundidad y de consultar, en medio de la marea de declaraciones, mensajes, correos y memes que distorsionan de un lado y de otro estos anuncios.
Primero, la creación de empleos formales lleva dos meses históricos. La fuente son los ingresos de estas plazas al pago de seguridad social a través del IMSS. También hay información de que el repunte de puestos de trabajo es sólido bajo el régimen de honorarios y llega al comercio informal, que paga impuestos de otra manera, pero que contribuye a la economía en su conjunto.
Podemos estar, o no, de acuerdo con las políticas públicas y con lo que representa esta administración, pero la realidad es que el empleo se ha recuperado y sigue creciendo, con aumentos en el salario mínimo que no se dieron en décadas por la amenaza artificial de que provocarían inflación.
Segundo, el manejo responsable de las finanzas públicas y de la deuda. El director general de uno de los principales bancos del mundo aplaudió esta semana la conducción de la macroeconomía nacional. El sector financiero no tendría por qué dar reconocimientos nadie, y el nacional menos cuando su fuente de ingresos más fuerte son las comisiones, pero el análisis general es que hay estabilidad y buenas proyecciones para invertir en los próximos años.
Tercero, el nivel de reservas y las decisiones del Banco de México. De la lectura simple de las minutas de la Junta de Gobierno, es evidente que no se votará por medidas que se salgan de la lógica de combatir la inflación y, en ese camino, enfriar un poco a la economía si es necesario.
¿Qué permite pensar en que habrá mayor paciencia para un siguiente aumento de tasas? El descenso de la inflación, que no está donde debería, aunque sí parece haber llegado a su cima. El intercambio comercial, con un aumento de exportaciones récord para un inicio de año, el anuncio de Tesla y otros proyectos que se van consolidando (sin olvidar el avance en el mercado de combustibles), son elementos que logran esa certidumbre que exigen los capitales de largo plazo.
Por supuesto que se debe continuar con el trabajo para mejorar la seguridad y su percepción, además de cerrar la brecha de desigualdad, solo que se tiene que pensar en estos dos aspectos al mismo tiempo: entre menos desigualdad haya, más seguridad tendremos. En la batalla por las preferencias y las percepciones eso no se dice y menos se asocia, lo que ocasiona que nos dejemos llevar por emociones y no por un análisis racional.
El tiempo de la especulación se agota y serán las apuestas a mediano y largo plazos las que prevalezcan en la economía del “nearshoring”. De manera natural, los mercados tendrán que girar hacia proyectos e inversiones concretas, físicas y con infraestructura que las soporte. Los casos de “startups” basadas en fantasías que terminan como pirámides fraudulentas dejarán de contar con capitales de riesgo que preferirán, quién lo diría, la estabilidad. Seguramente habrá menos emoción, pero ganaremos confianza y ese es un ecosistema que siempre será más sano para la economía del planeta, que cualquier otro que podamos inventar. Viene una época, confío, de más cerebro y menos tripas.