A inicios del sexenio anterior, comentaba con usted que el gobierno no estaba enfrentando los problemas que la ciudadanía identificaba como más importantes: inseguridad y corrupción, sino que estaba creando otros: la cancelación del aeropuerto, una refinería innecesaria, un tren absurdo y la destrucción de la capacidad de gestión pública a cambio de reparto de efectivo, para comprar votos. En el camino, también anularon la capacidad de las Fuerzas Armadas para cumplir su papel, asignándoles otras actividades, me parece que de forma ilegal.
En cualquier caso, ese camino siguieron durante todo el sexenio, y es el que parecen continuar ahora. Creo que están convencidos de que es la ruta correcta. Cuando dicen que la economía está en buenas condiciones, que no hay problemas con las finanzas públicas, que México es un país respetado en la arena internacional, que la gente está contenta, de verdad lo creen. Si en algún momento tuvieron dudas, los aduladores las fueron eliminando. Como de costumbre, poco a poco fueron considerando a las críticas como un asunto de mala fe. Se cegaron.
Si la inversión extranjera está en niveles históricos, dicen, la amenaza de que destruir el Poder Judicial nos excluirá de esos fondos es una patraña. Es claro que si la concentración de poder permitió ganar abrumadoramente, hay que incrementarla. Si no se logró más, se imaginan, fue debido a los obstáculos que pusieron jueces y ministros, por ello hay que quitarlos de enfrente.
Hay que continuar con lo iniciado: más trenes, más farmacias, más militares en la seguridad pública, más reparto de efectivo. No son capaces de ver los costos, financieros y ecológicos, de la aventura maya; no pueden entender cómo funciona un sistema de salud; aunque dicen que son herederos del 68, prefieren militares en las calles; no tienen idea del riesgo que significa un déficit fiscal como el que ahora tenemos.
Unos pocos de ellos sí tienen alguna idea de los costos, pero les parecen poca cosa, comparados con las ventajas de ser ellos quienes tienen el poder. Algunos porque son totalitarios desde siempre; otros, porque creen ser ingenieros sociales, dotados de una capacidad sobrehumana para guiar a esos 130 millones de ineptos hacia la felicidad.
Al final, no importa si son aprendices de Stalin, iluminados o simplemente ignorantes, el resultado es el mismo: “No hay más ruta que la nuestra”. Eso significa que artículos como éste no tienen utilidad alguna para ellos. Acabarán en el bote de ‘mala fe’, ignorados por quienes tienen la posibilidad de evitar la catástrofe. No es para ellos.
Lo importante es dejar claro que el gobierno mexicano no tiene hoy capacidad de gestión. La destruyeron en el sexenio anterior. Lo importante es evidenciar la crisis fiscal en que nos encontramos: no hay dinero disponible. Lo importante es que usted se dé cuenta de que este camino terminará en una catástrofe.
Si dejan de repartir dinero, habrá problemas. Si lo siguen haciendo, lo pagaremos con inflación y depreciación. Más farmacias no resolverán la falta de atención médica. Trenes, aviones, refinerías, reducen el margen de maniobra del Presupuesto. Las escuelas, a las que ahora van menos niños, son más inútiles que antes. México no es un país respetado. Por el contrario, hay serias preocupaciones del acercamiento a los tiranos locales y asiáticos.
Si hay alguien que vive en una burbuja, es la secta. No pueden percibir cómo el sexenio pasado redujo significativamente la capacidad del país: en lo económico, en lo financiero, en la confianza, en la gestión pública. Pudieron llegar hasta aquí porque los gobiernos previos les dejaron mucho margen, y porque los guiaba el mentiroso más grande de la historia. Ya no hay margen, y nadie tiene el cinismo necesario.