La suerte en los negocios existe, pero generalmente la reparten de madrugada junto con el esfuerzo y la dedicación. Nuestro país ha cimentado su crecimiento en los dos últimos, aunque parece que el primer elemento llegó, por fin, más pronto de lo que se esperaba. Por primera vez en dos décadas, México superó a China como el país que más insumos vendió a los Estados Unidos y esta podría ser una tendencia en el futuro próximo.
Y no era por falta de trabajo, porque en cientos de fábricas a lo largo de nuestro territorio existen mujeres y hombres que laboran con la misma calidad y profesionalismo que cualquiera en el mundo. Tampoco ha sido un problema de productividad, ni de disciplina para adoptar nuevas tecnologías. Tal vez, lo que nos faltaba era un conjunto de circunstancias que favorecieran la manera en que hacemos negocios y el valor que realmente tiene la mano de obra mexicana.
La relocalización de las cadenas productivas se dio en medio de condiciones especiales, primero como resultado de los efectos de la pandemia en el costo de los fletes (en particular los marítimos), los problemas de sequía en el Canal de Panamá, y una modificación de las estrategias de industrias completas que entendieron la conveniencia de concentrarse regionalmente y dejar de buscar los enormes ahorros que por años les representó manufacturar en Asia.
También influyó de manera determinante que los indicadores macro y micro de la economía nacional se recuperaran de una forma que ningún análisis anticipaba y que, además, eso fuera uno de varios detonantes para aumentar el salario mínimo sin impactar significativamente en la inflación. Esto, y los ingresos por programas sociales, empujaron a un improbable mercado interno que no ha dejado de consumir —y confiar— en la economía en los últimos tres años.
¿Suerte? No parece probable. Estados Unidos perdió mucho terreno al tratar de aferrarse a la producción masiva en Asia y los principales países de ese continente no solo crecieron a costa de esa dependencia (que es todo un caso de estudio), sino que, al dislocarse la exportación de bienes terminados, los canales de suministro se cancelaron, pero ellos siguieron creciendo localmente. Este fenómeno ubicó a México en la mejor posición del mapa, lo que aprovecharon los agentes económicos privados y públicos, incluyendo los países asiáticos, que ven en nuestra nación el trampolín ideal para continuar con su comercio en América del Norte, sobre todo el electrónico.
Hoy los mercados están planeando la siguiente década y las industrias plantean productos que sustituyan de plano los que conocemos hasta ahora. No más actualizaciones. Serán líneas completamente distintas, basadas en fuentes de energía que serán comunes en veinte o treinta años. Y sus materias primas se encuentran en este continente.
El problema, siempre presente, de la infraestructura estaría salvado en este arranque. El Tren del Transístmico, la rehabilitación de los ferrocarriles para carga y pasajeros, junto con una consolidación en la producción de combustibles y la inversión en carreteras, están facilitando el establecimiento discreto de muchas megafábricas que necesitan surtir ahora mismo al mercado norteamericano, pero que ya hacen los componentes que serán el estándar del futuro. La supuesta falta de talento, una queja constante de empresas y corporativos, podría estarse solucionando con cientos de profesionales que se están mudando a México, no solo para huir del invierno, y por generaciones que han podido ofrecer sus capacidades desde cualquier punto del planeta.
La siguiente etapa será de consolidación de la planta productiva, bajo un nuevo diálogo con los trabajadores que deberá estar soportado por avances legales en la política laboral y salarial nacional. Nada que no haya ocurrido en economías desarrolladas con plantillas de trabajadores competentes y bien organizadas, que acuerdan con empresarios enfocados en hacer crecer sus mercados y posicionar sus marcas y compañías por mucho tiempo.
Este cambio de época trae retos, porque éstos también surgen antes de que aparezca el alba y es en lo que nos debemos concentrar como ciudadanos, trabajadores y profesionales. No creo que México esté de ‘moda’ o que viva nada más un ‘momento’. Esta es una ruta hacia el progreso, pero debemos pavimentarla bien, con justicia y con prosperidad para la mayoría, con el objetivo de que ese capitalismo de cuates que tanto daño nos hizo no vuelva a concentrar el desarrollo, mientras duerme hasta el mediodía.