Hay gran enojo debido a la decisión de casi todo el PRI y el PRD de apoyar la extensión del periodo en que las Fuerzas Armadas pueden utilizarse como apoyo para atender la seguridad pública. Se insiste en que se ha “militarizado” el país con ello. Sin embargo, puesto que se trata de una extensión de una medida que hoy ya existe, no creo que ese término sea correcto. El intento de militarizar está en las reformas legales, inconstitucionales, que Morena ya ha aprobado, y que seguramente serán recurridas en la Corte.
Lo que se aprobó extiende algo que no está funcionando, sin garantía alguna de que funcionará en el futuro, por más añadidos del PRI, tratando de salvar un poco de cara. En ese sentido, es una mala idea, sin duda, pero creo que el enojo responde más a esa actitud priista: endulzar la puñalada.
Lo relevante en términos políticos es el fin de una alianza parlamentaria que se había comprometido a no aceptar cambios constitucionales. Puesto que se trataba de un transitorio a una reforma, el PRI pudo haber negociado con los otros partidos, haciendo eco de la petición que, dicen, les hicieron los militares. Pero Alito y Moreira no hicieron eso, promovieron la reforma por fuera de la alianza, porque si a los militares les interesaba esa cobertura, al Presidente lo que le importaba era romper la alianza parlamentaria, considerándola la base para la alianza electoral en 2024.
No pudieron convencer a sus colegas en Senadores, porque la actitud de plano se veía muy servil. Ramírez Marín se ofreció a ponerle betún y merengue al puñal, y así hizo. Eso aprobaron, el cambio que querían los militares, cubierto de dulce priista para no verse tan mal, y le han dado al Presidente lo que buscaba: la alianza parlamentaria está rota. Pero tal vez haya sido un gran error.
El Presidente sabe que hay grandes probabilidades de perder en 2024. El desgaste que ha sufrido por su falta de resultados y su abundancia de errores se suma a que su candidata no tiene carisma. Sabe que, con suerte, tendrá 40 por ciento del voto en 2024, a pesar de las encuestas actuales. Por tanto, cree que si no hay coalición opositora, el voto en su contra se dispersará en varias opciones, y bastará con ese porcentaje para mantener el poder, si bien mermado.
Creo que López Obrador menosprecia la historia reciente. Desde 2000, el voto para la Presidencia se ha movido sin referencia partidista. Es claro que hay un voto asociado a partidos, pero lo que da el triunfo, o lo quita, es un voto útil y volátil. Fue lo que llevó a Fox a la Presidencia entonces, lo que cerró la elección en 2006, lo que ayudó a Peña, y lo que le dio a López Obrador el triunfo en 2018. El adversario de López Obrador no es ni un candidato ni un partido, es ese voto: es una parte no menor de la sociedad.
Por eso, creo que el PRI ha cometido un gran error, y ha perdido toda razón de ser. En el segmento ideológico tradicional de ese partido, Morena ocupa ya todo. En el de la modernización, que el PRI impulsó en las últimas décadas, el PAN y MC harán lo propio. El PRI ha cerrado su espacio. Tal vez mantengan las últimas dos gubernaturas, y con un poco de suerte se transformen en un partido local, como lo fue el PRD buena parte de su historia, que también ha terminado.
El Presidente también ha perdido, aunque no lo perciba. La posibilidad de dividir el voto útil en 2024 se ha evaporado. La urgencia que tiene desde la elección intermedia, que lo ha llevado a destapar candidata, a ponerle cuña, a intentar la revocación, y ahora a reventar la alianza opositora, lo sigue hundiendo.