El miércoles comentamos que el consumo cayó en la última medición publicada por Inegi, pero que la inversión crecía. Ahora, con los datos de ayer de la actividad industrial, es necesario corregir, porque la inversión, en realidad, no está bien.
Como usted sabe, los datos que se usan con más frecuencia para analizar el comportamiento de la economía son desestacionalizados, es decir, sujetos a un procedimiento estadístico con el cual se eliminan efectos de calendario, como asuetos, comportamiento mensual diferente, etcétera. La forma en que se hace esa corrección suele modificar varias observaciones previas, y por lo mismo podemos tener ocasionalmente crecimientos que no lo son, o caídas que después desaparecen.
Debido al gran golpe del confinamiento, que contrajo la economía en más de 20 por ciento, los efectos de las correcciones son mayores a lo normal, sin que esto sea en realidad un problema, sino sólo algo que debemos tener en cuenta para no emocionarnos o deprimirnos de más.
En esta ocasión, ese tipo de corrección le tocó a la industria de la construcción. La serie publicada ahora modifica de manera significativa todo un año. De octubre de 2020 a agosto pasado, la nueva serie está prácticamente 1 por ciento por debajo de la publicada anteriormente. Insisto, es algo totalmente normal. Con esta corrección, aunque podamos tener crecimiento frente al trimestre anterior, al comparar con los datos de 2018, antes de que empezaran las ocurrencias de la actual administración, seguimos hundidos. En el tercer trimestre de 2021, la construcción estuvo -15.6 por ciento por debajo del nivel que teníamos en el primer semestre de 2018. Con base en estos datos, podemos estimar que la inversión estará -14 por ciento por debajo, en esa misma comparación.
Lo peor es que la construcción estuvo en septiembre en el mismo nivel en que estaba en febrero, siete meses en los que no hubo avance alguno. Si a esto le sumamos que la minería continúa cayendo (como lo ha hecho desde hace 15 años, por la menor producción de petróleo), y que la generación de electricidad se ha venido abajo con la actual administración (-8 por ciento contra tercer trimestre de 2018), resulta que la mitad de la industria mexicana está en números rojos casi permanentes.
La otra mitad son las manufacturas, en las que las cosas no están mal, en lo general. Tenemos sólo dos grupos en problemas. Por un lado, textil y calzado, que cae -15 por ciento contra el primer semestre de 2018; por otro, fabricación de equipo de transporte, que cae casi lo mismo. En este segundo caso, sabemos que se debe a un problema de cadenas de suministro, y la verdad es que no nos ha ido mal. Esa misma industria, en Estados Unidos, ha caído 35 por ciento contra noviembre pasado, mientras que en México la caída es de sólo 16 por ciento. De hecho, podemos esperar que cuando se normalice el problema de suministros (no tengo idea cuándo será eso), este renglón recuperará su dinámica. En el caso de textil, creo que el problema es más bien de demanda, porque traemos una contracción de -26 por ciento en ventas de ropa, calzado y bisutería. Como platicamos el miércoles, se ve complicada la recuperación, porque las personas están ahora incluso disminuyendo sus compras de alimentos, así que eso de la ropa tendrá que esperar.
El resto de las manufacturas va bien: alimentos y bebidas crecen 6 por ciento contra la primera mitad de 2018; madera, papel e impresión, más de 2 por ciento (aunque impresión tiene dificultades); el resto de maquinaria, descontando vehículos, crece más de 3 por ciento. En petroquímica, química, hule y plástico y no metálicos, tenemos una caída de -4 por ciento, que no es extraordinaria.
En suma, seguimos en lo mismo: los sectores energéticos, donde el gobierno quiere mangonear, se caen; la construcción, frente a las amenazas del mismo gobierno, también. Sin inversión, y con el consumo cayendo, ¿de dónde esperan crecer en 2022?