Luis Wertman Zaslav

Campo de batalla

El objetivo tiene que ser evitar que la negociación del T-MEC se convierta en un campo de batalla. Y, si eso es inevitable, recurrir a lo dicho por Napoleón y buscar controlar el caos.

“El campo de batalla es una escena de caos constante. El ganador será quien controle ese caos, tanto el suyo como el de sus enemigos”, dijo Napoleón Bonaparte al referirse a la guerra, un área que dominó ampliamente y que hoy, tristemente, se reproduce en lo militar y en lo comercial. En este último aspecto, a partir de ahora comienzan las negociaciones del Tratado que podría resultar en la consolidación del bloque económico que rivalizará con Oriente o sería modificado como lo conocemos.

No será un proceso sencillo, esa es una garantía desde hace meses, pero las circunstancias parecen continuar favorables para México y también para los intereses de Estados Unidos y Canadá. A ninguna de las tres naciones le conviene una renegociación profunda y menos una cancelación, teniendo a los BRICS enfrente y observando a Europa con dificultades en sus principales economías.

Además, están las coincidencias de las tres iniciativas privadas, particularmente la mexicana que se ha puesto al lado del Gobierno de México, que no piensan desaprovechar la relocalización de las cadenas de producción para surtir al mercado de los Estados Unidos. En los negocios suele haber acuerdos más rápidos y sencillos que los que ocurren en la política.

Sin embargo, la presión de grupos de interés en los tres países será enorme y algunos sectores industriales pensarán que podrán pescar en río revuelto, lo que será un error a todas luces. Se trata de hacer números y de apostar mucho dinero, por lo que quien considere que mañana puede mudar, por ejemplo, la fabricación de automóviles a su territorio y mantenerle el mismo precio por unidad al cliente final, va a causar pérdidas históricas para su industria. Hasta el momento, no hay evidencia de que algún consejo de administración esté prestando atención a una posibilidad así.

Lo mismo sucede con los electrodomésticos, las computadoras personales, los dispositivos de entretenimiento y la creciente industria de componentes de alta velocidad. Vamos, la pregunta es cómo se fabricarán las baterías que se necesitan para el futuro y no tanto dónde, aunque el pronóstico sigue siendo de preferencia en territorio mexicano.

Solo que eso no evitará necesariamente un armisticio en la mesa, porque hay otros factores económicos relevantes a discutir, con sus ventajas y desventajas, para presionar. El tema agrícola tendrá una importancia mayor en esta etapa, porque los microchips son muy útiles, pero la producción de alimentos es indispensable y ahí hay diferencias que se han traducido en paneles de controversia comercial.

También lo será la geopolítica y los nuevos acuerdos de cooperación en inteligencia e información. El diálogo estará abierto con China y Rusia, solo que eso no significa ceder poder o presencia militar en el mundo. Si México se convierte en el eje comercial de las potencias, habrá paz económica en la mayor parte del planeta, lo que alejaría las previsiones de una caída financiera internacional y de una recesión que se niega a surgir para cumplir con las alertas de los analistas durante el último año; si esa meta se pierde por los conflictos de estrategia internacional, entonces el escenario será de enfrentamiento.

Por eso el objetivo tiene que ser evitar que la negociación del tratado se convierta en un campo de batalla. Y, si eso es inevitable, recurrir a lo dicho por Napoleón y buscar controlar el caos. El propio y el de los socios.

Todavía no hay una señal que advierta una confrontación, pero esta es una realidad cambiante, influida por poderes que no habían tenido tanto peso y acumulación de riqueza en la historia moderna. Lo que antes tardaba años en modificarse, puede caer o crecer en horas, si las condiciones negativas o positivas coinciden.

Da tranquilidad que la planta productiva esté alineada con el Gobierno de México y que éste tenga un plan enfocado en aprovechar la coyuntura, la renegociación y las expectativas de que la nueva economía tendrá su origen en nuestra nación.

Nada más que saber con certeza el resultado sucederá, ya que estemos en medio de las discusiones y aparezcan los intereses de grupo, la presión de las industrias y la búsqueda de poder de las administraciones públicas para salir con una mejor parte del acuerdo. Veo preparación y anticipación, estrategia y unidad, las condiciones ideales para sentarse a la mesa y negociar de nuestro lado, así sea en los márgenes de una posible batalla, la cual no debe permitirse que sea una opción. En la guerra, la comercial y la militar, las ganancias se cuentan sobre las cenizas.

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