Hay nubarrones en la economía. Aquí y en Estados Unidos, nuestro único motor en este sexenio. Allá, la inflación sube y el crecimiento se reduce. Acá, parecería que el crecimiento mejora, pero es una ilusión. La percepción global sobre México se resquebraja. Veamos con algo de detalle.
Se celebró mucho el dato de crecimiento al mes de febrero, especialmente porque en la versión oportuna de INEGI se esperaba estancamiento. Hubo un salto, sin embargo, y se festejó sin mayor revisión. Cuando vayan a los datos se darán cuenta de que las cosas no son tan buenas como parecen. Resulta que prácticamente todo el crecimiento del mes de enero proviene de dos subsectores de los servicios: comercio al mayoreo y trasporte. Lo demás continúa su tendencia decreciente que ya cumple ocho meses. Especialmente importante es el dato del comercio al menudeo, que está ya en terreno negativo (en comparación anual). Cuando se repartió dinero a manos llenas, porque adelantaron becas y pensiones, las ventas se contrajeron. No parece algo lógico. Tal vez los mexicanos prefirieron ahorrar ese dinero, lo que implica una gran preocupación por el futuro. Algo en lo que deberían pensar los que creen que tienen ganada la elección.
Pero el asunto es un poco peor: en realidad el comercio al mayoreo no tiene crecimiento en febrero, cuando uno revisa más a fondo. Lo que ocurrió fue que, en ese mes, se redujeron los gastos en el subsector, mientras los ingresos se mantuvieron estancados. Con menos gastos, más ganancia (valor agregado), que es lo que mide el indicador publicado el lunes. Conclusión: la economía mexicana no está creciendo. (si gusta ver los detalles, en patreon.com/macariomx).
La inflación no crece mucho, pero no quiere bajar. Igual que con el dato de crecimiento, si se va uno al detalle encuentra que casi todo el movimiento al alza provino de las verduras, y específicamente del jitomate, pero lo relevante es que ese tipo de movimientos en precios, que ocurren todo el tiempo, tengan un impacto significativo. Al no tener todavía la inflación bajo control, cualquier ajuste se nota.
Más importante, considero, es que parece que los inversionistas globales están perdiendo la fe en el peso. Como usted sabe, la fortaleza de nuestra moneda se debe a las grandes cantidades de ésta que se manejan en el mercado global. El peso mexicano es una de las monedas más líquidas del mundo, paga una tasa muy elevada, y es por eso muy utilizada en el mercado global de divisas.
Sin embargo, en los últimos días han ocurrido dos eventos que hacen pensar en un cambio de actitud de parte de esos inversionistas. El jueves de la semana pasada, por la noche de México, Israel lanzó un ataque a Irán. Los mercados se pusieron nerviosos, y el peso llegó a más de 18 por dólar. Conforme quedó claro que no crecería el conflicto (por el momento), pudo regresar a niveles de 17.10. Ayer, con la noticia del bajo crecimiento en Estados Unidos, nuevamente saltó el peso, y poco a poco recuperó una parte de la pérdida.
Lo relevante en ambos casos es que la moneda mexicana fue la única (entre las usadas globalmente) que tuvo ese movimiento. Los activos que tuvieron un movimiento similar fueron las criptos. Mi impresión es que los inversionistas globales están considerando al peso como un activo de riesgo, que sí ofrece un buen rendimiento, pero que no da la seguridad que antes le concedían.
Nada grave en el corto plazo, pero creo que las señales de que tendremos un segundo semestre sumamente complicado son ahora mucho más claras. Parecería un mal momento para expedir leyes inconstitucionales, elevar aranceles sin aviso o promover la polarización. Digo, si gobernara alguien con dos dedos de frente.