El gobierno tiene dos funciones fundamentales en las que no hay discusión: seguridad nacional e impartición de justicia: la defensa del Estado frente a amenazas externas e internas. A éstas se suman otras funciones que no siempre se han considerado obligatorias. En los últimos dos siglos le sumamos la seguridad pública, y en el último, educación, salud y seguridad social. Estas últimas funciones no en todos los países se pensaron para todas las personas, sino que inicialmente se asociaron al empleo. Después se han hecho universales en algunas partes.
México ha tenido dificultades con las funciones fundamentales desde hace tiempo, incluyendo la seguridad pública, pero se había hecho un esfuerzo por otorgar las otras tres: educación para todos; salud de forma diferenciada, para trabajadores y para el resto, y seguridad social sólo para trabajadores. En los tres casos, el financiamiento de esas funciones ha sido insuficiente, porque se ha querido ampliar la cobertura sin hacer un esfuerzo similar con los impuestos. En consecuencia, la calidad ha sido deficiente en todo, por décadas.
Sin embargo, con el gobierno actual la situación se ha vuelto crítica. En salud, la ocurrencia de concentrar las compras destruyó por completo el sistema de proveeduría, y hemos tenido escasez o inexistencia de medicinas y material desde 2019. Por otra parte, la desaparición del Seguro Popular y su reemplazo por el Insabi fue un fracaso absoluto, que ahora se extenderá al IMSS-Bienestar, que no podrá cumplir lo que se ofrece. Hoy el servicio de salud pública es notoriamente más deficiente que en los gobiernos anteriores.
En seguridad social, pensiones asociadas al empleo, teníamos el problema de que dos terceras partes de la población nunca habían tenido un empleo formal, o lo habían hecho por poco tiempo, de forma que no tenían derecho a pensión. La idea de complementar con una pensión no contributiva, que suena bien, tiene el defecto de requerir cantidades de dinero que no tiene el gobierno. Puesto que este programa es el que mejores resultados clientelares ha dado al Presidente, se ha incrementado continuamente tanto en cobertura como en monto. Hoy representa ya la cuarta parte de las pensiones tradicionales, con lo que la presión fiscal de la seguridad social es ya la cuarta parte de los ingresos del gobierno. Esto es impagable, y se convertirá en un problema muy serio en poco tiempo.
Ahora toca el turno a educación. El manejo inadecuado de la reforma educativa provocó que la CNTE tomara control de buena parte del magisterio, y hoy incluso la secretaría misma. Es sabida la orientación colectivista y anacrónica de esa agrupación, a la que hoy se suman el subsecretario Concheiro, un comunista convencido, y Marx Arriaga, encargado de material educativo, que ha promovido que en México se apliquen las “pedagogías del sur”, un mazacote construido a partir de las ideas de Paulo Freire, aderezado de comunitarismo, escuelas del agravio e incluso algún nostálgico marxismo.
Con esa base se están construyendo los libros de texto y se están modificando los planes de estudio. De acuerdo con un reportaje publicado el lunes por Animal Político, los maestros no conocen ni los planes ni los libros, ni tienen idea clara de qué ocurrirá. No ha habido capacitación (y tal vez nunca haya, porque el presupuesto para eso asciende a menos de 100 pesos por maestro). Por otra parte, la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) consiguió ya una suspensión judicial porque los libros no cumplen con los criterios que la Constitución exige.
De hecho, la Nueva Escuela no tiene pies ni cabeza: desaparecen las matemáticas, suponen que los niños llegan a primaria sabiendo leer, se les asignan libros de centenares de páginas desde el primer año, y mucho más. Todo, en la lógica de este gobierno: ira, ideología e incompetencia. Será una tragedia educativa.