La semana pasada tuvimos abundante información económica, y hay que dedicarle un poco de atención. Ya el miércoles podremos platicar acerca de la ‘consulta’ de ayer, y aprovecharemos para comentar acerca de la esperada reacción presidencial.
Inegi publicó la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, ENIGH, que es el mejor instrumento que tenemos para conocer el comportamiento de las familias en materia económica. Como todas las encuestas de su tipo, en todo el mundo, tiene sus detalles, pero palidecen frente a lo que nos permite conocer. Por ejemplo, sabemos que el ingreso de los hogares se redujo, en promedio, 5.8 por ciento frente al que tenían en 2018. Esta caída no es igual en todos los niveles, e incluso entre el 10 por ciento más pobre, en su parte rural, hubo un incremento. Todos los demás perdimos ingreso, pero perdieron más quienes viven en ciudades, quienes tienen más estudios y quienes tenían más ingreso en 2018.
Con esto, en 2020 fuimos menos desiguales, pero más pobres. La reducción de desigualdad, sin embargo, no es un evento aislado. Ha sido una tendencia clara desde los años 90, me parece que gracias a la apertura económica de México, que ha permitido más espacios para el desarrollo de las personas. Esta reducción de desigualdad no ha sido rápida, pero existe. Su resultado más importante es que el 10 por ciento más rico reduce su ingreso, en términos comparativos, mientras lo incrementan quienes viven entre el 40 por ciento que sigue. La mitad más pobre de los mexicanos ha mejorado de forma mucho menos marcada.
La caída del ingreso obligó a las personas a gastar menos. Cuando esto ocurre, suele reducirse mucho el gasto en transporte, educación y esparcimiento, mientras crece el que se destina a la alimentación. Debido a la pandemia, la parte del gasto en alimentación que ocurría fuera de casa se redujo mucho más de lo esperable. Y también hubo un incremento relevante del gasto en salud. Las mayores caídas ocurrieron en esparcimiento (-50 por ciento) pero también en educación (-43 por ciento).
Este jueves, Coneval publicará sus estimaciones de pobreza, haciendo uso de los datos de la ENIGH. Puesto que ahora utilizamos una medición multidimensional, además del menor ingreso, habrá seguramente un impacto por menor acceso a educación y salud, esto último como resultado de la desaparición del Seguro Popular y el ineficiente arranque del Insabi. Ya lo comentaremos el viernes.
También se publicó el viernes la estimación de la actividad económica en el segundo trimestre, el dato adelantado del PIB. Hubo un crecimiento nada malo, pero inferior a prácticamente todas las estimaciones de los expertos. Contra el primer trimestre, crecimos 1.5 por ciento, pero los especialistas esperaban entre 1.6 y 1.8 por ciento. Como quiera, el nivel alcanzado al cierre de junio es ya muy cercano al que teníamos antes de la pandemia, confirmando lo que habíamos platicado: el impacto económico directo del Covid prácticamente ha terminado, pero las otras fallas de la economía no.
Si en lugar de comparar con el primer trimestre de 2020, lo hacemos contra el tercero de 2018, el último previo a esta administración, la economía se encuentra en -4 por ciento. Si lo hacemos contra el nivel que deberíamos tener, dada la tendencia de la economía mexicana de los últimos 40 años, entonces estamos 12 por ciento por debajo.
Es importante anotar que el dato del primer trimestre implica que en junio la economía ya no crecía, y el dato de la balanza comercial, que también se publicó en la semana, lo confirma. También habíamos platicado que parece que estamos en una meseta desde marzo. Si seguimos ahí, el 6 por ciento para este año se pone en duda, aunque no por mucho. Mientras, la inflación parece apuntar a ese mismo número. Mula de seises, pues.