Fuera de la Caja

Hacer historia

López Obrador ya logró su objetivo de conseguir un lugar en la historia, aunque no exactamente como él lo imaginaba.

Frecuentemente, en discusiones acerca del gobierno, he escuchado que López Obrador lo que busca es ganarse un lugar en la Historia de México, así con mayúscula. Muy probablemente, en esa historia que él aprendió y reproduce en sus mañaneras, los cuentos legitimadores de los ganadores de la Revolución, que han inventado héroes y villanos, epopeyas y tragedias, con el único fin de mantener a un grupo en el poder.

Hasta el momento, creo que ya ha logrado su objetivo, aunque no exactamente como él lo imaginaba. Su gobierno es una digna repetición de la ‘docena trágica’ (Luis Echeverría, 1970-1976; José López Portillo, 1976-1982). Tiene además el añadido de lograr un nivel similar de destrucción en la mitad del tiempo. Tal vez le esté faltando endeudamiento, apenas ha incrementado los pasivos del gobierno en 30 por ciento, pero si le sumamos a eso la contracción de gasto en salud, educación, infraestructura, administración, así como el agotamiento de los ahorros de los 25 años previos, los excesos de este sexenio suman ya poco más de 5 billones de pesos (alrededor de tres en deuda, uno de ahorros y otro de reducción de gasto en infraestructura, educación, salud, agricultura, etcétera).

Esos excesos representan hoy casi 18 por ciento del PIB, que si repartimos en los cuatro años de gobierno, implican un déficit anual promedio de 4.5 por ciento del PIB, que supera lo razonable. Puesto que el déficit publicado no incluye ni el ahorcamiento de la gestión pública ni la utilización de los ahorros (que se registran como ingresos por aprovechamientos), la cifra que todos conocen es de -2.7 por ciento del PIB. Aunque ya este año será claramente mayor, los tres previos no asustaban a nadie, y eso ha permitido mantener el grado de inversión, y ayudado a que el peso no tenga que ajustarse.

Sin embargo, para mantener el valor del peso ha sido necesario además que el diferencial de tasas de interés entre México y Estados Unidos se amplíe, porque eso de la confianza y estabilidad es puro cuento. En lo que va del sexenio, la tasa de interés en México ha sido 550 pb superior a la de Estados Unidos. En el gobierno de Peña Nieto, este diferencial fue inferior en 100 puntos. Incluso en el de Calderón, con todo y la Gran Recesión, estuvimos 50 pb por debajo del nivel actual.

Esto significa que este gobierno no ha sido cuidadoso con las finanzas públicas, como cree la mayoría de las personas, incluyendo no pocos analistas y especialistas. Ha sido irresponsable, e incluso cruel: para esconder sus excesos, no se ha detenido por consideración alguna. Si es necesario terminar con estancias infantiles, centros de apoyo a mujeres en riesgo, vacunas, medicamentos, mantenimiento de escuelas, embajadas, atención al público, papelería, lo que sea, se hace.

Pero no se puede engañar a todos por todo el tiempo. Este jueves nos presentarán el Presupuesto para 2023. No dudo que busquen reducir aún más la operación del sector público, y que inventen ingresos inexistentes, siguiendo lo que han hecho por ya cuatro años. López Obrador seguirá pregonando la austeridad y la lucha contra la corrupción, inexistente. La realidad será más destrucción del sector público, más abandono de la población con menos recursos. Como él dice, sufrirán primero los pobres. Tendrán su limosna mensual, pero no salud, ni educación, ni condiciones para transportarse o para vivir seguros.

Eso es lo que registrará la historia. No el AIFA, Dos Bocas o el Tren Maya. No el sainete del avión presidencial o los tamales de chipilín. No la falsa defensa de la soberanía. Junto con López Portillo, será recordado como la mayor decepción. Junto con Echeverría, como el máximo farsante. Como ellos, será ejemplo del grave costo que implica la concentración del poder en una sola persona. Si eso es hacer historia, espero que nadie vuelva a intentarlo.

COLUMNAS ANTERIORES

No lo imaginan
Todo se paga

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.