Fuera de la Caja

Empresarios

Un empresario financia a un candidato a cambio de una concesión, que puede ser un canal de televisión, el servicio de telecomunicaciones, minas, bancos, etcétera.

Le decía el lunes que el poder se alcanza a través de grupos, y no de personas. Por mucho que se crea que basta una buena persona para cambiar el rumbo del país, esto no es cierto. Si alguien llega al máximo puesto público, lo hace como resultado de alianzas muy amplias, que obligan a gobiernos limitados por esos mismos grupos.

El lunes le describía tres tipos de grupos relevantes: partidos políticos, figuras públicas y corporativismo social. Falta un grupo tan importante como este último, o tal vez más: los empresarios. Para ganar una elección se requiere: poder participar en ella (partidos), ganar el debate público (figuras), movilizar en tierra (corporativos) y muchísimo dinero (empresarios). Estas cuatro patas son indispensables para ganar elecciones en México. En otras partes del mundo es posible que sean diferentes.

No pude hablar de los empresarios el lunes, pero lo hago hoy. A nivel local, los empresarios relevantes son constructores, en su mayoría. Sea para obra pública o para desarrollo de vivienda, el gran negocio que depende del poder político local es la construcción. Por eso la gran actividad inmobiliaria de Miguel Alemán o Luis Echeverría, en otras épocas, por eso el apoyo de Grupo Higa a Peña Nieto, y por eso la alianza tan profunda entre López Obrador y Riobóo, que hoy incluye a la esposa de este último, Yasmín Esquivel.

El sistema es simple: el constructor financia al político, que a cambio le otorga contratos cuando llega al poder. En la mayoría de los casos, esto empieza a nivel municipal, a veces llega al estatal, y en pocas ocasiones alcanza el nivel federal, pero en cada escalón las cifras deben multiplicarse por más de 10 veces, imagino.

Sin embargo, cuando el puesto que se busca es la Presidencia, los empresarios involucrados ya no son sólo constructores, aunque el sistema es el mismo. Un empresario financia a un candidato a cambio de una concesión, ya no simple obra pública. La concesión puede ser un canal de televisión, el servicio de telecomunicaciones, minas, bancos. El control político de estas concesiones permite a quien las obtiene una posición casi monopólica que se refleja en ganancias extraordinarias. A eso le llaman los economistas crony capitalism, que a veces traducimos como capitalismo de compadres, o compinches.

Ése es el origen de las grandes fortunas creadas al amparo del PRI desde los años 40. Hay algunas previas, con un origen diferente, por ejemplo en Nuevo León o Chihuahua, y otras muy recientes, producto del NAFTA y de verdaderos empresarios, pero los nombres famosos que usted conoce obtuvieron su riqueza por ser amigos de Miguel Alemán, López Mateos, Echeverría o Carlos Salinas.

Buena parte de ellos resultaron seriamente golpeados por las reformas de 2013, y decidieron apoyar a un candidato que les asegurara que las retiraría, o al menos las haría irrelevantes. Por eso el político con más negativos en 2014 se convirtió en el salvador de la patria en 2018, porque esos empresarios financiaron y facilitaron la transformación. Sumados esos recursos a los grupos mencionados anteriormente, López Obrador resultó muy competitivo. El empujón que le faltaba se lo dio Peña Nieto, cuando se sintió amenazado por un triunfo de Ricardo Anaya y decidió descarrilarlo inventándole un delito. Desde marzo de 2018, López Obrador no tuvo contrincante.

Le cumplió, y sigue cumpliendo, a los empresarios que lo apoyaron. También a los grupos corporativos, aunque con ellos las cosas se han ido descomponiendo. Ha hecho cera y pabilo de las figuras públicas, que ya considera innecesarias. Tiene la idea de que el voto de clase media responde más a los recursos que a las ideas, y cree que sigue contando con el respaldo de los empresarios para eso. Platicamos el viernes sobre este tema.

COLUMNAS ANTERIORES

No lo imaginan
Todo se paga

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.