Se publicó ayer la estimación del PIB para el segundo trimestre, así como el Indicador Global de la Actividad Económica para junio. En el caso del PIB, resultó un poco menor al que se había anunciado como dato oportuno. Eso no tiene nada de raro, porque el cálculo se va haciendo más detallado, y suele haber pequeñas diferencias, como ahora. El IGAE para junio, como ya lo habíamos visto, muestra una caída contra mayo, que a su vez fue menor que en abril, con lo que se confirma que repetimos el comportamiento del año pasado: un mes muy bueno, seguido de varios malos. En 2021 el mes excepcional fue marzo, que no pudimos rebasar sino hasta abril de 2022, que es ahora nuestro récord.
El año pasado, sin embargo, el salto de marzo fue realmente espectacular: 3.5 por ciento de crecimiento contra el mes previo, y aunque en abril hubo una caída, entre los dos meses mantenían un ritmo de 2.2 por ciento, algo así como 15 por ciento de crecimiento anualizado. Pero como el resto del año ya no hubo nada muy bueno, lo terminamos con un crecimiento de 4.9 por ciento, que sería histórico si no fuese porque en 2020 la contracción había sido de -8 por ciento. Terminamos sin recuperarnos.
En este año, como le digo, abril fue muy bueno, pero no se compara con lo del año pasado. El crecimiento mensual en abril fue de 1.1 por ciento, y mayo y junio ya se llevaron la mitad de eso. Si medimos el crecimiento anual para cada mes, el mejor momento lo tuvimos en febrero, con 6.2 por ciento. En abril, como el salto de este año no fue tan alto, ese indicador se redujo a 4.6 por ciento. En estos dos meses pasados cayó a 3 por ciento, y luego a 2 por ciento, y ahí está.
Décimas más o menos, así ven el resto del año los expertos: para la mayoría, un crecimiento de entre 1.8 y 2.1 por ciento. Para el año próximo, hay menos optimismo, y la media ronda 1.5 por ciento. De hecho, el primer trimestre de este año crecíamos 1.5 por ciento y el segundo 1.7 por ciento, medidos con el IGAE. Si medimos con el PIB, ambos trimestres reportan 1.9 por ciento. Nuevamente, no hay un problema con estas variaciones entre indicadores, sino que resultan de un diferente universo analizado.
Si los próximos 12 meses (es decir, segundo semestre de este año y primero del próximo) más o menos mantienen esta dinámica, dentro de un año podremos celebrar que ya hemos recuperado el nivel que teníamos cuando llegó a la presidencia el señor López Obrador. Nada más serán cinco años perdidos, en esta medición de la economía.
Sin embargo, si recordamos que durante 38 años (1980-2018) la economía crecía a 2.4 por ciento anual, habremos perdido todo ese crecimiento que ya no ocurrió. Habrá quien piense que eso se debió a la pandemia, pero es muy claro que no es así, porque muchos países no sólo han recuperado el tamaño que su economía tenía antes de eso, sino incluso han regresado a la tendencia de largo plazo. Nosotros no.
Más grave aún, como comentamos el miércoles, la caída de inversión ha reducido ya el capital instalado en México, y eso reduce el crecimiento potencial, es decir, el ritmo al que podríamos crecer si todo está funcionando más o menos bien. Ese ritmo es el 2.4 por ciento que le comentaba, y que ahora la mayoría de los expertos coloca en 1.5 por ciento anual. Acabo de realizar una radiografía del PIB (que publicaré este fin de semana en www.patreon.com/macariomx) que me lleva a pensar que la situación es todavía más grave de lo que parece, porque el golpe no es parejo, y los sectores más importantes para el futuro son los más golpeados.
Así pues, como decíamos el miércoles, debajo de una economía aparentemente estancada, está el abismo. No lo ven.