A fines del año pasado comentamos que el escenario más probable para México era el caos. Los primeros días de 2024 parecen confirmarlo.
Marko Cortés hizo público un acuerdo confidencial entre su partido y el PRI para la repartición del botín en Coahuila. No sólo de posiciones políticas, algo perfectamente razonable, sino de prebendas, como es el caso de las notarías. La existencia de ese acuerdo es inaceptable para un país que busque contar con un Estado de derecho, y especialmente para el partido político que más ha insistido en ello. La publicación es una estupidez monumental, que obliga a la renuncia de Marko, si en el PAN resta algo de dignidad.
El acuerdo mencionado hace evidente la rapidez con la cual el experimento democrático en México se pudrió. En lugar de las negociaciones políticas avanzamos hacia el regateo de las rentas. El lubricante que hacía funcionar al sistema de un solo partido político, la corrupción, se derramó al sistema de partidos, pudriendo todo. Indudablemente, el caso extremo es Morena, a la que sólo ese lubricante mantiene unido, como demuestran los casos de Sanjuana Martínez o el intento infructuoso de Ernestina Godoy para mantenerse en el cargo, así como el proceso de reemplazo en la fiscalía.
La cúspide de la corrupción es el Presidente mismo, como ya debería ser claro: sus amigos son responsables del más grande fraude documentado (Segalmex), y su familia ha cosechado ampliamente en todas las ocurrencias que él ha promovido. Es un monumento a su habilidad para mentir el que todavía haya quien lo considere honesto.
A la corrupción existente en todo el sistema político, Morena añade la más profunda incompetencia: no entienden el mundo en que viven, y por eso no tienen plan alguno, más allá de mantenerse en el poder, y las ocurrencias que impulsan para ello no son capaces de llevarlas a buen puerto. Por eso, el deterioro de las finanzas públicas, las presiones en el mercado laboral y la pérdida de control del territorio están abonando a una crisis mayúscula en la economía. Se defienden afirmando que este vaticinio se ha repetido hasta el cansancio desde hace años, y no ocurre. Ha pospuesto la hecatombe nuestra gran relación con la economía estadounidense, y también no les faltó suerte: efectivamente la pandemia les cayó como anillo al dedo, y pospuso un par de años la conclusión (ampliando con ello los costos), así fuese a costa de cientos de miles de muertes innecesarias y empresas destruidas.
En la ruta electoral, el TEPJF, ahora controlado por tres ministros devotos de Palacio, ha decidido favorecer a una de las facciones en que se ha dividido el INE. Obviamente, a la facción que comparte su devoción. Han autorizado a la presidenta del INE a llenar las vacantes de las direcciones ejecutivas a su antojo, sin el consenso del Consejo de la institución. Con ello, serán simpatizantes de Morena quienes ocupen espacios que requieren experiencia y conocimientos, que no tendrán. A pesar de la gran institución que es el INE, este descabezamiento pone en riesgo la elección.
El telón de fondo, como sabe usted, es el avance del crimen organizado, tanto territorialmente como en el portafolio de actividades a las que se dedican. Del tráfico de drogas han transitado al de personas, han incrementado su capacidad de extorsión, han colonizado localmente a los partidos políticos y, como en el sur de Italia, son ahora proveedores de esos gobiernos locales.
Es en ese escenario en el que tenemos que apelar al último baluarte: la elección del 2 de junio. En ella no se elegirá un paraíso en el que todo esto desaparezca, sino la posibilidad de detener este proceso, y empezar a buscar cómo revertirlo. Eso es todo. ¡Buen fin de semana!