Le decíamos el viernes que la economía sigue estancada, aunque en un nivel superior al que tuvo los primeros meses del año. Los datos más recientes confirman esta afirmación. Aunque hay una recuperación interesante en el consumo, la inversión sigue deprimida, y ambos indicadores están por debajo del nivel previo a la crisis.
Del lado del consumo, la compra de bienes nacionales ya está como antes de la pandemia, pero la de servicios, en abril, sigue rezagada, y tal vez los siguientes meses haya tenido un nuevo bache, con la tercera ola de contagios que, si bien son menos letales, fuerzan al distanciamiento y, por lo tanto, al cierre, al menos parcial, de los servicios que implican cercanía: comida, alojamiento, transporte.
En comparación con 2019, que fue el mejor año del consumo, la compra de bienes nacionales en abril ha crecido 1.5 por ciento, y la de bienes importados, 3.6 por ciento. Aunque estas compras no compensan por completo lo que se dejó de adquirir durante el confinamiento, ya es un nivel muy razonable, y esperemos que así siga. En cambio, la adquisición de servicios sigue -9 por ciento por debajo del nivel de 2019. Ahí tenemos que seguir esperando que la vacunación avance, y paulatinamente se recuperen las cosas, pero muchos establecimientos llevan ya 15 meses con dificultades, y no todos podrán sobrevivir.
En la inversión, el dato de abril es que estamos casi -14 por ciento por debajo de 2018, que fue el año más elevado en este rubro. En la compra de maquinaria y equipo, la caída es de -12 por ciento, pero se distribuye a favor de las importaciones, que sólo caen -9 por ciento, frente a lo comprado en México, que cae -17 por ciento. La construcción quedó -16.4 por ciento por debajo del nivel de 2018. Los datos que tenemos de mayo son todavía pocos, pero apuntan a una menor adquisición de bienes importados para inversión (bienes de capital), y posiblemente una leve recuperación de la construcción, pero lo podremos confirmar la próxima semana.
Finalmente, el Inegi publica un indicador oportuno de la actividad manufacturera, en su espacio de investigación, que indica una leve caída durante mayo en este sector. Este indicador no es una estadística construida con base en recopilación de información, como la mayoría de lo que publica el instituto, sino derivada de una muestra, por eso no aparece como información económica, sino como resultado de investigación. Sin embargo, al igual que otros experimentos que Inegi ha desarrollado, el indicador es bastante bueno para tener una idea, así sea una semana antes de la publicación oficial.
De esta información podemos concluir que la dependencia del sector externo ha crecido notoriamente. Por un lado, nuestras manufacturas reaccionan a la posibilidad de exportar; por otro, la inversión sigue deprimida, y el componente que menos mal se encuentra es precisamente el que proviene del extranjero. Incluso en el consumo, la compra de bienes está creciendo más rápido en bienes importados que en bienes nacionales.
No tiene nada de malo que el país tenga un sector externo fuerte, sino que tenga un sector interno débil, porque éste representa la mayoría de la actividad económica. En la inversión, la parte importada representa 24 por ciento del total; en el consumo, menos de 10 por ciento. Aunque tengan un buen desempeño, palidecen frente al mercado interno. No se puede jalar una economía del tamaño de la nuestra con exportaciones.
Pero si a la debilidad del mercado interno le sumamos riesgos innecesarios en el sector externo, como estamos haciendo en energía, podemos complicarnos la vida en serio. Por el momento, los especialistas siguen convencidos de que podemos alcanzar 6 por ciento de crecimiento este año, y con ello quedar -3 por ciento por debajo del nivel previo al actual gobierno. No lo dudo, pero sí veo complicado cerrar esa brecha en 2022. Ya lo platicaremos.