Fuera de la Caja

Triunfo ciudadano

Hay quienes desprecian lo que ocurre en el FAM porque han visto cómo crece la posibilidad de que su ‘transformación’ no dure más de seis años: tienen miedo, y tienen razón.

El proceso del Frente Amplio por México ha llegado a su fin, de manera anticipada. Aunque se había acordado que habría una votación el domingo, al quedar sólo una aspirante, no tiene caso que ocurra. Tanto los simpatizantes de Morena, como los compañeros de viaje, dicen que con esto el proceso del Frente se hace idéntico al organizado desde el poder. Esto es evidentemente falso.

Lo relevante del proceso del Frente resulta de la inclusión de la ciudadanía en un espacio que los partidos políticos monopolizan. Esto pudo ocurrir gracias a las amplias movilizaciones del 13 de noviembre y el 26 de febrero, pero también debido a la intervención de grupos ciudadanos organizados que lograron evitar que los partidos se cerraran.

El proceso inició, esto no debe olvidarse, con la recolección de firmas de parte de los aspirantes. Quienes firmaron en ese momento serían los que votarían este domingo, de manera que su inclusión en el proceso había ya ocurrido. Con base en el número y distribución de las firmas, quedaron cuatro contendientes que fueron a una encuesta para dejar solamente a tres. Ellos debían encontrarse en cinco foros, pero antes del segundo ya Santiago Creel había decidido declinar.

La etapa final incluía otra encuesta (telefónica y a domicilio) que se suponía no sería conocida sino hasta el mismo domingo, pero las cosas cambiaron. Mi impresión es que el PRI no pudo contener su naturaleza. Sabían, por encuestas propias, que en ese ámbito perderían, pero un análisis simple de las firmas hacía esperar una debacle el domingo. Su candidata pudo haberse quedado con 20 por ciento de los votos, y eso habría dejado al PRI en condiciones muy difíciles, de forma que hicieron lo que han hecho siempre: lanzarse a la cargada. Como en los viejos tiempos, al conocerse el ganador, los demás quedan en el olvido, y así le ocurrió a Beatriz Paredes, injustamente.

Es una lástima que no haya ocurrido el evento del domingo, pero eso no elimina la participación ciudadana: la hubo en las calles, para presionar a los partidos; la hubo en las firmas, para posicionar a los aspirantes; y con eso fue más que suficiente para lograr que la candidata del Frente Amplio por México sea alguien que no pertenece a un partido político, que tiene amplio respaldo ciudadano y que cuenta con amplias posibilidades de triunfo en 2024.

Algunos critican lo ocurrido porque comparan contra mundos ideales, en los que no hay partidos políticos, o están formados por ángeles al servicio de la ciudadanía; unos más lo hacen porque ven cómo se va cerrando su espacio, por insistir en terceras vías inviables en este momento y este país; finalmente, hay quienes desprecian lo que ocurre en el Frente porque han visto cómo crece la posibilidad de que su “transformación” no dure más de seis años: tienen miedo, y tienen razón.

Desde hace mucho esta columna ha insistido en que la candidatura ideal para la oposición consistía en alguien que pudiese mantenerla unida. Era difícil pensar que un candidato claramente del PAN conseguiría un apoyo franco de los priistas, y mucho menos a la inversa. En ambos casos, era casi impensable que tuviesen el apoyo de los ciudadanos que están molestos con la partidocracia. Bueno, pues Xóchitl Gálvez tiene la virtud de aglutinar todos los apoyos: ciudadanos y partidos.

Esto no significa que sea universalmente apreciada. Millones aún no la conocen, y millones que sí, no están convencidos. No tiene que sumar todos los votos, nada más la mitad más uno. Como ya sabemos, la oposición ha obtenido más de la mitad de los votos en los últimos tres años, de forma que no hablamos de imposibles. Juego nuevo, con buenas cartas.

COLUMNAS ANTERIORES

Derrumbe
Nuevo orden, periferia

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.