Fuera de la Caja

Estancados

Si la economía mexicana cae más rápido que la estadounidense, entonces la balanza comercial no petrolera tenderá a mejorar.

Los datos de la balanza comercial, publicados el viernes, confirman el camino de contracción en que se encuentra la economía mexicana. Mañana se conocerá el dato oportuno del PIB, y tengo la impresión que, en comparación con el trimestre previo, tendremos una ligera caída.

La razón es una reducción importante en las importaciones de mercancías intermedias no petroleras, es decir, insumos productivos, del orden de -4 por ciento del tercero al cuarto trimestre del año. Esto supera la caída de las exportaciones de esos mismos bienes, que fue de -2.2 por ciento, que coincide con la contracción que tienen las manufacturas en Estados Unidos durante esos meses. Nada de sorprendente con ello: las industrias de México y Estados Unidos son prácticamente la misma cosa, una industria norteamericana, de forma que su comportamiento es muy similar.

El resto de la industria sí se mueve distinto, porque ni la extracción de petróleo, ni la generación eléctrica o la construcción en nuestro país dependen cercanamente de lo que ocurra en otras partes. Además, estos tres componentes de la industria han tenido muy mal comportamiento durante este gobierno, y no esperaría yo un cambio en el corto plazo.

Las importaciones de bienes de capital, que forman parte de la inversión, crecieron poco durante el cuarto trimestre, apenas 0.4 por ciento, pero al menos crecieron. Las de bienes de consumo, en cambio, se contrajeron casi -6 por ciento. Esto es muy importante porque ese elemento es el único, al interior del consumo, que realmente ha tenido algo de dinámica desde 2018. Ni el consumo de bienes nacionales, ni el de servicios, crecen de forma significativa. Todo el incremento en el consumo bajo este gobierno responde a bienes importados, que ahora caen.

Viendo lo que ocurría al final del año pasado, parecería que estamos entrando en terreno negativo desde diciembre en casi todas las actividades. Eso es algo que tendremos que confirmar, o no, con los datos de las próximas semanas, pero de momento es lo que se percibe. Si la economía mexicana cae más rápido que la estadounidense (que representa por ahí de tres cuartas partes del mundo para nosotros), entonces la balanza comercial no petrolera tenderá a mejorar. Al contrario de la creencia popular, una balanza superavitaria no es una buena noticia, para un país como México.

En los últimos meses, la balanza va siendo cada vez más positiva (aunque tiene saltos mensuales que pueden confundir). Esto implica una economía débil, pero resulta favorable a un peso fuerte, que ya ve que a muchos les preocupa. Pero un peso fuerte resulta negativo para el turismo, que es otra de las fuentes importantes de actividad económica en este gobierno (porque lo demás está muy golpeado). Si de pronto resulta un poco más caro para los extranjeros venir de paseo, por el peso fuerte, y además los reciben los taxistas a golpes, como en Cancún, es posible que prefieran otras playas caribeñas, en Belice, Costa Rica, Dominicana, etcétera.

Esperemos que eso no ocurra, y el turismo siga llegando. Es de esperarse que a menor ritmo, por la caída en actividad económica en otros países, especialmente en Estados Unidos. Esto último también golpeará las remesas, que ya tienen un ritmo de crecimiento bastante menor al que ofrecieron entre 2020 y 2022. Menor llegada de turistas, menor entrada de remesas, significa menor consumo, que ya veíamos que se debilitó desde el último trimestre.

En suma, sin que sea una catástrofe, todo indica que veremos un año de estancamiento en México. En próximos días seguramente los expertos nos ofrecerán correcciones a la baja de sus estimaciones, que hoy promedian 0.9 por ciento, pero que imagino próximamente se irán moviendo hacia el cero. Insisto, no es una catástrofe, pero sí será un año de estancamiento.

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